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El American Queen, una gran pieza de historia con seis cubiertas, navega por las aguas del Misisipi desde Nueva Orleans y los remansos ricos en vida silvestre hasta la zona gastronómica de Natchez. Por Ellen Himelfarb

“Súbete”, grita el portero que empuja una carretilla con cajas de champán por la pasarela. “Adelante”, bromea el miembro de la tripulación que escanea mi pase de abordaje.

Llego temprano al puerto de Nueva Orleans con resaca de la ciudad y el típico atuendo de club de campo, lista para relajarme. Por mucho que me entusiasme la idea de subir a bordo, me resisto. El American Queen, el barco de vapor más imponente del Misisipi, no es ese tipo de crucero. Con sus gradas como de pastel de boda y una rueda de paletas carmesí del tamaño de mi primer departamento, el mayor barco fluvial jamás construido es un gran museo flotante de caoba y chintz, un pasaje para el mito del Misisipi y una ventana a las obras de Mark Twain y William Faulkner. Su lento viaje río arriba dejará a su paso una Nueva Orleans desenfrenada y con aroma a ron.

Antes de que mi camarero Sean me muestre mi cómodo camarote, tengo una copa de champán en la mano y un nuevo grupo de compañeros de barco; estamos reunidos en nuestro porche compartido. Juntos observamos cómo la rueda de paletas entra en acción, el sol desciende en el horizonte y los signos de la vida moderna se transforman en un bayou exuberante.

Ningún entrenador de wellness puede imitar los poderes reparadores del cielo teñido de noche y el aire quieto y silencioso de una tierra apenas desarrollada desde que los choctaw gobernaban. Duermo como si estuviera envuelta en seda. Por la mañana, cuando me asomo al exterior, la niebla se disipa para descubrir las clásicas columnas blancas de Nottoway, una antigua plantación de caña que es la actividad del día.

Tras un desayuno abundante, mis compañeros de viaje y yo recorremos las habitaciones opulentas de la casa de la plantación antes de pasear por los jardines, a la sombra de los viejos robles que llevan el nombre de los hijos del amo. Es curioso, pero no hay rastro de las cabañas de los esclavos que, según nos comparten, estaban al fondo; Nottoway ha sido blanqueada, literalmente, para convertirse en un escenario de bodas. De regreso a la orilla del río, de nuevo nos recibe nuestro barco, otro pedazo de historia con chimeneas estilo victoriano que se elevan como fuegos artificiales.

Cada mañana, la bruma se aleja para revelar una nueva postal. El tercer día es un seductor bosque de cipreses repleto de musgo español, el mismo que inspiró al naturalista John James Audubon cuando lo visitó hace siglos. En la colina se encuentra St. Francisville, una ciudad de iglesias de tablillas donde buscamos antigüedades antes de volver al bar en la sala de máquinas.

Hay mucho que amar en una escena donde la mayoría de los 430 pasajeros son jubilados. El soleado Front Porch Café tiene el aire despreocupado de unas vacaciones permanentes. Soy una de los pocos abordo que utiliza la piscina y el gimnasio; la mayoría se divierte con asaltar el bar de helados y observar garzas en la orilla. El personal no fomenta la diversión, pero facilita presentaciones joviales cuando prefiero no cenar sola.

Una noche me acompaña un imitador de Mark Twain que actúa en el Grand Saloon. Aún en su personaje, me cuenta la vez que el presidente Theodore Roosevelt, de cacería en los bosques de Misisipi, se negó a disparar a un oso acorralado. “De ahí viene el nombre del oso Teddy”, explica, e invita a una creciente multitud de huéspedes a ver el mural río arriba, en Vicksburg, que conmemora el espíritu deportivo de Roosevelt.

La tripulación comparte todo tipo de consejos, como excursiones que no hay que perderse. Así, cuando atracamos en la ciudad de Misisipi, paseo entre mansiones señoriales hasta llegar a la más palaciega de todas: Twin Oaks Bed & Breakfast, donde Regina Charboneau (una de las chefs más conocidas del Sur estadounidense) nos enseña su receta de bísquets de mantequilla. Pero, más que nada, los pasajeros bebemos cocteles en cristal antiguo y fantaseamos con la idea de vivir en el río.

“No siempre es tan bueno, cariño”, comenta Regina en voz baja mientras mete el codo en lo profundo de la masa. Prefiero que no arruine la fantasía.

CÓMO HACERLO: los recorridos de ocho noches por el Misisipi en el American Queen cuestan desde 44 200 pesos por persona. El American Countess, un barco gemelo más pequeño, fue puesto en marcha a principios de 2021. Las clases de cocina de Regina Charboneau incluyen suflés, salsas y bísquets, desde 1 070 pesos ( americansteamboatcruises.co.uk; reginaskitchen.com).

SUR PROFUNDO

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2022-09-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa