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DINERO EN CONTROL

¿Has pensado cómo quieres vivir tu jubilación? Si no lo has hecho, es buen momento para empezar a idear la vida que deseas. Aquí te decimos cómo.

POR SARAI J. RANGEL

¿Has pensado en tu jubilación? Aprende a planear un buen retiro.

El retiro parece un sitio lejano y, por tanto, menos importante que nuestro aquí y ahora. De ahí que el 72% de los mexicanos no lo considere. Sin embargo, para asegurarnos el mejor futuro posible, un buen comienzo es visualizarlo como un lugar en construcción. Es decir, algo que edificamos cada día. ¿Cómo? Mediante las aportaciones de nuestros empleadores y que nosotras mismas hacemos. No te estreses, gracias a la tecnología hoy día es más tangible de lo que parece. Como explica la economista Mari Nieves Lanzagorta, vicepresidenta de Vinculación de la Asociación Mexicana de Administradoras de Fondos para el Retiro (Amafore), mediante herramientas como la app AforeMóvil puedes tener toda la información de tu cuenta en tu teléfono. Ahí es posible revisar tu ahorro, saber en qué Afore estás, realizar aportaciones voluntarias e incluso hacer compras de cuyo valor un porcentaje vaya directo a tu Afore.

Otra buena noticia para que te animes a indagar sobre este importante tema es que a partir de este año las empresas comenzaron a aumentar las aportaciones para los trabajadores. Esto con el objetivo de que para 2030 la cuota de cotización alcance 13.87% en comparación con el 5.15 % de hoy. “Ahora nuestro ahorro para el retiro será mayor gracias a que las empresas efectúan mayores aportaciones”, refiere Lanzagorta.

TODO VALE

Pero, ¿y si no estás cotizando en el mercado laboral? De acuerdo con la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) existe una enorme desigualdad entre las jubilaciones de hombres y mujeres que puede llevar a que nuestra pensión sea hasta 41% menor. Las razones son diversas: desde un menor ingreso salarial, una esperanza de vida superior a la de los varones o incluso menos semanas de cotización, lo cual muchas veces se relaciona con el tiempo que dedicamos al cuidado de los hijos.

Sin embargo, hay algunas estrategias que podemos poner en marcha para que esto no merme nuestros ingresos durante el retiro. La más importante es el ahorro voluntario. Si, por ejemplo, vamos a dedicarnos un tiempo a cuidar de los hijos, debemos hablar con nuestra pareja sobre la necesidad de seguir aportando a nuestra Afore, explica Mari Nieves: “Aunque sean 50 pesitos, todo vale”.

“Una de las situaciones que debemos considerar las mujeres es que, aunque no tengamos un empleo formal, muchas de nosotras tenemos un ingreso de algún tipo, alguna actividad que realizamos por cuenta propia. Es fundamental considerar que este dinero también es un ingreso, y como tal deberíamos estar utilizando parte de estos recursos para invertirlos en nuestra vida futura”, expresa la vicepresidenta de Vinculación de Amafore.

UN CAMINO EXITOSO Laexpertanosdaalgunasrecomendaciones para planear la mejor jubilación que podamos tener.

1 Investiga.

Si alguna vez tuviste un empleo, ya tienes una cuenta de Afore. ¿Sabías que al día de hoy existen alrededor de 18 millones de cuentas de Ahorro para el Retiro huérfanas? En otras palabras, no han sido reclamadas por sus dueños. Para que la tuya no sea una de éstas, investiga cuánto dinero tienes y en qué Afore. Localizarla es sencillo: entra a AforeWeb y da clic en el apartado “¿No recuerdas en qué Afore estás?”. Sólo necesitas un correo electrónico, tu CURP o, en caso de que lo tengas, tu número de seguridad social. Cuando te hayas registrado te enviarán un correo con la información.

2 Calcula.

Es momento de hacer cuentas. ¿Cuánto dinero necesitas para vivir en el futuro? Hay cinco preguntas básicas que pueden ayudarte a conocer este dato. ¿Cuál es la cantidad que necesitas al mes para cubrir tus gastos fijos? ¿Y en un año? ¿Qué tan longeva crees que serás después de los 65 (la esperanza de vida es de unos 80 años, es decir, alrededor de 15 años)? ¿Cuántos años faltan para que te retires? ¿Cuánto tienes en tu Afore? Listo, ahora tienes todos los datos para saber cuánto debes ahorrar cada mes para lograr tu meta.

3 Empieza a ahorrar.

No te angusties. Como señala Mari Nieves Lanzagorta, el secreto es buscar mecanismos pequeños: “Así como tenemos la tanda, la alcancía, el ahorro de monedas, bueno, pues de ahí recuerda separar un porcentaje para tu Afore”.

4 Descarga la aplicación AforeMóvil.

Con esta app lleva el control de tu Cuenta Afore desde tu teléfono. Ésta te brinda un código QR con el que puedes hacer aportaciones voluntarias a tu Afore. “En cualquier tienda de conveniencia puedes llegar y decir: ‘Oye, quiero hacer un depósito a mí Afore’ y desde 50 pesos lo escanean y ya está, más dineretiro”. ro a tu Otro conseson jo que la experta nos da las opciones de ahorro con consumo que puedes encontrar en esta App. Así, si tú compras boletos para el cine, tarjetas de videojuegos o tiempo aire para el celular, el precio que vas a pagar por ello es el mismo que pagarías en una compra normal, pero debido a un convenio con estas empresas, una parte de lo que estás pagando se va a tu Afore como un ahorro adicional.

5 Ocúpate de ti.

Cuidarnos a nosonuestras tras mismas y a finanzas es velar por nuestra familia. Haz ejercicio, duerme bien y ahorra. El que nuestros hijos sepan que no van a tener que mantenernos cuando seamos mayores, que tendremos una vida financieramente independiente, es un alivio. Así que mantén este tema entre tus prioridades.

6 Da seguimiento.

Busca la calculadora de retiro en la web de Amafore o de la Consar para saber cómo vas. Si tienes un empleo formal, es importantísimo darle seguimiento: asegúrate de que estás teniendo las contribuciones correspondientes a tu salario y que vayan creciendo bien tus inversiones. Y si no lo tienes, lo que vayas depositando será tu ahorro para la jubilación. Es muy flexible. Cuando tengas más dinero deposita más, o menos si no es posible, pero no dejes de ahorrar.

Existen herramientas para ayudarte a cumplir tu meta: jubilarte con lo necesario para disfrutar al máximo tu vejez.

Camila leía interesada el libro que compró por impulso al pasar por una tienda. “¿Es posible encontrar el amor?”, decía el título que atrapó su atención. Ya llevaba tres tazas de café y seguía sin despegarse de las páginas. El autor daba pautas de cómo prepararse para atraer a la persona perfecta a tu vida.

Habían pasado dos años desde su romance con Jorge, con quien tuvo una buena relación, pero entre ellos nunca hubo esa chispa que les diera ganas de perder el control. Sus besos eran suaves y rutinarios, así como sus caricias al momento de hacer el amor. Ella quería a un hombre que encendiera su cuerpo hasta robarle la conciencia. No sabía si era la edad o el tiempo que llevaba de estar sola, pero a sus 29 años deseaba experimentar la pasión que sólo había visto en las películas, y que ahora sentía que le hacía falta.

Terminó de leer el libro sintiéndose inspirada a salir de su rutina. Era asistente de gerencia con un buen sueldo que le permitía pagar la cuota de su departamento, tener un auto y darse el lujo de viajar; y ahora iba por más. Ya estaba harta de llamar a sus amigas cuando le provocaba ir al cine. Quería un amor que la llenara de ilusión, que fuera su compañía y la despertara al deseo, y seguiría paso a paso las sugerencias del autor para atraer al hombre soñado.

Empezó su plan de acción aceptando ir a cuanta reunión social se presentaba, pero ningún individuo la atraía más allá de una buena conversación. No se dio por vencida y buscó encuentros para solteros, organizados por agencias que te ponían en contacto con personas de acuerdo con el perfil de la solicitante. Se inscribió en uno de ellos, y esperó ansiosa la noche de la cita que se realizaría en un bar. Tenía muchas expectativas, pero de nada le sirvió conocer a 10 tipos con los que debía tener una conversación de cinco minutos, antes de que sonara una campana y pasara otro a sentarse en su mesa, preguntando lo mismo, que cómo se llamaba, qué le

gustaba hacer, o si era divorciada y si tenía hijos... Salió cansada de la reunión y entró en una cafetería pensando que hasta ahí llegaba su búsqueda. No se resignaba a estar sola, pero tampoco iba a forzar una situación.

–¿Puedo sentarme contigo?

Volteó la mirada y se encontró con un hombre que le sonreía con amistad.

–La cafetería está llena y no hay una mesa disponible –agregó, excusándose por abordarla–. Prometo que no hablaré, sólo tomo un café y me voy.

–No hay problema –respondió, haciendo una seña hacia la silla que estaba vacía.

–Me llamo Leo –se presentó, estirando la mano para estrechar la suya.

–Camila Cedrón –respondió, sintiendo la calidez de su contacto en un suave apretón.

