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LIENZO MENTAL

Su obra fue en gran parte una autobiografía, pues él decía: “La enfermedad, la locura y la muerte me siguieron durante toda mi vida”. Aunque fue ingresado en centros psiquiátricos, jamás perdió su talento artístico.

POR EUNICE CASTRO ORCHILLÉS

La vida y obra de Edvard Munch revelaron los recovecos de la psique.

Munch escribió de sí mismo: “Así como Leonardo da Vinci explicó en sus dibujos la anatomía humana, yo lo hago en mis obras la anatomía de las almas”. Y es que el autor de “El grito”, su pintura más reconocida, hizo que su arte estuviera relacionado con los sentimientos y las tragedias humanas.

El artista nació el 12 de diciembre de 1863 en Løten, en las cercanías de Christiania (hoy día Oslo), Noruega. Sus padres eran Christian Munch, un médico del ejército, y Laura Catherine Bjølstad. Edvard fue su segundo hijo, y después de él nacieron Andreas, Laura e Inger Marie. La mayor de todos los hermanos Munch era Sophie.

En una ocasión, Laura Catherine se enfermó de tuberculosis pulmonar y fue espantoso para toda la familia.

—Quiero estar con mi mamá —reclamaba el pequeño Edvard constantemente.

—No puedes acercarte a ella —le prohibían, por temor a que el niño se contagiara.

Desafortunadamente ella falleció cuando él tenía cinco años de edad, así que su padre se volvió melancólico, de una religiosidad puritana. Y Karen, hermana de Laura Catherine, fue a ayudarlo con los niños.

—Sólo mi tía Karen trajo un poco de amabilidad y alegría a la lóbrega y opresiva atmósfera de nuestro hogar —recordaría el creador años más tarde.

El pequeño se enfermaba mucho y en el invierno no podía asistir a la escuela. Su padre y su tía se convirtieron en sus profesores. Para distraerse, dibujaba. Según el crítico Arne Eggum en Edvard Munch: Paintings, Sketches and Studies, al doctor Munch le gustaba entretener a sus hijos con historias de fantasmas y cuentos de Edgar Allan Poe. Y al momento de que tenía que regañarlos, les decía que su madre los veía desde el cielo y sufría por su mal

comportamiento. Eso ensombrecía el estado de ánimo de Edvard y le provocaba pesadillas. El doctor K. E. Schreiner, su médico, recordaría estas palabras de él en Memorias de Ekely: “Cuando la ansiedad no lo dominaba, mi padre podía bromear y jugar con nosotros... Pero cuando nos castigaba... podía ser violento... En mi niñez siempre sentí que era tratado injustamente: no tenía madre, estaba enfermo y tenía la amenaza de ser castigado en el infierno”.

La paga del doctor Munch era baja e intentó ser médico privado, pero fracasó; la familia vivía pobremente y mudándose de un departamento a otro.

Entonces Laura, una de las hermanas de Edvard, fue diagnosticada con problemas mentales. El mismo Edvard estaba enfermo de fiebre reumática y padecía de insomnio, pero era un buen compañero para sus hermanos, les contaba historias cuando su padre dejó de hacerlo y los entretenía con sus dibujos.

ARTISTA EN CIERNES

Karen pintaba paisajes y con la ganancia de las ventas empezó a comprarle materiales de pintura a Edvard. Sus primeros dibujos y acuarelas representaron interiores, paisajes y objetos individuales.

En 1877 su hermana Sophie enfermó de tuberculosis y murió, y sólo su interés por la pintura ayudó al niño a sobrellevar la pérdida.

Fue a los 13 años que empezó a tener contacto con otros artistas en la recién creada Asociación de Arte, donde pudo admirar la obra de la escuela de paisaje noruego. Pronto comenzó a pintar al óleo. En 1879, su padre le dijo:

—Como eres bueno en dibujo, debes estudiar ingeniería. Edvard fue matriculado en el Technical College. Aprendió escala y dibujo en perspectiva, a pesar de que su salud le impedía asistir a clases con regularidad. Un año después, le dijo a su padre que había decidido abandonar el colegio. El doctor no estaba de acuerdo, pero en 1880,

“No voy a pintar más interiores con hombres leyendo y mujeres tejiendo. Voy a pintar la vida de personas que respiran, sienten, sufren y aman”.

le permitió estudiar en la Real Academia de Arte y Diseño de Christiania. En esos primeros años de carrera, Edvard experimentó diferentes estilos. Un día, su puritano padre le destruyó un desnudo y se negó a adelantarle dinero. Estaba furioso por la amistad que tenía con Hans Jaeger, líder de un grupo anarquista.

El joven comenzó a beber, abandonó sus creencias luteranas, pero se mantuvo interesado en la espiritualidad y la religión. Se fue volviendo cínico en relación con los asuntos sexuales, expresándolo en sus pinturas y escritos, como en el poema “La ciudad del amor libre”.

En Diario del alma escribió que su obra “La niña enferma”, basada en los padecimientos y muerte de su hermana, fue su primera “pintura del alma”.

Para 1886, en una exposición de otoño, tres de sus obras capitales provocaron escándalo: “El día siguiente”, la primera versión de “Pubertad” y “La niña enferma”. En 1989 presentó su primera muestra individual con 110 obras, la respuesta de la crítica fue negativa. A pesar de ello, el gobierno le dio una beca para estudiar en París con el pintor Léon Bonnat. En noviembre de ese año, su padre murió.

—Estamos en la miseria—le dijo su tía Karen. Edvuard regresó a casa y pidió un préstamo a un coleccionista noruego. A partir de entonces, asumió la responsabilidad financiera de su familia. Pero la muerte de su padre lo llenó de pensamientos suicidas: “Vivo con las muertes de mi madre, de mi hermana, de mi abuelo y de mi padre... Vivir, ¿por qué?”, escribió.

OBRA MAESTRA

Tres artistas europeos, notables por el uso del color en sus obras, influyeron en Munch: Gauguin, Van Gogh y ToulouseLautrec. Su obra dio un giro radical. Se mudó a Saint-Cloud, cerca de París y allí pintó “Noche en Saint-Cloud”, donde hizo su autorretrato desolado, mirando a través de una ventana una sombra en el piso que refleja una cruz.

Bonnat era un famoso maestro, pero discrepaba con su estilo y decidió pintar por su cuenta. Aunque experimentó con el puntillismo de Georges Seurat, en su vibrante cuadro “Primavera en la calle Karl Johan”, la influencia del neoimpresionismo en sus obras fue notoria. Ya en 1892, la Unión de Artistas de Berlín lo invitó a su Exposición de

Otoño, pero suscitó tal polémica, que a la semana clausuraron. Gracias al escándalo, pudo exponer por todo el país.

Según Octavio Paz, en su artículo “Edvard Munch: la dama y el esqueleto”, su gran periodo creador inició en Alemania, donde fijó su residencia por años y sentó las bases de su influencia en el arte centroeuropeo, manifestado en el expresionismo del siglo XX.

Con el ciclo pictórico “El friso de la vida”, Munch pretendía revelar el alma. De ese periodo son sus cuadros “Pubertad”, “Melancolía”, “Celos” y, en 1893, “El grito”, originalmente llamado “Desesperación”.

“Caminaba con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando mientras me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza”, escribió sobre esta obra, una de las más famosas.

Munch utilizaba a menudo las sombras y los grandes anillos de color alrededor de las figuras para enfatizar un aura de miedo, de ansiedad o de intensidad sexual.

En 1895 sufrió otra desgracia, su hermano Andreas murió a los 35 años, seis meses después de haberse casado. Munch comentó amargamente que él nunca se casaría.

—He perdido a todos los que más he amado y desconfío de cualquier signo de afecto que no termine en muerte —dijo.

En 1896 se mudó a París, donde perfeccionó su técnica de grabador en madera y en piedra. Sus obras se vendían bien y pudo comprarse una casa de verano en Åsgårdstrand, Noruega. La llamó la Casa Feliz.

UN AMOR INTENSO

En 1897 Munch pintó “El beso”, su segunda obra más importante, y regresó a Noruega, donde comenzó una relación con Tulla Larsen, la hija de un negociante de vinos.

