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UN RESPIRO TEMPORAL

UNA AGOTADORA INCURSIÓN A LA INDUSTRIA ESTADOUNIDENSE DE TIGRES CAUTIVOS CULMINA CON UN RAYO DE ESPERANZA

POR STEVE WINTER, CON SHARON GUYNUP

NUESTRA INVESTIGACIÓN DE DOS AÑOS, centrada en los tigres cautivos en Estados Unidos, nos llevó a recorrer 32 estados del país donde vivimos algunas experiencias realmente perturbadoras. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha límite para entregar nuestro reportaje a National Geographic, seguía en la búsqueda de una imagen poderosa y esperanzadora. Cuando empezamos nuestro reportaje en 2017 (Sharon se encargó de escribir, yo de fotografiar y nuestro hijo, Nick Ruggia, de filmar), es probable que en Estados Unidos vivieran más tigres enjaulados que en libertad. Las estimaciones variaban entre 5 000 y 10 000 ejemplares, pero, con la escasa supervisión gubernamental, nadie conoce la cifra exacta.

No había ninguna ley federal que regulara la propiedad de los grandes felinos.

Los zoológicos ambulantes, que permitían a los turistas abrazar a los cachorros y tomarse selfis con ellos, eran el origen de lo que se ha denominado la crisis de los tigres en Estados Unidos. Los felinos criados en cautiverio terminaban con frecuencia en el comercio ilegal de animales salvajes. Para mantener el suministro continuo de crías, las tigresas se veían obligadas a parir una camada tras otra. Los cachorros, separados de sus madres al nacer, eran mal alimentados y manipulados por cientos de personas. Cuando se hacían demasiado grandes y peligrosos para acariciarlos, alrededor de las 12 semanas de vida, los

cachorros se convertían en ejemplares reproductores, se exhibían o simplemente desaparecían. Muchos de estos lugares se hacían pasar por santuarios. Al menos uno de ellos obtenía ingresos anuales de un millón de dólares o más.

En nuestro periplo por el país entrevistamos a cientos de personas, incluidos propietarios, trabajadores y clientes de este tipo de zoológicos, así como a biólogos, conservacionistas, fiscales y agentes del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. A veces trabajábamos de incógnito, otras veces no. Filmamos y fotografiamos a diversas personas que acariciaban a cachorros en zoológicos deteriorados, un safari de lujo, una feria de condado en Illinois y una sala de estar en Oklahoma. Vimos a tigres enfermos y esqueléticos que vivían en condiciones miserables, algunos con cicatrices, estrabismo o discapacitados. Descubrimos actividades ilícitas, como maltrato de animales, donaciones utilizadas en beneficio propio y tráfico de animales salvajes, lo que impulsa la caza furtiva de los últimos tigres que sobreviven en libertad. Aunque documentamos las entrañas de esta industria, también queríamos mostrar una mejor vida para estos magníficos depredadores (incapaces de volver a su hábitat natural) en cautiverio. A dos semanas de la fecha límite de entrega me dirigí al Wild Animal

Sanctuary, ubicado en los alrededores de Denver, donde felinos bien criados deambulan por varias hectáreas de hábitat.

Ahí conocí a Clay, Daniel y Enzo, tres de los 39 tigres rescatados del antiguo zoológico de Joe Exotic. Estos enormes felinos, casi adultos, jugueteaban, corrían junto a nuestro vehículo mientras cruzábamos la cerca y forcejeaban con sus patas traseras, una conducta que solo había visto en tigres salvajes. Entonces escuché que mi asistente susurraba en voz alta: “Steve, dijiste que querías un arcoíris. ¡Ahí lo tienes!”. El tercer tigre apoyó la cabeza en el tanque y en ese momento conseguí la foto: tres tigres contentos enmarcados por un arcoíris.

Cuando el reportaje se publicó en 2019, los miembros del Congreso de Estados Unidos que habían impulsado propuestas para regular la situación de los grandes felinos recibieron una copia de nuestro trabajo. Tres años después, la Iniciativa de Seguridad Pública de los Grandes Felinos se convirtió en ley, la cual prohíbe la propiedad privada en la mayoría de las circunstancias, además del contacto público con estos animales. La industria estadounidense basada en acariciar a cachorros ya es cosa del pasado.

GALARDONADOS

National Geographic Society concede cada año el Premio Eliza Scidmore a la historias destacadas en temas de ciencia. El premio lleva el nombre de la escritora y fotógrafa que, en 1892, se convirtió en la primera mujer elegida para formar parte de la junta directiva de esta organización. En 2024, el premio reconocerá a los exploradores Steve Winter y Sharon Guynup por su fascinante reportaje sobre la terrible situación de los tigres cautivos en Estados Unidos.

Steve Winter fotografió y Sharon Guynup escribió “The Tigers Next Door” (“Los tigres vecinos”), que apareció en el número de diciembre de 2019 de la revista.

EXPLORA / TRAVÉS DE LA LENTE

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2023-12-01T08:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa