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BIOGRAFÍA

Este mes, en el que se cumplen cinco años de su fallecimiento y se estrena una versión ampliada de su legendario álbum inédito Toy, recordamos a una leyenda de la música.

POR MILAGROS SOCORRO

Recordamos al gran David Bowie, a cinco años de su fallecimiento.

En 2016, David Bowie logró una hazaña no alcanzada a lo largo de su vida, y reservada a muy pocos entre los grandes: a una semana de su fallecimiento, llegó a la cúspide de las ventas en Estados Unidos con Blackstar, álbum que lanzó dos días antes de su fallecimiento.

Blackstar apareció el viernes 8 de enero de 2016, justamente el día que el artista británico cumplía 69 años. Luego, el domingo 10 de enero falleció tras una lucha de 18 meses contra el cáncer. Siete días más tarde, Billboard anunció en su sitio web que el disco había escalado hasta el tope de las ventas.

Hasta ese entonces, el músico había colado siete de sus álbumes en el top 10 de Estados Unidos, pero nunca había puesto su bandera en la cima. Cuando Blackstar llegó a 181 mil copias vendidas en aquel país, se pudo afirmar que había sobrepasado al disco 25, de Adele. De paso, su extensa discografía fue objeto de la curiosidad de los compradores, que propiciaron un alza inesperada en las adquisiciones de la producción musical de este fenómeno de la cultura del siglo XX. Fue así como esa misma semana la recopilación The Best of Bowie, de 2002, trepó hasta el número cuatro de esa lista.

Es posible que la sorpresa haya tenido que ver con esta oleada de renovado interés por el cantante, que tuvo una inmensa exposición a lo largo de su carrera, pero mantuvo en secreto su enfermedad y lento deterioro. Blackstar fue recibido, además, como el mensaje de un hombre moribundo que se despedía de sus millones de fans a lo largo y ancho del planeta. Y no es que las letras de este disco póstumo sean menos abstractas que los de toda su producción anterior, caracterizada por versos que admiten una gran cantidad de lecturas, sino que al escucharlas, tras saber que fueron escritas por un enfermo terminal, se tiene la impresión de estar ante una salida de escena.

“No sé adónde voy después de aquí, pero prometo que no será aburrido”.

El hombre que exhibió hasta el cansancio muchos aspectos de la vida, tanto los luminosos como los oscuros, escogió la mayor discreción para afrontar la muerte. Sólo su familia y sus colaboradores más cercanos estaban al tanto del avance de su enfermedad; y algunos de estos últimos fueron notificados sólo porque debían tener una explicación respecto de sus ausencias en lo que, sin embargo, fue un intenso trabajo al que Bowie se sometió en sus últimos días. Tenía que terminar su proyecto musical y una obra teatral que se estrenaría en el off Broadway, en diciembre de 2015, llamada Lazarus, igual que el del personaje del Nuevo Testamento que vuelve de la muerte. Su Lázaro es un extraterrestre varado en la Tierra, que alberga la esperanza de la inmortalidad.

La noche del estreno, el 7 de diciembre, Bowie y el director de la pieza salieron a recibir el aplauso del público. Ya estaba muy débil y tuvo que ir a reponerse detrás del telón, pero cuando recuperó el aliento, le pidió al realizador: “Salgamos otra vez”. Sería su última ovación. Y la frase postrera para el público la consignó su esposa, la modelo somalí Iman, quien aquel 8 de enero compartió en las redes fotos de su marido, acompañadas de una cita suya: “No sé adónde voy después de aquí, pero prometo que no será aburrido”.

ORIGEN HUMILDE

David Robert Jones nació en Brixton, al sur de Londres, el 8 de enero de 1947, en una familia humilde. Su madre, Margaret Mary ‘Peggy’ Burns, de ascendencia irlandesa, trabajaba como acomodadora de cine cuando conoció a su padre, John, tras ser desmovilizado del servicio de la Segunda Guerra Mundial en el Royal Fusiliers. Posteriormente, el señor Jones trabajaría en la publicidad de Barnardo’s, una ONG de caridad para niños.

Ya en el kínder David ganó fama de niño superdotado y de gran personalidad. Jamás pasó inadvertido. A los 10 años aprendió a tocar el piano; a los 13, el saxofón; y después adquiriría soltura en guitarras (eléctrica, acústica y de 12 cuerdas), saxofón (alto, tenor y barítono), teclados (piano, sintetizadores, mellotron, armónica,

stylophone, xilófono, vibráfono), batería, percusión

e instrumentos de cuerda, como la viola o el violonchelo, y hasta en el ukelele y el bajo tea-chest (de una sola cuerda y caja de las utilizadas para té).

Naturalmente, también era un gran cantante, con registro de barítono. No sólo fue un innovador compositor, productor discográfico y arreglista, sino también una figura fundamental de la música popular por más de medio siglo. E incluso su imagen rebasó los confines de la música para constituir un referente de la cultura por la incorporación a su obra de elementos del teatro, el diseño, las artes plásticas y su actitud personal con respecto al sexo.

Cuando tenía 15, David formó su primera banda, los Konrads, de la que se ha dicho que tocaban un primitivo rock’n’roll. Luego pasó de un grupo a otro, hasta que le llegó la hora de hacer una carrera en solitario. Y después de ser mundialmente famoso, todavía volvió a sumarse a agrupaciones. En total, formaría parte de una decena de bandas en toda su vida.

A los 16 años ocurrió algo que lo marcaría. Tuvo una furiosa pelea con su amigo George Underwood, quien llevaba un anillo y le asestó un puñetazo en el ojo izquierdo. Temerosos de que perdiera el ojo, lo tuvieron hospitalizado durante cuatro meses para someterlo a una serie de operaciones. El ojo se salvó, pero quedó con una percepción de la profundidad defectuosa y una pupila dilatada que le daba una mirada singular y la impresión de que tenía ojos de distinto color. Lo que sí conservó intacta fue la amistad con Underwood, quien diseñó las portadas de sus primeros discos.

Quizá la prolongada ausencia de la escuela le dio la idea de dejar los estudios. Así lo hizo, y comenzó su carrera musical. En esa etapa de tanteo cayó en cuenta de que su nombre podía ser confundido con el de otro músico, el del cantante de los Monkees, Davy Jones. Decidió entonces cambiarse el apellido y tomó el de Jim Bowie, creador del cuchillo con el mismo nombre.

DIFÍCIL COMIENZO

En los primeros siete años de incursión en la música, no le fue nada bien. Sin dejar de insistir en su vocación trató de ganarse la vida como actor de comerciales y, de hecho, participó en una campaña de publicidad de los helados Lyons Maid, pero ese no era su camino: más tarde fue rechazado en un casting de Kit Kat.

En 1969, todo cambió. Su canción “Space Oddity”, una balada mítica que narraba la historia de Major Tom, astronauta que se pierde en el espacio, salió el 11 de julio, cinco días antes del lanzamiento del Apolo 11. El

hit fue usado por la BBC para la cobertura de la llegada a la luna. Y con la velocidad de un cohete entró en el top

5 de Reino Unido. Lo que siguió no siempre fue como él quería, pero no hay duda de que su carrera entró en una línea ascendente que nunca declinó.

Durante los 70, David Bowie atornilló su reputación de músico rompedor, siempre capaz de arriesgarse por límites insospechados y de asombrar a las audiencias con su creatividad. Después de tres años de intensa experimentación, irrumpió en 1972, en plena era del

glam rock, con su álter ego Ziggy Stardust, personaje andrógino que creó a su medida. El lanzamiento de su quinto álbum, The Rise and Fall of Ziggy Stardust constituyó el génesis del extravagante Ziggy, que llevaba el pelo pintado de rojo y cortado a modo que el copete siempre lucía como un penacho. Iba vestido de llamativos trajes, con botas de plataforma y capas de flecos. Este performance lo catapultó al estrellato. Se volvió una poderosa referencia en la moda, y se ha dicho que

“Me siento confiado al imponer el cambio en mí mismo. Resulta mucho más divertido que mirar atrás”.

“su influencia duró más y ha sido más creativo que, quizá, ningún otro ente dentro del pop”. Ver a Bowie actuar como Ziggy fue una experiencia tan impactante que cambió la percepción de una generación en la década de los 70.

Su estilo vino a subvertir el concepto de lo que era una estrella. Se transformó en un icono. Sus actuaciones como Ziggy eran teatrales y escandalosas. Podía desnudarse en escena hasta quedar con un taparrabos o simular sexo oral con una guitarra.

Con su sexto disco en 1973 vino Aladdin Sane, nombre derivado de un juego de palabras: “A lad insane”

(Un tipo loco). Según él, era una evolución de Ziggy, y también un homenaje a su hermano, que padecía esquizofrenia; de allí que incluyera un característico maquillaje con forma de rayo, que simbolizaba una dualidad tormentosa de la conciencia. Luego apareció otro personaje, el duque blanco: vestido impecable, con camisas de cuello blanco y reminiscencias del cabaret alemán de los 30. Esta caracterización surgió cuando Bowie vivía en Berlín, adonde fue en busca de su rehabilitación de las drogas. Fue una etapa polémica por su vinculación al nazismo, que más adelante atribuiría a los delirios por sus adicciones.

En efecto, alguien cercano a él afirmó que había llegado a estar “realmente desquiciado, por sus malas experiencias con las drogas duras”. En 1974 pasó de consumidor de cocaína a una verdadera adicción, que recrudeció en 1976. Ya en diciembre de 1975 había aparecido en una entrevista en televisión completamente intoxicado, casi incapaz de decir una frase coherente. Tras varias sobredosis entre 1975 y 1976, cuando ya mostraba un aspecto alarmante, se fue a Berlín a seguir un tratamiento contra la adicción. Cuando estuvo sobrio, se divorció de su primera esposa, con quien había tenido a su hijo Duncan.

Cinco años antes, en 1972, cuando la homosexualidad dejó de ser un crimen en Reino Unido, Bowie se declaró gay. Cuatro años después, en 1976, dijo en entrevista con Playboy que era bisexual. En 1983 confesó a una revista inglesa que lo de ser bisexual se lo había inventado para rodearse de un mayor misterio.

Y definió eso como “el mayor error” que había cometido. “Siempre he sido un heterosexual en el armario”.

Su biógrafo, David Buckley, ha dicho que las declaraciones de Bowie con respecto a su sexualidad han respondido más a “una compulsión por burlar los códigos morales que por un verdadero estado biológico y psicológico del ser”. Según el escritor, Bowie es “un rompe tabúes... juega con la intriga sexual por su capacidad de sobresaltar. Quizá Bowie nunca fue gay, ni siquiera activa y consistentemente bisexual... lo hizo, de vez en cuando, como un experimento, aunque sólo por un sentido de curiosidad y una alianza genuina con la transgresión. Sus comentarios públicos sobre el sexo no tenían otro propósito que no fuese hacer marketing y así recibir más atención a su obra transgresora”.

Lo cierto es que Bowie sólo hizo pareja con mujeres. Estuvo casado, entre 1969 y 1980, con Angela Barnett, quien lo estimuló a usar vestimentas extravagantes. Y luego con Iman, desde 1992 hasta su muerte. Entre ambas uniones, el “Camaleón del rock” sostuvo relaciones con Elizabeth Taylor, Bianca Jagger, Marianne Faithfull y Susan Sarandon, entre otras. Con Iman tuvo una hermosa hija: Alexandria Zahra Jones, quien nació en 2000. Tras cinco años de la partida de Bowie el mundo lo recuerda e Iman continúa honrando su memoria al afirmar que él siempre será su esposo y nunca se volverá a casar.

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2022-01-10T08:00:00.0000000Z

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