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Frank Sinatra

Las mujeres querían a un hombre así y los hombres deseaban ser como él. Sinatra escribió su nombre en la historia gracias a su voz inigualable. A 25 años de su partida, recordamos el carisma de “Ol’ Blue Eyes”.

POR MÓNICA ISABEL PÉREZ

Estados Unidos, 1936. El río es la frontera. Frente a él, un muchachito enclenque carga todas sus pertenencias en una maleta diminuta. Tiene 21 años y lo han echado de la casa paterna. No sabe muy bien dónde está parado, pero algo hará con lo que él mismo considera su mejor talento: cantar. Con el pelo castaño revuelto y los azules ojos bien abiertos, desde la orilla del Hudson ve con ansiedad la ciudad que tiene enfrente: la inmensa, temible y maravillosa Nueva York.

“Cuando crucé ese río me pareció que estaba en la mejor ciudad del mundo. Era como una mujer grande y preciosa”, le platicó a su hijo una noche ya lejana. Habían pasado 38 años de su llegada a la Gran Manzana. “Me dijo aquello una noche de 1974, mientras viajábamos en su limusina. Me agradaba que hablara así en una noche fría neoyorquina”, expresó Frank Sinatra Jr. (1944-2016) recordando a su padre en el documental Sinatra: All or Nothing at All (2015).

Francis Albert Sinatra (Hoboken, 1915), un hijo de inmigrantes anónimo y sin riquezas, hizo lo que un montón de oriundos de Nueva Jersey hacen a diario hasta hoy: buscar su destino en la ciudad vecina que, da la casualidad, es una de las grandes capitales del mundo. Sólo una minoría encuentra el éxito y, entre ese mínimo porcentaje, vaya que resultó estar Frank. Fue, por ende, una coincidencia maravillosa que la última melodía que convirtió en un himno fuera la archifamosa "New York, New York". La cantó por primera vez en 1978, a los 63 años, con una voz ya envejecida. El tema, que se volvió un clásico atemporal, cuenta la historia de quienes, como él, dejan sus pueblos con el sueño de convertirse en “el número uno” de la gran urbe. “Lo que conmueve”, cuenta el crítico Terry Teachout en el documental, “es que se trataba de un hombre que, en su juventud, miraba el río y veía reflejados sus sueños. Y luego a esa edad, en la vejez, cantaba una canción sobre los sueños que cumplió”.

Frank grabó dos mil canciones y actuó en 58 películas. En la imagen lo vemos con Bing Crosby y Grace Kelly.

TODO O NADA

Cuando F. Sinatra llegó a Nueva York, lo único que tenía además de su maleta eran 60 dólares que representaban todos sus ahorros, así que buscó trabajo. Quería cantar de tiempo completo, pero su experiencia se limitaba a dos cosas: la primera, a sus años como cantante de bar en la cantina de sus padres. Su público, compuesto por los borrachines vecinos, lo aclamaba mientras los chicos de su edad lo molestaban lanzando hacia su megáfono monedas, papeles o cualquier objeto, lo que hizo que su madre le comprara un aparato entonces muy innovador: un micrófono. La segunda vivencia que tuvo fue haber ganado un concurso de cazatalentos en la radio, un gran golpe de suerte, porque él no había sido el triunfador absoluto. Había empatado con un trío de jóvenes de su misma localidad y el productor decidió darles el premio a las dos propuestas, los unió y los bautizo como los Hoboken Four. El premio incluyó una gira por el este de Estados Unidos y Canadá, en la que Frank hizo un poco de dinero, pero en la que se sintió tan abrumado que volvió a casa y empezó a trabajar gratis para algunas orquestas. La falta de ingresos y de dirección, sumada a su decisión de no estudiar, llevó a su padre a darle “un empujón” hacia la independencia. “Una mañana, al llegar de su turno nocturno, me dijo: ‘Múdate por tu cuenta’. Yo estaba desayunando y el huevo se me quedó atorado en la garganta como 20 minutos. Mi mamá comenzó a llorar, pero entendimos que era lo mejor”, contó décadas después. Pese a su vaga experiencia en el negocio, Sinatra no quitó el dedo del renglón. Aprendía todo lo que podía y colaboraba, aunque fuera de manera ocasional, con algunas orquestas. Lo llamaron para algo más estable en el conjunto The Rustic Cabin, que tenía un espacio radial, y así comenzó a sonar con más frecuencia en los hogares de Nueva Jersey. Luego tomó clases de canto con el maestro John Quinlan, quien le cobraba tres dólares por tres sesiones a la semana, y el sonido de su voz, cada vez más entrenada, llegó a Harry Arden, famoso porque su orquesta se escuchaba todas las noches en la radio neoyorquina. Amante del protagonismo, Arden no sabía lo que le esperaba cuando contrató al joven Frank para que cantara con él: muy pronto toda la atención estaba centrada en el nuevo chico, las adolescentes se arremolinaban para verlo y la crítica lo alababa. Cuando la banda cayó en bancarrota, Frank encontró trabajo con facilidad en la de Tommy Dorsey, a quien Sinatra dejó en 1941. Dorsey lo dejó ir a cambio de que el cantante firmara un contrato asegurándole que le

“El alcohol es el peor enemigo del hombre, pero la Biblia dice que debes amar a tus enemigos”.

daría, de manera vitalicia, un tercio de sus ganancias. Y es que bastaba echarle un ojo a Sinatra para saber lo que pasaría: nacería una superestrella.

EXTRAÑOS EN LA NOCHE

Cuando la fama llegó, Sinatra tenía una vida modesta. Se había casado en 1938 con Nancy Barbato, tras seis años de noviazgo, y acababa de nacer la primera hija de ambos, Nancy Sinatra (famosa en los 60 por “These Boots Are Made for Walkin’”). La familia empezó a recibir atención mediática positiva; al mundo le gustaba saber que ese joven carismático y talentoso era, además, un buen católico y padre de familia (en 1944 nació Frank Jr. y cuatro años después, el cuadro se completó con Tina). Pero luego empezó a ser difícil ocultar que a Frank le gustaba irse de fiesta y conquistar a las mujeres que se le atravesaban. Y es que todas caían rendidas ante sus ojos azules y sus canciones hiperrománticas.

Las adolescentes llenaban los teatros donde se presentaba y protagonizaron los primeros casos de historia colectiva debida a un cantante pop. Ante ese éxito, fue fácil para los lobos de mar del entretenimiento saber que el siguiente paso era llevarlo al cine. Nadie había notado los talentos histriónicos de Frank, quien aparecía en la pantalla bailando y cantando de manera bobalicona.

Entonces comenzó el declive: el no haber hecho su servicio en la Segunda Guerra Mundial (argumentando un tímpano perforado) y que sus infidelidades fueran cada vez más indiscretas fueron factores que mermaron su imagen. Las ventas de sus discos bajaron y, para colmo, un problema en la garganta le hizo perder la voz, esto lo deprimió y alejó de los escenarios. Justo en ese periodo mantenía un escandaloso romance con la actriz Ava Gardner, que provocó, en 1950, su divorcio de Nancy. A los pocos días se casó con Ava, a quien llamaban “el animal más bello del mundo”, mote que ella odiaba. Su inteligencia y fiereza fueron la gota

“El único cantante mejor que yo es Michael Jackson”.

que derramó el vaso de los fracasos de Sinatra, quien prefería mujeres dóciles. Su matrimonio, que duró seis años, fue muy turbulento; la carrera de ella estaba en ascenso y la de él declinaba, y Sinatra, celoso, comenzó a beber como nunca. El punto más bajo llegó cuando ella se practicó un aborto por no sentirse lista para ser madre. Esta bella mujer de pensamientos liberales fue su perdición y, aunque se divorciaron en 1957, la consideró su gran amor.

DE REGRESO A LA CIMA

Sumido en la depresión y el alcoholismo, Frank se convirtió en una sombra de lo que había sido. Sus viajes por el mundo persiguiendo a Ava mientras ella filmaba lo habían dejado en quiebra.

Era frecuente encontrarlo vagando por las calles de Nueva York, donde causaba lástima. Pero como un ave fénix, volvió. Se enteró que el director Fred Zinnemann llevaría al cine la novela de James Jones, From Here to Eternity, con la cual se había identificado tanto que no dudó en rogar por que le dieran el papel de Maggio. Llamó a los estudios día y noche hasta que, por influencia de Gardner, el rol fue suyo. Su gran tristeza y su apuro económico (por esa cinta no le pagaron los miles de dólares que esperaba) le devolvieron su disciplina y, en los Oscar de 1954, se levantó a recoger la estatuilla a Mejor actor de reparto.

Sinatra volvió a tomar el timón de su vida. Su voz regresó y, con ella, el éxito y la abundancia. Firmó un contrato con Capitol Records, donde grabó algunos de sus discos más importantes (Come Fly With Me, Only the Lonely, No One Cares) y su estilo de vida se convirtió en el glamour absoluto con el que el mundo lo recuerda. Había dejado su imagen de ídolo juvenil y ahora vestía elegantes abrigos largos y sombreros que combinaban con sus cigarros y su vaso lleno de Jack Daniel’s. Empezó a frecuentar Las Vegas, donde organizaba grandes fiestas con su pandilla de amigos, conocida como “el Rat Pack” y que incluía a Dean Martin, Sammy Davis Jr., Joey Bishop y Peter Lawford. Todos los diarios hablaban de sus relaciones polémicas con políticos y mafiosos, y en medio de esa locura, mientras averiguaba cómo competir contra el rock and roll, conoció a la actriz Mia Farrow. Se casaron en 1966 cuando ella tenía 21 años y él, 51. En medio de las protestas antiguerra de Vietnam y el furor por los Beatles, la brecha generacional entre ellos se hizo todavía más amplia, y se divorciaron en 1968.

“Un hombre no conoce lo que es la felicidad hasta que se casa. Pero entonces, ya es demasiado tarde”.

BIOGRAFÍA

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2023-12-01T08:00:00.0000000Z

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