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Sex influencers

Cada vez son más las personas que detallan en internet todos los aspectos de su vida sexual. ¿Nos está ayudando a liberarnos sexualmente? Catriona Innes se citó con las estrellas del sexo de TikTok para averiguarlo...

Nuestra semana con ellas

Oímos decir antes de ver a este grupo de muchachos, en pants y tenis blancos sucios, gritándonos mientras deambulamos por las calles del Soho, en Londres, iluminadas en rojo, siempre abarrotadas...

“... Es ella”, repiten, lo bastante alto como para que escuchemos la siguiente parte: “Esa zorrita de TikTok”.

Sluzza, por si no lo sabes (yo no lo sabía), significa esencialmente zorra. Pero Kali, la rubia de 1.70 metros y 25 años a la que se refieren (también conocida como kali.sluzza) no se ofende. Se da la vuelta y empieza a bromear con los hombres. Ellos se quedan embelesados. Es viernes, les espera toda una noche de desenfreno y esos gritos –que cualquier otra persona podría considerar insultos– forman parte de su *marca*. Son momentos como estos los que pagan sus cuentas. Y durante las próximas semanas me sumergiré en su mundo.

“Los chicos me gritan: “¡Sé un gato, sé un gato!”, mientras yo estoy sentada pensando: ‘Oigan, anoche tuve dos vergas dentro de mí’”. Esta anécdota de lo que pasó después de un memorable trío el miércoles por la noche, cuando Kali tuvo que ir directo a trabajar como niñera, resume lo que es estar en su compañía: “Siempre he sido así... No sé cómo me meto en estas situaciones”, confiesa. Cuando reproduzco la grabación de audio de nuestra salida esa misma semana, siento que es como escuchar una noche de fiesta con mis amigos. Estamos apretados en una mesa de madera, un viernes por la noche en Soho, y también está Rhys (conocida como chezablonde), otra creadora de TikTok quien llegó con un vestido rojo y botas vaqueras; los de la mesa de al lado le dijeron, casi de inmediato, que estaba buenísima. Mi transcripción es un lío de gritos de alegría y aplausos entre ambas chicas por la cosa inteligente, divertida o acertada que una u otra acaba de expresar.

Ambas se unieron a TikTok hace un par de años con la simple intención de divertirse. Ahora, han dejado sus trabajos y se dedican de tiempo completo a crear contenidos para esa plataforma. Al principio se sumaron a las tendencias, pero poco a poco empezaron a compartir historias sobre sus vidas. Pronto se dieron cuenta de que, a medida que sus contenidos progresaban, también comenzaban a resonar: para Kali se tradujo en que otras mujeres se sentían libres de admitir que, como ella, también disfrutaban del sexo; para Rhys, todo “estalló” cuando se declaró trans, a los seis meses de estar en la app: “Todo mundo decía: ‘Dios mío, no lo sabíamos’. La reacción fue muy intensa, no pensé que sería tan fuerte”, admite. Y cuanto más me hablaban de ellas, más me daba cuenta de lo mucho que están apoyando a la gente. “Recibí muchos mensajes diciendo que les había ayudado con su transición. Hablo mucho de cosas de las que no suele hablarse: el sexo como mujer trans, lo que ocurre en el dormitorio y la fetichización de las mujeres trans, porque nadie sabe lo que se siente a puerta cerrada. Empecé a darme cuenta de que nadie hablaba de estas cosas (sexo y placer femenino). No tenemos estas conversaciones en la escuela o cuando somos más jóvenes”, añade Kali.

Eso es lo que me atrajo de Kali en TikTok. Sus videos “Day In The Life Of A Single Sluzza”, en los que transmite a sus 226 mil seguidores (y contando) todo, desde los resultados de sus pruebas de ETS hasta

anécdotas (como la vez que se acostó con un jugador de rugby y despertó sin una de sus uñas acrílicas, sabiendo que solo podía estar en un sitio...). Sus videos me fascinan por lo alejados que están del paisaje sexual en el que yo crecí. Recuerdo muy bien cuando, a los 18 años, en un viaje por Europa, me encontré con un hombre que me fascinó. Lo había visto antes, contando historias en varios bares, con ese porte de seguridad en su capacidad para dominar a la multitud. Hacia la una de la madrugada, pegajosos por el calor del día, nos encontramos besándonos frenéticamente en el área social de un camping en Roma. Me pasó un cubito de hielo por la clavícula, siguiendo el rastro de agua con los labios. Yo estaba muy excitada. Me invitó a su cabaña, pero le dije que no. ¿Por qué? No quería que me considerara una “zorra”. Era 2003 y para mí y mis amigos, eso era lo peor que podías ser. Ahora, con 37 años, estoy aquí sentada arrepintiéndome de aquello, mientras escucho a Kali contar la historia de otro trío, esta vez en un hotel con tina de cristal: “Fue una experiencia de verdad deliciosa”, confesó. Su vida y la de Rhys es la aventura en la que decidí no embarcarme, ya que dejé que el juicio de los demás –sobre quién y qué debería ser una mujer– influyera en aquellos años de formación.

Pero ¿han cambiado mucho las cosas desde entonces? Aunque parece que vivimos en un panorama más positivo y abierto, sobre todo cuando se trata de explorar nuestras sexualidades, me pregunto si en realidad es así. La idea de reivindicar el término “zorra” no es, por supuesto, nada nuevo. Hemos tenido las SlutWalks, organizadas por primera vez en 2011, en las que la gente sale a la calle para pedir que se ponga fin a la culpabilización de las víctimas de agresiones sexuales (ya que la actividad sexual y la ropa de una mujer se siguen juzgando en estos casos). Situación que me recuerda a las “ladettes” de los años 90, una época en que mujeres como Zoe Ball y Denise van Outen se convirtieron en habituales de los tabloides por el mero hecho de beber y mantener relaciones sexuales “como hombres”; fueron tanto celebradas como criticadas. Sin embargo, al parecer, la señalización prejuiciosa de “putas” no ha desaparecido (Kali me cuenta que recibe innumerables mensajes de gente que le dice que “nunca será esposa ni madre”).

Mientras que algunos algoritmos de TikTok te llevan a contenido sexual positivo donde reina el placer femenino, otro día puedes encontrarte con el imitador Andrew Tate, quien afirma que las mujeres que se han acostado con alguien ya son “mercancía dañada”. Las mismas actitudes prevalecen, solo que se difunden a través de nuevas plataformas y de nuevas maneras. Entonces, ¿cómo abrirse paso a través del ruido y encontrar la manera de disfrutar del sexo –casual o no– en tus propios términos? Tenía la sensación de que esta oleada de estrellas de TikTok podría tener la respuesta correcta.

LOS CADÁVERES CUENTAN

En la cara de Kenna Bethany (encuéntrala como @kenna_ bethany) bailan destellos de luz de la bola de disco mientras me comparte cómo, hace poco, en una noche de fiesta, alguien se le acercó para decirle: “¡Salí del clóset gracias a ti!”, antes de presentarle a Kenna a su novia. La joven de 24 años afirma que el algoritmo de TikTok le ayudó a encontrar su nicho, pues aprendió muy rápido cuáles videos funcionaban mejor: aquellos en los que era más abierta y honesta sobre el sexo. “Veía contenidos en los que la idea de salir con otras mujeres significaba tomarse de la mano y hacer pan en el bosque, y yo decía: “¡No! Yo quiero cogérmelas”, me comparte riéndose, mientras escucho cómo empieza el karaoke en la habitación de al lado. “Eso es de lo que hablo en TikTok. Es eso con algo de

“Empecé a llamarme a mí misma ‘zorra’ porque pensé que si lo hacía antes que ellos, lo asumiría sin vergüenza”.

vida nocturna, salud mental, autismo y perversión”, añade. Y sí: sus videos son una mezcla de humor, piezas directas a la cámara que educan sobre aspectos de la comunidad BDSM. También destaca los espacios nocturnos LGBTQ+, como en el que estamos sentadas: She, un bar del Soho londinense.

“La forma en que mi cerebro procesa la información es algo organizada. Quiero dar explicaciones completas y coherentes sobre los temas, soy bastante elocuente. Eso funciona en TikTok”, detalla Kenna. “Me siento muy orgullosa de haber creado un espacio seguro donde la gente habla conmigo de su salida del clóset, porque creo que, sea cual sea tu experiencia, nunca es un camino lleno de rosas. Aunque también es un espacio en el que no todo es complejidad, a veces las historias son tan simples como: ‘Fui a un antro y conocí a una chica que estaba muy buena y me acosté con ella’. Por eso me refiero a los antros gays como los mejores sitios para besarse con una chica”, reconoce la influencer.

Sin embargo –como las tres se han dado cuenta–, cuando se trata de compartir el sexo abiertamente para que cualquiera pueda acceder a él, lo personal se convierte pronto en político. No hay que subestimar el poder de hablar acerca del placer. “Me gusta que en TikTok hayamos creado este espacio donde podemos decir: ‘Está bien que nos guste el sexo y así es como nos gusta’”, opina Kenna, quien también señala que el sexo gay, en particular, está mucho más centrado en el placer: “Hemos roto el ‘libro de reglas’ y creado experiencias sexuales basadas en lo que nos hace sentir bien”. Ella también es no monógama, e igual comparte esas experiencias con sus seguidores virtuales.

Por su lado, cuando Rhys compartió que tuvo su primer orgasmo después de su transición, no fue TMI: solo intentó mostrar que las personas trans merecen un sexo brillante en el que no se sientan utilizadas ni fetichizadas. Mientras, Kali elige acostarse con alguien en la primera cita en vez de en la tercera (una táctica que, según sus amigas, hará que un hombre la respete más). ¿Y el juicio al que se enfrenta? Ella pretende ir contra el complejo de Madonna-prostituta, la idea de que los hombres solo quieren casarse con mujeres “puras y virginales”, acuñado por primera vez por Freud y todavía muy extendido hoy en día. “No estás en este mundo para vivir para nadie más que para ti misma”, me dice, enfática. Como sea, ellas comparten el lado real del sexo, con sus altibajos, en lugar de las representaciones –a menudo engañosas– de la televisión, el cine y el porno.

Algunos han argumentado que la obsesión en TikTok de realizar el recuento de gente (el número de personas con las que te has acostado) y “tener sexo para la historia” está llevando a las mujeres a empujarse a sí mismas a situaciones sexuales con las que no se sienten realmente cómodas. Pero ¿es en verdad culpa de TikTok y de las mujeres que participan en esto? ¿O es indicativo de actitudes y tendencias culturales mucho más amplias? Vivimos en una época en la que, como señala Kenna, “el impacto del porno en el dormitorio es abrumador”. El sexo vainilla, agrega, ha empezado a resultar avergonzado en la plataforma, mientras que ser asfixiado se ha convertido en la norma.

¿QUÉ ES EL BUEN SEXO?

En su Ted Talk, Peggy Orenstein (quien para su best seller del New York Times, Girls & Sex, viajó por América durante tres años entrevistando a chicas de entre 15 y 20 años sobre su vida sexual) detalla que la investigación ha descubierto que las mujeres jóvenes son más propensas que los hombres jóvenes a utilizar la satisfacción de su pareja como señal de “buen sexo”. Y ellas también definen el mal sexo de forma diferente: el 30% cita el dolor en los encuentros sexuales, utilizando palabras como “deprimente” y “humillante”, palabras que los hombres jóvenes nunca emplean.

Además, una investigación llevada a cabo por el grupo de campaña “We Can’t Consent To This” (lanzada en Reino Unido para manifestarse en contra de los asesinatos de mujeres durante el sexo BDSM) reveló que un tercio de las mujeres menores de 40 años habían sufrido bofetadas, escupitajos o asfixia no deseados durante las relaciones sexuales. Y aunque cualquiera que disfrute del

sexo duro debería tener la garantía de practicarlo de forma sana y consentida sin avergonzarse, cuando se trata de la liberación sexual en un mundo donde el porno –y en particular el violento– es tan fácilmente accesible, ¿es en realidad tan sencillo como salir y acostarte con quien quieras, cuando quieras?

“Tanto si mantienes una relación con alguien durante 20 minutos como si lo haces durante 20 años, las normas para cuidar y ser cuidado por esa persona deberían ser las mismas”, destaca Orenstein en Zoom. Sin embargo, con demasiada frecuencia, se sigue socavando este principio. Cuando hablo con chicas jóvenes, su pregunta número uno es: “¿Cómo digo ‘no’ sin herir los sentimientos del otro?”. Salir y admitir: “Esto es lo que quiero, eso es lo que necesito”, es tomar el control. Aunque, la verdad, es que no es suficiente. Debería haber conversaciones más amplias en las escuelas y en los hogares sobre el sexo y el placer; sobre todo teniendo en cuenta que la educación sexual es tan deficiente que es muy posible que quienes se contactan en línea, no hayan recibido una educación sexual adecuada.

