A un año de su ausencia

México y el mundo extrañan a Don Vicente Fernández, nuestro último ídolo de la música.

Es increíble que se haya cumplido un año desde que voló alto Vicente Fernández. Es diciembre nuevamente, han pasado 12 meses desde aquella fatídica noticia. Sí, el tiempo pasa rápido. Hace pocos meses tuve la oportunidad de entrevistar a Kasia Wyderko, periodista polaca avecindada en París, Francia, quien vivió y estudió en México. Y su gran amor por nuestro país lo llevó por todas las naciones que visitó, y sobre todo a su barrio parisino. Así que cuando se dio la noticia del fallecimiento del ídolo mexicano, Kasia sacó a la calle unas bocinas para escuchar las interpretaciones del garañón de la familia Fernández. Los franceses compartieron con ella la incredulidad de lo ocurrido, compartieron con Kasia la tristeza del momento. Nadie, ni siquiera él, imaginó hasta dónde llegaría su música: a lugares que jamás visitó.

Todavía recuerdo el día que lo conocí. Fue en el estudio “B” de Televisa Chapultepec, en donde hacíamos ECO, el primer sistema informativo en español, cuando lo vi por primera vez. Sabía de él, de su trayectoria, de sus películas, sus discos. Tenía a una leyenda viva del folclore mexicano frente a mí. Apareció detrás de cámaras, elegantemente ataviado de charro, y con su infalible moño con su nombre bordado en hilo de oro, atrás, una cruz pequeña que siempre lo cuidó. Ese trozo de tela hecho nudo fue el mismo que quedó en manos de los seguidores que asistían a sus presentaciones.

Y al calor de la música en sus palenques, lo arrancaba para dejar un pedacito de él entre el público que lo seguía. Esa mañana fue el comienzo de innumerables encuentros de comunicación franca, y un cariño que crece con los años.

UN HOMBRE QUE VIVÓ CON INTENSIDAD

Alrededor de una figura como él, siempre circularán rumores, pero sólo él se llevó a la eternidad lo que fue su vida.

Alrededor de una figura como Vicente Fernández siempre circularán rumores, pero sólo él se llevó a la eternidad lo que fue su vida.

En lo personal, me quedo con “El Charro de Huentitán”, con el cantante, el compositor, con sus canciones, con la estrella internacional y con ese don natural, su voz. Además, guardaré para siempre las conversaciones, las risas y, en especial, el respeto que siempre nos tuvimos. Un hombre inolvidable.

¡Nos leemos en la próxima, mis queridas mujeres Vanidades!