–Qué inoportuno, qué tal si estás esperando a alguien –agregó, haciendo el ademán de levantarse.

–No, vengo de una reunión aburrida y sólo quería relajarme antes de regresar a casa.

–Y yo vengo a fastidiarte –dijo sonriendo.

–Al contrario, un poco de conversación me hará bien, aunque has prometido que no hablarías.

–Puedo romper mi promesa –respondió Leo con una sonrisa abierta que a Camila le encantó.

Desde ese momento empezaron una charla en donde ella se sintió a gusto por su buen humor, y su forma de hablar que reveló a un tipo inteligente e informado sobre el mundo y sus problemas.

–Veo que estás al día con las noticias –comentó Camila sorprendida.

–Trabajo en el grupo Record, y debo saber cómo anda todo –dijo con sencillez–, cualquier cosa que ocurra puede afectar nuestras inversiones.

Ella sabía la importancia de ese grupo empresarial a nivel Latinoamérica, la compañía minera para la que trabajaba tenía un convenio de comercialización que venía actualizando con esa corporación.

De pronto, a Leo le dio mucha curiosidad por saber algo más sobre ella y empezó a tantearla con diversas preguntas para terminar en donde realmente le importaba.

–¿Tienes novio?

–No, pero me gustaría encontrar a alguien que me ame y a quien pueda querer con toda el alma –respondió con sinceridad.

–No pierdas tiempo, el amor te ata. Las relaciones de pareja siempre terminan mal. Mejor diviértete sin complicaciones.

–¿Eso haces tú? –preguntó seca.

–En realidad, las mujeres que salen conmigo saben qué terreno pisan.

Nos divertimos y todo en buena onda, y cuando se acaba... se acaba y punto.

–Y el que pone el punto final seguro eres tú, ¿verdad? –agregó, cruzando los brazos.

–Sé cuándo es momento de retirarme. –Huyes...

–Sé lo que quiero, y voy en dirección contraria a lo que tú buscas –comentó, terminando el último sorbo de su cuarta taza de café.

–Creo que debo irme –expresó Camila mientras sacaba dinero de su bolso.

–No hagas eso, yo invito –dijo, poniendo los dedos sobre la mano de ella.

Un leve contacto que los llevó a mirarse a los ojos. Leo era un tipo interesante que bordeaba los 40. Tenía ojos azules y el cabello castaño. Fue imposible no dejarse seducir por su aire de confianza que Camila buscaba en un hombre, y que la llevó a pensar que era su tipo ideal, aunque Leo sólo quería divertirse, y ella encontrar el amor. Así que le dio la mano y se despidió con una sonrisa.

Durante la semana fue imposible olvidarlo, la minera firmaría el nuevo convenio en la hacienda del gerente del grupo Record, y se preguntaba si Leo estaría entre los ejecutivos que asistirían a la firma final.

Se encaminó hacia el sur y al llegar a la hacienda, puso en orden la información que necesitaría en la reunión. Sus jefes llegarían en cualquier momento y quería que todo estuviera listo.

Conoció a la secretaria con la que habló en los últimos días, y ella la guió hasta el salón principal para presentarla a uno de los nietos del fundador de la corporación.

–El señor Leonardo Arias, gerente del grupo Record –dijo, señalando hacia el hombre que había conocido en el café.

No pudo evitar molestarse, y cuando la secretaria los dejó solos, olvidó quién era para increparlo.

–Jugaste conmigo, me hiciste creer que eras un simple empleado.

–No la habríamos pasado tan bien –respondió defendiéndose–, cuando la gente sabe quién soy suele poner una barrera, y eso habría pasado contigo si te decía que era uno de los accionistas que firmaría el convenio con tus jefes. Además, no me habrías contado sobre tu vida.

–Tiene razón, señor Arias... no lo habría hecho. Ahora si me disculpa... tengo algunos pendientes.

Se alejó sintiendo un nudo en el pecho, sin querer había fantaseado que en algún momento lo encontraría y que tal vez tomarían otro café. Pero Leonardo Arias estaba fuera de su alcance, y como él dijo, iban en sentidos contrarios.

Esa noche hubo una cena en la terraza, amenizada por algunos músicos. Leo y su hermano estuvieron pendientes de que el grupo de la minera la pasara bien. Ella conversó un rato y luego se despidió para encerrarse en su habitación.

No tenía sueño, así que destapó la botella de vino que alguien había dejado sobre su mesa de noche, y salió al jardín pensando en su vida. El libro había aumentado sus fantasías de que podía encontrar un buen amor, pero, ¿por qué no llegaba lo que quería? Recordó que el autor había escrito un capítulo sobre el poder de la palabra y el efecto que tenía en las personas, así que levantó los brazos y habló desde el fondo de su corazón.

