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“Como un tango, el matrimonio hay que bailarlo hasta el final”.

CYNTHIA LEPPÄNIEMI

No sé ustedes, pero a mí las bodas me fascinan. Suelen ser la fiesta ideal para arreglarse, divertirse y bailar toda la noche, comer rico y compartir la felicidad de los recién casados casi como si fuera propia. Mi esposo dice que la suya ha sido la mejor a la que ha ido (menos mal) y siento una gran nostalgia por ese día. Nunca paré de bailar. Las bodas se pospusieron el año pasado, pero comienzan a reactivarse, y las novias están ávidas de que al fin llegue su ‘gran día’. Para ellas es nuestro Especial.

Charlene de Mónaco, nuestra portada, se convirtió en una de las novias más inolvidables de la realeza, pero por los motivos más penosos. Imposible olvidar a aquella princesa triste, secándose las lágrimas junto a un novio indiferente. La relación del príncipe Alberto y Charlene ha sido cuestionada por los medios debido a las pocas manifestaciones de amor entre ambos, y a los rumores de infidelidad de él antes de casarse. Se dice que previo al enlace, la novia trató de escapar tres veces del principado, sin conseguirlo. Veinte años menor que el hijo de Rainiero, la también atleta olímpica ha permanecido, desde entonces, bajo el ojo público. Por eso nos sorprende ver que en los últimos años, Charlene y Alberto parecen haber encontrado, al fin, la felicidad, y posiblemente se deba a sus mellizos. ¿Será que Gabriella y Jacques, de 6 años, le trajeron a los esposos un motivo ‘real’ para coincidir, o es que la campaña que han promovido en estos últimos años ha funcionado para convencer a la opinión pública de que sí son un matrimonio feliz? Sin duda, sólo una pareja sabe lo que realmente pasa detrás de las puertas de su intimidad. Pero como escribió la canadiense Anne Carson: “El matrimonio es como un tango, hay que bailarlo hasta el final”.

CARTA EDITORIAL

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2021-06-14T07:00:00.0000000Z

2021-06-14T07:00:00.0000000Z

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