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BIOGRAFÍA

En el centenario de su natalicio, las palabras del fallecido autor portugués, Premio Nobel de Literatura, continúan siendo lecciones de vida.

POR LUIS FELIPE BRICE

En el centenario de su natalicio, recordamos los hechos que marcaron la vida de José Saramago.

La llegada al mundo del escritor José Saramago estuvo marcada por dos hechos, tan curiosos como significativos, que él mismo narra en su autobiografía: “Mis padres se llamaban José de Sousa y Maria da Piedade. José de Sousa también habría sido mi nombre si el funcionario del registro civil, por iniciativa propia, no hubiera agregado el apodo por el que se conocía a la familia de mi padre en el pueblo: Saramago (cabe aclarar que el saramago es una planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos tiempos –de necesidad–, servían de alimento en la cocina de los pobres). Sólo cuando tenía siete años, al momento de que tuve que presentar un documento de identidad en la escuela primaria, se supo que mi nombre completo era José de Sousa Saramago… Sin embargo, éste no fue el único problema de identidad que tuve que enfrentar en la cuna. Aunque vine al mundo el 16 de noviembre de 1922, mis documentos oficiales señalan que nací dos días después, el 18. Fue gracias a este pequeño fraude que la familia escapó al pago de la multa por falta de declaración de nacimiento, dentro del plazo legal”.

EL NIÑO QUE FUE

Los primeros dos años de vida del pequeño José Saramago transcurrieron en su natal Azinhaga, un pueblito del centro de Portugal, donde su padre trabajaba en el campo como jornalero a cambio de un exiguo salario. En 1924 su progenitor decidió migrar con su familia a la capital del país, Lisboa, donde consiguió empleo como policía. A los pocos meses de radicar en esa ciudad murió su único hermano, Francisco.

Sin duda, con su mudanza a la gran urbe, las condiciones económicas de los Sousa mejoraron, pero no demasiado. Durante varios años habitaron en viviendas que compartían con otras familias, hasta que finalmente, cuando José tenía entre 13 y 14 años, vivieron en una casa sólo para ellos, aunque un tanto diminuta. A lo largo de esa época, él solía pasar largas temporadas con sus queridos abuelos maternos, Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha, quienes vivían en Azinhaga de la cría de cerdos. Acerca de ellos, el escritor que recomendaba: “Déjate guiar por el niño que fuiste” cuenta un par de anécdotas que son lecciones de vida.

En una de esas historias relata que sus abuelos “eran gente muy pobre, habitaban una casa casi miserable donde el frío en el invierno no se podía soportar y ellos, para proteger su subsistencia, se llevaban a la cama a los dos o tres lechones más débiles para, con su propio calor, mantenerlos con vida. Si los animales se quedaban fuera, en las pocilgas mal abrigadas, lo más seguro era que el frío los matara”.

La otra historia se refiere específicamente a su abuelo Jerónimo: “Teniendo él, 72 o 73 años, sufrió un accidente vascular que al principio no parecía muy grave, pero que aconsejó su traslado a Lisboa para ser tratado en un hospital… Cuando el coche que habría de llevarlo a la estación de trenes estaba en la puerta, fue al huerto y se despidió de todos los árboles, abrazándose a cada uno de ellos y llorando. Este viejo pastor, rudo,

analfabeto, tenía dentro de sí un tesoro de sensibilidad tal que, adivinando que no volvería a su casa, se despidió de seres vivos con quienes nunca podía haber entablado una plática, que parece que no sienten, pero él sí, él que hablaba, él que sentía, reconocía en aquellos árboles que habían sido para él la vida y se despidió de ellos como de los hijos o de los hermanos o de los nietos. Mi abuelo no separaba la vida de la vida, parecía habitar en la superficie de las cosas, pero al final demostró que su mundo estaba dentro de ellas”.

SIN LIBROS EN CASA

En lo concerniente a su formación académica, José Saramago presumía de haber sido un buen alumno desde la primaria, pues en el segundo grado escribía sin faltas de ortografía y había cursado el tercer y cuarto grados en un solo año. Ya en el bachillerato continuó obteniendo excelentes calificaciones, no obstante, sus padres no pudieron seguirle pagando sus estudios. Su alternativa fue ingresar a una escuela de enseñanza técnica, donde durante cinco años aprendió el oficio de cerrajero. Afortunadamente, el plan de estudios incluía las materias de Francés y Literatura. Fue así como entró en el mundo de las letras, pudiendo leer tan solamente los textos escolares gratuitos, ya que “no tenía libros en casa (mis libros, comprados por mí, incluso con dinero prestado por un amigo, sólo pude tenerlos a los 19 años)”.

Tras egresar de la escuela técnica consiguió trabajo como cerrajero en un taller mecánico de Lisboa. Y como asiduo lector comenzó a frecuentar, en horario nocturno, una biblioteca pública y a desarrollar su vocación de escritor. En 1944, a los 22 años, obtuvo una plaza como empleado administrativo de la seguridad social y contrajo nupcias con la entonces mecanógrafa Ilda Reis, quien llegaría a ser una destacada artista del grabado. En 1947 coincidieron el nacimiento de su única hija, Violante, y la publicación de su primer libro: la novela Tierra de pecado.

Durante las siguientes dos décadas no dio a la imprenta otro libro, pues –según él– “no tenía nada qué decir que valiera la pena”. Fue a lo largo de ese periodo cuando incursionó en la industria editorial como traductor y responsable de producción. No sería sino hasta 1966, a la edad de 44 años, cuando publicaría su segundo libro: Los poemas posibles. A partir de la aparición de este poemario decidió dedicarse de tiempo completo a la escritura, incursionando también en el periodismo y la crítica literaria. En 1970, año de su divorcio de Ilda, publicó el libro de poemas Probablemente alegría e inició una vida en común con la escritora, periodista y traductora Isabel de Nóbrega, considerada una de sus grandes musas al dedicarle su novela Memorial del convento (1982): “A Isabel, porque nada pierde ni repite, porque todo crea y renueva”.

EL PILAR DE SU VIDA

Despedido frecuentemente de sus empleos, a causa de sus expresiones libertarias en contra de los regímenes autoritarios en Portugal, a mediados de la década de 1970, Saramago tomó la decisión de establecerse como un escritor independiente. Gracias a esa determinación, la cantidad y calidad de su producción literaria aumentó notablemente, con las novelas Manual de pintura y

caligrafía (1977), Levantado del suelo (1980), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986) e Historia del cerco de Lisboa (1989); las

“Lo que en mí piensa está sintiendo”.

piezas teatrales La noche (1979) y La segunda vida de Francisco de Asís (1987), y la recopilación de cuentos Casi un objeto (1978), entre otras creaciones de su pluma.

En 1986, a los 64 años, rompió su vínculo con Isabel e inició una relación con la periodista española Pilar del Río, con quien contrajo nupcias en 1988. Ella, además de ser literalmente el pilar de su vida hasta sus últimos días, fue la traductora oficial de su obra al castellano y a quien dedicó su autobiografía de infancia Las pequeñas memorias: “A Pilar, que todavía no había nacido y que tanto tardó en llegar”.

Debido a la censura del gobierno ‘laico’ de su país en contra de su novela El Evangelio según Jesucristo (1991), por considerar “que era un libro ofensivo para los católicos”, Saramago y Pilar se autoexiliaron en la isla de Lanzarote, en el archipiélago de Canarias. Ahí escribió Ensayo sobre la ceguera (1995), Todos los nombres y El cuento de la isla desconocida (1997), e inició la redacción de su diario, titulado Cuadernos de Lanzarote, en cuyas páginas nos revela “su día a día en Lanzarote, adonde trasladó su residencia en 1993. Lo acompaña de preguntas y respuestas, de opiniones certeras y radiantes acerca de lo más cercano

y lo más general, de comentarios sobre amigos y sobre el mundo que le ha tocado vivir”, se lee en el primero de los cinco volúmenes en los cuales se publicarían sus Cuadernos.

ECO DE OTRAS VOCES

El gran momento en la trayectoria de José Saramago llegaría el 8 de octubre de 1998 cuando, a los 76 años, le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura, porque “con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía continuamente nos permite una vez más aprehender una realidad elusiva”, a decir de la academia sueca, que le concedió el galardón. La noticia lo tomó por sorpresa en la Feria del Libro de Frankfort, donde el autor declaró: “El Premio Nobel de Literatura me hace muy feliz y al mismo tiempo siento una gran responsabilidad por ser el primer (y hasta hoy único) escritor en lengua portuguesa que lo recibe”.

El 10 de diciembre del mismo año, vestido de riguroso esmoquin, como lo exige el protocolo de la ceremonia de entrega en la Sala de Conciertos de Estocolmo, Saramago recibió el reconocimiento de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia. En su discurso de aceptación (dedicado a Pilar), el autor concluyó diciendo: “La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, a buen decir, más voz que la voz que ellos tienen. Perdóneseme si les ha parecido poco esto que para mí es todo”.

Luego de ganar el Nobel, la celebridad de Saramago se disparó, obligándolo a participar en innumerables actividades públicas, y haciéndolo acreedor a infinidad de reconocimientos en todo el mundo. Al respecto, él mismo declaró: “Viajé por los cinco continentes dando conferencias, recibiendo títulos académicos y participando en reuniones y congresos, tanto de carácter literario como social y político. Pero, sobre todo, participé en acciones para reivindicar la dignidad de los seres humanos y el cumplimiento de la Declaración de los Derechos Humanos, en pos de una sociedad más justa, donde las personas sean prioridad”.

Una de esas participaciones tuvo lugar en México, en marzo de 1998, cuando visitó Acteal, una localidad de Chiapas, para solidarizarse con la causa del Ejército

“Haber aprendido lo que efectivamente es beneficioso a la mujer se lo debo”.

Zapatista de Liberación Nacional, que se había levantado en armas contra el gobierno mexicano, cuatro años antes. Su afecto por los mexicanos lo expresó, desde luego, con palabras: “Si no me encuentran en mi país, búsquenme en México”.

A pesar de tantos compromisos como figura pública, el deterioro de su salud y su avanzada edad, Saramago continuó produciendo su obra, con la publicación de Hojas políticas (1999), La caverna (2000), La flor más grande del mundo (2001), El hombre duplicado (2002), Ensayo sobre la lucidez (2004), Don Giovanni o el disoluto absuelto y Las intermitencias de la muerte (2005), Las pequeñas memorias (2006), El viaje del elefante (2008) y Caín (2009).

DE PIE EN LA BATALLA

Habiendo creado la fundación que lleva su nombre en 2007 e iniciado la publicación de un blog en 2008, Saramago falleció el 18 de junio de 2010, en la isla de Lanzarote, a los 87 años, víctima de leucemia crónica. Su cuerpo fue trasladado a Lisboa dos días después, que fueron decretados de luto nacional, para recibir un gran homenaje póstumo y ser incinerado, a fin de depositar sus cenizas bajo un olivo traído de su natal Azinhaga y plantado frente a la Casa dos Bicos, sede de la Fundación José Saramago, en la capital portuguesa.

Con motivo de su partida, la voz que más resonó fue la de Pilar del Río, su compañera durante el último tramo de su vida: “Ha muerto un hombre bueno, una excelente persona y un magnífico escritor, que ha dejado tal huella en todos los corazones, que sólo deben llorar su muerte quienes no le conocieron”. En tanto el cineasta brasileño Fernando Meirelles, productor del documental “José y Pilar” (2010), manifestó: “Saramago era un hombre lógico, decía que la muerte es simplemente la diferencia entre estar aquí y no estar más, pero no dejo de pensar que me encantaría que en este momento José estuviera dando su brazo a torcer al ser sorprendido por algún otro tipo de vida posterior a ésta que tuvo aquí”.

Por su parte, el actor y escritor italiano Dario Fo, quien recibió el Premio Nobel de Literatura un año antes que Saramago, declaró al enterarse del deceso de su colega: “Lo que te da la medida de cómo has vivido es lo que le va a faltar al mundo cuando tú ya no te encuentres. Hoy, que José no está, a mí me falta todo, me han arrancado un trozo de vida, un amigo que nunca se rindió, que siempre se mantuvo íntegro y de pie en medio de la batalla”.

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2022-12-01T08:00:00.0000000Z

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