–Quiero encontrar a un hombre maravilloso que me ame con locura –exclamó, esperando que el universo acogiera sus palabras y entonces le enviara al hombre de sus sueños.

–No hay hombres maravillosos –dijo Leo, apareciendo frente a ella.

–El ladrón cree que todos son de su condición, ¿no le parece? –respondió, y terminó de golpe el vino que tenía en la copa.

–¿Por qué esa obsesión de querer que alguien te ame? –preguntó, mirándola interesado.

–¿Por qué esa obsesión en huir del amor? –Disfruta la vida...

–Qué hay de malo hacerlo en compañía –agregó, volviendo a tomar de golpe el licor.

–Tú lo has dicho, no se necesita nada más que una compañía –dijo, poniendo las manos en su cintura–. El amor está demás, sólo debe importar las ganas de pasarla bien. Qué dices, ¿te animas o nos quedamos con las ganas?

Camila no supo en qué momento dejó caer la copa sobre el césped para rodear el cuello de Leo con las manos. Sólo era consciente de sus labios enredados en los suyos con tantas ganas que le quitó el aliento.

Leo la apretaba en su afán de sentirla más cerca. Era un hombre pasional y decidido cuando algo le interesaba, y ella era la mujer que quería tener entre sus sábanas esa noche. Camila despertó de un salto sintiendo un fuerte dolor de cabeza. No debió tomar tanto vino, el efecto del alcohol la hizo actuar con ligereza respondiendo apasionada a los besos de Leo, felizmente reaccionó, y tuvo el juicio de escapar a tiempo. –¿Qué hice? –murmuró–, ¿cómo lo miraré?

Pero tuvo que guardar la vergüenza y presentarse ante él en su papel de asistente, tomando apuntes

y brindando toda la información que le solicitaban. Fue un sábado tenso y de mucha concentración que logró alejar de sus pensamientos los momentos intensos que vivió junto a él.

Después de la firma del convenio hubo una cena elegante donde se brindó con champagne, mientras todos hablaban de los beneficios que ambas empresas obtendrían.

Camila conversaba con algunos de los ejecutivos presentes, pero en todo momento sintió que Leo no apartaba los ojos de ella.

Él seguía manteniendo una distancia cuando lo que más deseaba era besarla, sentía el deseo en la piel que no lo dejaría en paz hasta saciarlo.

–Vas a ser mía –pensó, y se dio el gusto de imaginarla entre sus brazos.

Por la madrugada, Camila despertó calurosa y salió a dar una vuelta por el jardín. Llegó hasta la piscina y metió los pies dentro del agua. Pensaba en Leo y en sus besos; y en las ganas que tenía de volver a sentirlos sobre sus labios. Pero al día siguiente regresaría a la ciudad y todo quedaría en un recuerdo salvaje.

Siguiendo un impulso se quitó el camisón y se metió al agua. El lugar estaba muy apartado de la casa y nadie la vería nadando desnuda. Dio algunas brazadas y cuando abrió los ojos vio a Leo en una esquina de la hermosa piscina.

–Me preguntaba si en verdad te atreverías a quitarte la ropa –dijo sonriendo.

–No te vi –señaló asustada.

–Lo sé, el farol no alumbra por aquí.

–Me voy de aquí... y te agradecería que te des la vuelta cuando salga, por favor.

–Ahora la que huye eres tú, ¿no? –dijo, acercándose seductoramente a ella.

–No huyo, pero esto no está bien.

–Somos libres, y nos deseamos. No he olvidado tus besos –murmuró, cerca de su boca–. ¿Y tú? Camila quedó hechizada por el brillo de sus bellos ojos y no pudo escapar del deseo que se apoderó de ella en ese instante, algo que Leo aprovechó para dejar sobre sus labios un beso que dio inicio al descontrol en el que ambos naufragaron esa madrugada. Sólo se guiaban por el instinto mientras sus manos lo acariciaban todo, en medio de un placer que los llevó a la locura.

Al día siguiente Camila partió de la hacienda en compañía de sus jefes luego de despedirse cortésmente de Leo.

–Ha sido un gusto conocerlo, señor Arias.

–El gusto fue mío –respondió con un brillo travieso en sus ojos azules.

Camila esquivó su mirada, no pudo verlo de frente después de todas esas caricias que compartieron dentro del agua, en donde sus cuerpos hablaron en medio de una pasión que seguía quemando su piel, manteniendo vivo el deseo que Leo había logrado despertar en ella. ¿Quería a un hombre que le robara la conciencia? ¿Por qué tuvo que ser precisamente él? Leo había expuesto sus cartas y él no encajaba dentro de sus planes, pero eso poco le importaba a su cuerpo que extrañaba sus suaves caricias.

–Debo olvidarme de él –murmuró ansiosa–, debo sacarlo de mis pensamientos.

Pero el viernes por la noche lo encontró esperándola en la puerta de su departamento.

–Acabo de llegar de viaje y sólo quería verte –dijo Leo con gesto cansado.

–No tiene caso que estés aquí, yo no busco una aventura. Quiero encontrar a alguien que me ame de verdad –señaló molesta.

–Lo sé, yo no te ofrezco amor, pero sí vivir el momento. Tú me deseas y yo estoy loco por ti –agregó, atrayéndola hacia su cuerpo para besarla con ansias, haciendo polvo la decisión de Camila de alejarse de esa tentación que no la llevaría a nada.

Abrió la puerta de su departamento y entre besos cayeron sobre la cama, desesperados por seguir conociendo sus secretos en medio de una avalancha de caricias que volaban de un cuerpo a otro sin reservas.

Tiempo después, se abrazaban en silencio mientras sus corazones volvían a su ritmo pausado.

–Me encanta estar contigo –confesó Leo, mirándola fijamente a los ojos.

–Y yo no puedo negar lo que es evidente –respondió Camila, escondiendo la cabeza.

–No tienes por qué avergonzarte –le dijo, levantando su rostro–, entre nosotros hay química y mucha pasión. ¿Por qué no disfrutarlo mientras dure?

Camila no quería renunciar a esas caricias, por primera vez sentía que su cuerpo explotaba de deseo, y terminó aceptando su propuesta de seguir en esa aventura que llevaba sus emociones al límite.

Sin darse cuenta se hicieron inseparables y se veían cada noche para saciar sus ganas. A veces, Camila dormía en la casa de él, y otras Leo se quedaba en el departamento de ella. Había una conexión que los dos disfrutaban y que les daba felicidad cuando estaban juntos.

Una tarde, Camila asistió a un coctel organizado por la minera, y vio a Leo junto a una mujer que tomaba su brazo con mucha familiaridad.

Él la saludó con cortesía, y ella sintió que se desgarraba por dentro. Eso no era lo que quería, vivir un affaire con el hombre a quien amaba cuando deseaba que todos supieran lo que sentía. Lo observó de lejos y por un segundo sus miradas se cruzaron, y supo que todo había terminado. Se marchó sin que nadie se diera cuenta, llorando por su estupidez. Nunca debió aceptar su juego.

–Se acabó –dijo a Leo cuando fue a buscarla–, me humillaste viéndote con esa mujer.

–Es una amiga –respondió escueto.

–Qué habrías sentido al verme junto a un hombre y que te tratara con indiferencia. Ya me harté de estar con alguien que sólo quiere divertirse conmigo.

–Eso no es verdad... lo que hay entre nosotros es único, no tienes que etiquetarlo con un nombre para que suene formal.

–Yo quiero una relación formal y quiero a un hombre que me dé un lugar en su vida –dijo decidida–, y contigo no tengo nada.

Camila salió de su departamento para que él no la viera llorando. Caminó por el parque tratando de apaciguar todo su dolor y cuando estuvo más tranquila regresó resignada.

–Creí que te habías ido –comentó al verlo. –Cuando mis padres se divorciaron juré que jamás me casaría –dijo pausado–. Pero te conocí, y en estos meses que llevamos juntos me preguntaba por qué no huía de ti.

Camila lo miraba desconcertada.

–No podía huir –aseguró, acercándose a ella para tomar su mano–. Me enamoré de ti, y quiero quedarme contigo, siempre.

–¿Lo dices en serio? –preguntó.

–Sí. Esta tarde me sentí miserable al verte triste. Perdóname... Te quiero para mí.

–Me moría de celos de verte con ella cuando yo debía estar junto a ti.

–Valeria es una amiga, y tú eres la mujer que amo –dijo emocionado.

–¡Me amas! –susurró feliz.

–Te amo y ya basta de seguir sin etiquetas. ¿Quieres casarte conmigo?

–Sí –respondió cerca de su boca, antes de fundirse en un beso apasionado que llevaba el matiz del amor que por fin se liberaba.

–Te amo, Leo.

–Me gusta escucharlo, y me gusta decírtelo –respondió él mientras la llevaba a la habitación para demostrarle que era la única mujer en su vida.

VANIDADES

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2023-09-01T07:00:00.0000000Z

2023-09-01T07:00:00.0000000Z

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