Las tres mujeres de este reportaje están conscientes de que la gente acude a ellas porque están llenando un vacío creado por la falta de un debate honesto en la sociedad. “Los jóvenes son bombardeados con imágenes del placer sexual que son totalmente inexactas, ya sea en los medios de comunicación o en la pornografía; además de que el placer sexual sigue estando fuera de la conversación en casa y en las escuelas”, explica Orenstein y continúa: “A través de la educación y socialización negamos a las mujeres el conocimiento de su propio cuerpo. ¡No negaríamos a nadie el conocimiento de su propio codo! Se trata de un efecto del miedo a la sexualidad por completo erróneo, ya que todos los estudios demuestran que, sobre todo las chicas jóvenes, cuanto más conocen su cuerpo, mejores decisiones toman por sí mismas. Incluso son capaces de reconocer si se encuentran en una situación de abuso”.

“No supe nada de la anatomía femenina hasta dos semanas antes de mi operación”, confiesa Rhys, “mi hermana tuvo que dibujarme un diagrama”. Kali añade que la falta de diálogo en torno a la masturbación femenina está relacionada con la vergüenza que rodea el disfrute del sexo, en especial porque los comentarios que recibe criticando su estilo de vida a menudo no son solo de hombres: varios son de mujeres. Kenna es muy consciente de su responsabilidad a la hora de hablar de BDSM en una plataforma en la que cualquiera puede tener una cuenta a partir de los 13 (en sus directrices para la comunidad, TikTok señala: “Nos esforzamos por crear una plataforma acogedora y segura. No permitimos desnudos, pornografía ni contenido sexual explícito. También prohibimos los contenidos que muestren o apoyen actos sexuales no consentidos, el intercambio de imágenes íntimas no consentidas y la incitación sexual para adultos”). “Me siento responsable”, acepta, y amplía que cuando descubrió el BDSM, le encantó, pero la persona con quien lo practicaba ha sido procesada por abusos. “La edad marca la diferencia cuando haces cosas: cuando eres más joven no cuestionas nada; yo regresaba a casa y pensaba: ‘Me sentí un poco rara con eso, pero él dijo que estaba bien...’”. Por eso quiere compartir sus consejos, basada en lo que ha aprendido de experiencias tanto buenas como malas, sobre cómo determinar lo que puede ser agradable cuando se trata de sexo.

En última instancia, vale la pena recordar que cuando estás escuchando la narración de una persona sobre su vida sexual, eso es justo lo que es: el relato de una persona. Nadie debería ver un TikTok y pensar: “Voy a salir y hacer exactamente eso y me la voy a pasar tan bien como esa persona” (OMG!). El sexo es algo en absoluto individual, pero lo que la gente debería sacar de esta nueva ola de estrellas de las redes sociales es la idea de anteponer su propio placer; ahí está lo que de verdad tendríamos que imitar.

“Si él va a elegir cómo me ve, basándose en que tengo sexo con él a la primera, no es alguien con quien quiera estar, en primer lugar...”.

Cuando miro hacia atrás para recordar el sexo que tenía en mis años de juventud, veo que para nada era una aspirante a Sandra Dee rechazando a todos los hombres que deseaban acostarse conmigo, aunque reconozco que sí elegía a los tipos que se ponían a sí mismos primero, que solo buscaban y pensaban en su propio placer. Era casi como si tuviera miedo de mi propio placer. Es decir, por aquel entonces, mis experiencias sexuales solían consistir en hacer lo que el hombre quería, incluso cuando me dolía. Me crié en un hogar donde el sexo era positivo (mi madre me hablaba de la masturbación); sin embargo, la idea social de que los deseos masculinos eran siempre primero y de que una debe complacerlos, caló hondo, impidiéndome vivir lo que yo quería en aquel momento. Y está claro que esos mensajes no han desaparecido. Incluso, con el acceso tan fácil a la pornografía, quizá han empeorado. Orenstein me contó que muchas adolescentes con las que habló hacían sexo oral porque “el hombre lo espera”. Esa es la trascendencia real de Kenna, Kali y Rhys: ellas nos muestran la importancia de escuchar lo que queremos y no lo que los demás esperan de nosotras.

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2023-09-01T07:00:00.0000000Z

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