Tulla era rica y bella, y liberada para la época. Juntos fueron a Italia y, al regresar, Munch comenzó un periodo fértil de su arte. “La danza de la vida” la pintó en 1899. Tulla quería casarse y él estuvo a punto de hacerlo, pero al final puso como excusa su mala salud y huyó de ella.

Una noche de tormenta, Tulla le envió un mensaje diciéndole que estaba a punto de morir y que quería hablar con él por última vez. Munch corrió a su lado, pero todo había sido una trampa y, sacando un revólver, ella se apuntó al pecho y lo amenazó:

—Si no te casas conmigo, me mataré ahora mismo. Munch trató de quitarle el revólver, pero se escapó un tiro que lo hirió en una mano. El dedo del medio le quedó inútil para siempre. Y decidió irse a Berlín para así poner distancia entre los dos.

En 1902 ya había logrado el reconocimiento en los círculos artísticos de Europa; sin embargo, para 1908, su perenne ansiedad se agravó por el excesivo consumo de alcohol. Munch tenía alucinaciones y delirio de persecución.

Fue admitido en una clínica psiquiátrica y durante ocho meses recibió un tratamiento combinado de electrochoques, medicamentos, masajes y dieta. Después de su recuperación nunca más bebió. Ese año, el gobierno noruego le compró cinco de sus obras de arte más importantes para la Galería Nacional.

Más tarde Munch alquiló una granja y en la naturaleza encontró la tranquilidad que necesitaba para continuar creando. Pintó paisajes, gente trabajando y animales.

A Edvard le afectaron la pérdida de su madre, cuando apenas tenía cinco años, y la obsesión religiosa de su padre. “De él heredé las semillas de la locura”, expresó.

En 1911, cuando se conmemoró el centenario de la Universidad de Christiania, se construyó un vestíbulo para decorarlo con murales. Él fue uno de los artistas invitados.

Pero cuando la Primera Guerra Mundial estalló, el pintor quiso alejarse de ese horror. Muchos de sus clientes (hacía retratos por encargo) y amigos habían muerto. Para 1916 había comprado la granja Ekely, donde hizo construir un estudio a prueba de fuego para guardar sus cuadros.

La vida, sin duda, reclamaba a Munch y es que en 1919 contrajo la influenza española, que mató a 20 millones de personas, y estuvo al borde de la muerte, pero sobrevivió.

Más de una década después, en 1933 , el destino le sonreía al artista, ya que los franceses lo honraron con la Orden de la Cruz de la Legión de Honor y los noruegos con La Gran Cruz de la Orden Noruega de San Olav.

No imaginaba que años después, en 1937, los alemanes confiscarían 82 obras de sus colecciones públicas y privadas, que catalogaron como ‘arte degenerado’. Muchas fueron vendidas en Suiza. Él tenía una colección propia, pero temía que se la confiscaran. Paradójicamente, en 1942 se hizo famoso y expuso por vez primera en Nueva York.

El mundo estaba a sus pies, y a los 80 años de edad, aunque sufría resfriados, acudió a los homenajes que le rindieron.

El 23 de enero de 1944 Munch murió en Ekely, tan solitario como había vivido. En su testamento, el artista donó a Noruega las obras que estaban en su poder.

En 1963, para celebrar el centenario de su nacimiento, se inauguró el Museo Munch, en Oslo. Su gran obra “El grito” tuvo cuatro versiones: la original, pintada en 1893, está en la Galería Nacional de Noruega. Otras dos versiones están en el Munch. Y la cuarta, que se encontraba en manos del industrial Petter Olsen, fue subastada por la casa Sotheby’s en 2012. Esta obra se convirtió en un icono cultural mundial, igual que su creador.

Debemos aclarar que el género de la novela biográfica no es un género puro. Tiene tanto de historia y realidad como de ficción y fantasía. La biografía tiene como mérito estudiar e historiar al personaje en su entorno real. Decir obligadamente la verdad lógica de los hechos. Sin embargo, el mérito de la novela es darle forma a la historia. El autor la adorna con su imaginación. Crea diálogos y presenta los personajes según su concepción personal.

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