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MIENTRAS LLEGA EL AMOR

Chris y Kylie siempre fueron los mejores amigos, y desde adolescentes exploraron muchas emociones. Ahora se reencuentran y descubren que la amistad sigue tan fuerte, así como otros sentimientos...

POR PILAR PORTOCARRERO

Kylie terminó de acomodar su ropa y cansada se recostó sobre la cama. Desde hacía un año que no regresaba a casa, y ahora que veía su habitación, se daba cuenta lo mucho que la extrañaba. Nació en Harrison, un pueblo de Nueva Jersey, y vivió con sus padres hasta que fue a la universidad. Ellos eran el matrimonio perfecto, y Bob, el típico hermano que nunca la dejaba tranquila.

–Toma... está recién preparado –dijo su madre al entrar a su habitación.

–¡Chocolate caliente! –exclamó Kylie, sentándose para agarrar la taza.

–Y con malvaviscos, como te gusta. –¡Mamá!, esto es caloría extra...

–Vamos, Kylie, deja de preocuparte por la dieta, por lo menos cuando estés aquí.

Ella tomó un sorbo, resignada a regresar a Nueva York con algunos kilos demás. Luego volvería a las ensaladas y al café sin azúcar, pero por el momento disfrutaría de todas las delicias del hogar.

–Me encontré con la hermana de Chris –le comentó su madre–, me dijo que viene a pasar Navidad.

–Qué bueno, en realidad desde la prepa no regresa al pueblo.

–Es que estuvo en Europa, ¿no supiste de él en todo este tiempo?

–La última vez que tuvimos contacto fue en la fiesta de graduación.

Y en segundos viajó hasta esa noche sonriendo con nostalgia.

–¿De qué te acordaste? –preguntó su madre. –De lo bien que la pasábamos juntos. ¿Sabes cuándo llega él?

–Mañana. Si quieres más chocolate ve a la cocina, debo avanzar con la cena –agregó, saliendo de su habitación.

Kylie abrió la gaveta de su escritorio y encontró el anuario de la escuela.

–Kylie Robinson –leyó en voz alta la nota que acompañaba su fotografía–, me gustan las matemáticas y adoro las canciones de Kenny Rogers, aunque Chris se burle de mí.

–Son demasiado cursis –le decía–, esto, en cambio, sí es música...

Y ponía las canciones de Nirvana, su banda favorita. A menudo discutían defendiendo sus gustos, hasta que él agregaba:

–Un día me darás la razón.

A pesar de los años, ella seguía pensando que no había nadie mejor que Kenny Rogers.

Chris cruzó el patio del colegio, y recorrió el pasadizo hasta llegar al locker 95. Durante la prepa fue el lugar donde guardó sus secretos, como una vieja fotografía al lado de Nicole, la niña que le gustó desde los cinco años, y que en la preparatoria se convirtió en la chica más popular, siempre acompañada por algún patán del equipo de básquetbol. La veía de lejos, y suspiraba a escondidas cuando pasaba junto a él, hasta que Kylie lo descubrió.

–Pensé que tenías sesos –le dijo.

–Nicole es linda –se defendió.

–Tiene una cara bonita y un cuerpazo, y todas las mujeres nos morimos por tener sus piernas –exclamó colérica.

–¿Ves que me das la razón?

–Pero no tiene cerebro, es incapaz de hilar pensamientos coherentes–explotó, levantando la voz. –A quién le importa –respondió.

A raíz de eso, Kylie lo dejó plantado en la cafetería, y le dejó de hablar una semana.

Hasta entonces él se dio cuenta de lo mucho que la quería y extrañaba. La buscó para hacer las paces, y ella aprovechó en arrancarle algunas promesas que cumplió a regañadientes.

–Levanta la mano, Christopher Mitman –le dijo muy seria–, no puedes tener todo en la vida. Decide ahora, o ella o yo...

Todos sabían la guerra sin cuartel que ambas tenían desde el jardín de infantes, que comenzó cuando se pelearon por una muñeca que ninguna quería dejar. Luego Nicole le quitó el novio a Kylie, y Peter Jones se convirtió en otra razón por la que ambas dejaron de hablarse.

–Prométeme que cuando ‘ésa’ pase por tu lado no voltearás a mirarla –dijo furiosa.

–Lo prometo –respondió resignado.

–... Y que no le darás tu tarea para que la copie. –¡Kylie!

–Prométemelo, Chris... –dijo, poniéndolo contra la pared–, quiero ver qué tan amigo mío eres.

Tenía 17, y tuvo que hacer una elección de la que nunca se arrepintió.

Kylie terminó de secar los platos y salió a caminar. El frío le calaba los huesos. Se abrazó y sin darse cuenta llegó al desvío en la carretera, y siguió de largo hasta la cabaña de los Jackson. Desde la muerte de los ancianos se había convertido en propiedad de todos, alguien cortaba el jardín y mantenía limpio el interior, cuidando siempre en dejar los leños junto a la chimenea. Fue ahí donde ella y Chris pasaron los mejores momentos, y hoy estaba devuelta para recordar su historia.

–¡No lo puedo creer! –dijo Chris, apareciendo entre las sombras– ¿Kylie?

–Me asustaste... –exclamó ella, con el corazón en la garganta.

–Tú también... –agregó–. ¿Y no hay un abrazo para este hombre que te ha extrañado?

–Mentiroso –murmuró, caminando a su encuentro, y se abrazaron mientras el pasado borraba 10 años de ausencia.

–Estuve en la escuela... –comentó Chris, feliz de ver sus ojos almendrados–, paré de camino a casa.

–Pensé que llegabas mañana...

–Quise sorprender a mi madre, pero si sigo deteniéndome en cada lugar que me trae recuerdos, llegaré por la madrugada.

El silencio los atrapó mientras veían de reojo hacia la chimenea, donde una noche, años antes, tendieron una manta con la idea de conversar, pero un beso los sorprendió haciéndolos temblar.

–Aquí pasaron muchas cosas –dijo Chris, trayéndola al presente–, fue delicioso lo que vivimos.

–Tienes razón... –agregó nostálgica–, aún recuerdo bien lo que nos dijimos la primera noche que nos besamos.

Y al mismo tiempo repitieron la frase en la que se escudaron, para continuar con una aventura inolvidable.

–... Mientras llega el amor –exclamaron en ese entonces, cuando ella estaba dolida por la traición de Peter, que la ilusionó sin saber que también coqueteaba con Nicole. Unieron sus soledades sin más compromiso que el de pasarla bien, hasta que a alguno le volviera a interesar otra persona. Y así fue hasta la noche de la fiesta, cuando se despidieron luego de hacer el amor.

Kylie se acostó en su cama pensando en Chris. Le gustó mucho volver a encontrarlo, tomar sus manos, mirarse en sus ojos; sentir esa emoción que siempre la acompañaba cuando estaban en la cabaña.

Escuchó su celular y vio su nombre en la pantalla, su amigo Chris le había pedido su número antes de dejarla en su casa.

–Nunca debimos perder el contacto –le dijo–, pero eso no volverá a pasar.

–Hola... –respondió, sintiendo mucha ansiedad. –¿Estás durmiendo?

–No, pero ya estoy en la cama.

–Tengo una botella de vino, ¿te gustaría ir conmigo a la cabaña?

Kylie se quedó en silencio, sabía lo que podía pasar si se encontraban. Habían conversado, y a ninguno le había ido bien en el amor. Ella acababa de terminar una relación de tres años, y él se había acostumbrado a andar de conquistador con cuanta mujer conocía.

No podía negar que sentía cosquillas en el cuerpo ante la idea de volver a estar con él. Con Chris todo fue perfecto, siempre intuyó lo que necesitaba, y ahora no tenía que ser diferente. Bastó que se miraran para sentir que seguían siendo los mejores amigos, y por qué no, quería averiguar si seguían siendo los mejores amantes.

–Espérame... –respondió, después de unos segundos. Salió por la puerta de atrás, y subió al auto de Chris estacionado a unos metros de su casa.

–Como en los viejos tiempos –dijo ella, al recordar las veces que escapó para verlo.

–Sólo falta algo para que sea igual...–agregó él, levantando su barbilla para besarla en los labios, los cuales eran tan suaves como los recordaba.

No tuvo tiempo de asimilar lo que vendría, sólo sintió su boca sobre la suya, y se dejó llevar por las sensaciones que recorrieron su cuerpo. Las mismas que antes la dejaron expuesta a la pasión.

–¡Dios, Kylie! –murmuró él sobre sus labios, antes de volver a besarla y sentir interminable el trayecto hasta la cabaña.

El deseo había despertado sus instintos. No importaba el tiempo que dejaron de verse, la necesidad estaba entre los dos, y sólo saciándola podrían estar tranquilos.

Chris tendió la manta que llevaba y ambos cayeron sobre el piso, quitándose la ropa. Y ahí en la penumbra, ellos volvieron a encontrarse y a explorar el placer.

Más tarde, Chris sirvió el vino y le entregó una copa a Kylie, que trataba de recuperar el aliento.

–Fue increíble –murmuró él, mientras la besaba en la mejilla–, mejor que antes, mejor que todo lo que he vivido.

–Conmigo no tienes que mentir...

–No miento, ¿tú no lo has sentido así?

Claro que lo sintió, desde el momento que la besó; nadie se había adueñado de su boca con esa seguridad que la llevaba al límite de sus emociones.

–Es verdad... –admitió –, contigo todo es diferente, quizá porque somos amigos.

–Y porque somos cómplices, y ese lazo es muy difícil de romper.

Terminaron el vino en medio de una plática que trató de resumir lo que habían hecho en los últimos años. Kylie era economista y trabajaba en un banco, mientras Chris era asesor de inversiones.

–Nunca debimos prometer que no nos buscaríamos –dijo él, y entonces recordó la última noche que se vieron años atrás.

–Queríamos encontrar el amor, y si seguíamos juntos eso nunca ocurriría.

–¿Y de qué nos sirvió? –agregó Chris, tomando su mano–, igual estamos solos, y ya no quiero seguir así.

Se besaron dispuestos a recuperar el tiempo perdido, mientras caían los primeros copos de nieve, que no lograban enfriar el calor del interior.

Al día siguiente, Kylie se sorprendió con la visita de Peter, a quién tampoco había visto desde la prepa.

–Cuando te vi en el mall en serio que no lo podía creer –le dijo sonriendo.

Platicaron y acordaron salir en la noche.

–Paso por ti a las ocho –dijo él, despidiéndose desde la puerta.

Le habría gustado negarse, pero no pudo ser descortés cuando en todo momento se mostró galante, y hasta le ofreció disculpas por el episodio con Nicole.

Llamó a Chris para decirle que saldría con Peter, tal vez se animaba y los alcanzaba en el bar, pero no le respondió. Estaba inquieta por él, y deseando volver a verlo muy pronto.

–¡Qué sorpresa verte! –exclamó Kylie al encontrarse con su amigo en el bar.

–Lo mismo digo –dijo Chris, mirando a Peter. –¿Estás solo? –preguntó, pero al instante vio a Nicole acercándose a ellos.

–Vino conmigo –señaló Nicole, mientras se acomodaba el escote que dejaba ver parte de sus senos.

–Mejor nos vamos –dijo Kylie, mirando a Peter que también estaba incómodo. Después de la fiesta de graduación, Nicole terminó con él, y a los pocos días ya tenía otro novio, un empresario algunos años mayor, con el que luego se fugó. Peros u aventura duró unos meses, y regresó al pueblo en donde ahora trabajaba en empleos temporales.

–Qué bueno que se vayan –exclamó Nicole–, Chris y yo tenemos mucho de qué hablar, ¿verdad, cariño? –agregó, dándole un beso en la mejilla.

–Ahora entiendo muy bien por qué dijiste que ya no querías seguir solo –exclamó Kylie, mirando con amargura a Chris.

Salieron del bar y ella apenas controlaba su agitación. Sabía de mucha gente que después de años, hacía realidad ese amor que en la adolescencia nunca pudo concretarse. Y Nicole era para Chris su primera ilusión, y todos los sueños que lo hicieron suspirar por las noches.

Se sintió apenada con Peter, pero tras ver a Chris acompañado, se le fueron las ganas de comportarse con diplomacia.

–Quiero ir a casa –le dijo, y Peter condujo en silencio mientras ella se limpiaba con disimulo algunas lágrimas.

Debía reconocer que Nicole seguía tan linda como siempre, y ella sentía los mismos celos. Nunca le gustó que Chris pareciera un bobo cada vez que la miraba, y ahora entendía la verdadera razón de su rabia.

Amaneció nevando, pero nada impidió que saliera a comprar regalos. Necesitaba huir de casa para ahuyentar su mal humor, y no malograr la Nochebuena a su familia.

Cenó con todos en casa y se acostó temprano, le cansaba fingir que se sentía feliz cuando en realidad tenía ganas de llorar. Además, nadie notaría su ausencia, estaban pendientes de su cuñada y de su pequeña barriga de embarazo. Kylie no sabía nada de Chris, y pensó que era lo mejor. La verdad no quería volver a verlo y que descubriera que se había enamorado de él.

–¡Feliz Navidad! –le dijo su madre–, te estamos esperando para abrir los regalos.

Apenas había dormido, pero se obligó a sonreír mientras recibía sus obsequios, y sólo después del almuerzo, le dio la noticia a su familia.

–Regreso a Nueva York en el tren de las seis –comentó, ocultando su tristeza.

–¿Por qué? –preguntó su madre–, pensé que te quedarías más tiempo.

–Kylie ya no es una niña –dijo su padre.

–Están anunciando una tormenta, lo escuché en las noticias –intervino su hermano.

–Eso dicen todos los años –señaló Kylie–, iré a hacer mi equipaje.

Los dejó murmurando mientras pensaba regresar a la cabaña por última vez. Necesitaba despedirse de ese lugar para cerrar una etapa que debía dejar en el pasado.

Cerró la puerta de la cabaña en medio de un ventarrón que la asustó. No podía volver a casa. Buscó los leños junto a la chimenea, pero no encontró cerillos para prender el fuego.

Temblaba de frío mientras pensaba que podía morir de hipotermia, hasta que su familia la encontrara. Trató de no sentirse miserable, sin embargo, todas sus emociones se centraban en el dolor de un amor que nunca había reparado.

La tarde oscureció, y ella tiritaba mientras la tormenta cobraba fuerza.

–¿Por qué nunca la olvidaste? –dijo entre sollozos–. ¿Por qué nunca te fijaste en mí? nos golpes en la puerta de la cabaña hicieron que reaccionara.

U–Kylie... ¡Abre! Kylie...

Con esfuerzo sacó la tranquera y vio a Chris envuelto en una chamarra y con la nieve en sus pestañas. Traía una bolsa en la mano, mientras el viento soplaba tan fuerte que apenas mantenía el equilibrio.

–Hay que estar loca para salir con este tiempo –dijo malhumorado.

–No estaba así... –se defendió.

–Llama a tu madre, está desesperada. Saliste sin celular –agregó molesto.

Marcó a su casa desde el celular de Chris, mientras él prendía los leños y atizaba el fuego de la chimenea.

–¿Qué habría pasado si no venía a buscarte? –le dijo angustiado, cubriéndola con una manta que había llevado.

–¿Y para qué viniste?

–Para decirte que estabas equivocada... No quiero seguir solo, pero tampoco deseo a otra mujer que no seas tú.

–Creí que hablabas de Nicole, estabas con ella... –Tú con Peter...

–Él no significa nada.

–Nicole tampoco.

–Pero siempre ha sido tu gran amor –dijo Kylie entre sollozos.

–Fue una ilusión, tú eres mi verdad.

–Nunca debí obligarte a alejarte de ella.

–Qué bueno que lo hiciste. Así descubrí que me moriría si no estaba contigo.

Se besaron ansiosos, ajenos a la fuerte tormenta que los abrazaba, ignorando el frío que se colaba por el alféizar de la ventana.

–¿Sabes por qué siempre fue perfecto? –murmuró Chris, ilusionado–, porque además de amistad hubo amor, pero nunca nos dimos cuenta. –Siempre he pensado en ti –confesó ella.

–Yo también, y tengo cómo demostrarlo–dijo él lleno de felicidad.

Prendió la música de su celular, y en el ambiente se dejó escuchar la voz ronca de Kenny Rogers, cantando una canción que resumía lo que él sentía. “Soy el hombre de tu vida y te amo...”.

–No lo puedo creer –murmuró ella, mientras Chris la tomaba entre sus brazos para bailar.

–Te amo, y siempre fue así... –le dijo emocionado. Luego cayeron sobre la manta y se amaron bajo el fuego de la chimenea, que servía de fondo.

–Feliz Navidad –dijo él, entre cada beso que dejaba sobre los labios de Kylie.

–Feliz Navidad –respondió ella, entre cada caricia que dejaba por su cuerpo.

LA NOVELA

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2022-12-01T08:00:00.0000000Z

2022-12-01T08:00:00.0000000Z

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