“Debía hacer las paces conmigo misma”.

Con Somoza, su más reciente novela, la escritora hace un ejercicio de reconciliación con la historia de su país durante la dictadura del general nicaragüense.

¿Cómo fue tu relación con Anastasio Somoza?

Conocí al general cuando era muy pequeña… Lo quería mucho, y él a mí. Viví acontecimientos históricos y necesitaba escribirlos, ya que al momento de que salí de mi país, me di cuenta de que esa persona que yo quería tanto podría haber sido un asesino, un genocida, un dictador.

¿Tu sensación al terminar de escribir?

Tenía que rendirle cuentas a mi Ligia pequeña y, por supuesto, a la adulta, que pregunta y reflexiona sobre lo que vio y acerca de lo que todo mundo decía de esos acontecimientos. Debía hacer las paces conmigo misma y con la historia de mi país.

Además de la tuya, ¿qué otras voces hay en la novela?

Quise hacerla desde la perspectiva de sus asesinos, no nada más la mía. Considero que todos tenemos el derecho a decir lo que pensamos y, por supuesto, yo no tengo derecho alguno de juzgar a nadie.

¿Sanaste? ¿Te encuentras en paz tras escribirla?

Sí. Tendemos a descartar lo que es diferente, yo lo que quiero es tener empatía entre los que hemos perdido patria y seres queridos, y que todos esos dolores nos sirvan para encontrar la humanidad entre nosotros, así no replicaremos odios.