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DURANTE EL BAILE, TODOS LA RODEAN; DESPUÉS, SE QUEDA SOLA

—ANNIE ROTH

TODAS LAS PRIMAVERAS, los ánimos se calientan en el desierto de Sonora. Los cactus florecen y las abejas de los cactus (Diadasia rinconis) salen de sus nidos subterráneos donde rompieron el cascarón y maduraron. Los machos salen primero y les siguen las hembras. En cuanto aparecen las primeras, un enjambre de pretendientes se abalanza y compiten por conseguir la mejor posición en su espalda. Forman una bola caótica, inusual espectáculo de la naturaleza. También es el debut de las hembras en la maternidad. A diferencia de las abejas melíferas, las de los cactus son solitarias. Después de aparearse, las hembras vuelan a lugares desconocidos y pasan sus días en un estado de animación suspendida conocido como diapausa, que les permite sobrevivir en las temperaturas extremas del desierto. En la primavera del siguiente año, cuando los cactus vuelven a florecer, cavan en la tierra para hacer sus nidos. A cada huevo le hacen una casilla individual y dejan una pasta hecha de polen y néctar que será el alimento de su futura progenie. Después de poner sus huevos y sellar las entradas de los nidos, las hembras mueren. Unos 15 días después, cuando las crías salen de los nidos como adultos, el ciclo empieza otra vez.

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2023-06-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa