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MARK SYNNOTT

El escalador estadounidense comparte su misión para resolver un misterio centenario en la cara norte del Everest.

—NORA WALLAYA

¿Qué te inspiró a convertirte en escalador?

Cuando mi padre me compró un póster del escalador británico Paul Ross. En la imagen cuelga de un saliente con solo una cuerda atada a la cintura. Recuerdo mirarlo todos los días. Finalmente, un amigo y yo fuimos a un cobertizo de herramientas, conseguimos un lazo y nos dirigimos a los acantilados locales para intentarlo.

¿Cuál fue tu primera aventura y cómo te preparaste para ella?

Viajé al Parque Nacional de Yosemite a finales de los ochenta para escalar sus dos acantilados icónicos: Half Dome y El Capitán. Tan pronto los vi, supe que no tenía nada que hacer ahí. Después empecé a entrenar. Otros escaladores más experimentados me acogieron y escalé tantos acantilados como pude en Nueva Inglaterra y Nuevo Hampshire antes de regresar a Yosemite, al año siguiente. Me las arreglé para escalar Half Dome y apenas lo logré. Ese primer ascenso fue probablemente la experiencia más sublime que he tenido en mi carrera.

¿Qué fue lo que te llevó a escalar y escribir sobre el Everest?

El Everest ha sido dominio exclusivo de escaladores expertos y experimentados que pagaron sus cuotas y se ganaron el derecho de intentar escalarlo. Pero en la década de los noventa, cuando llegué a la madurez como escalador, había la sensación de que, si tenías mucho dinero y querías el trofeo, podías comprar tu ascenso, incluso si no tenías las habilidades. Eso desanimó a toda una generación, por lo que nunca le di al Everest una oportunidad justa.

Cuando finalmente lo hice, lo que me impactó fue el legado de esa época anterior de escalar el Everest, sobre todo el misterio que rodeaba a George Mallory y Andrew “Sandy” Irvine (los dos escaladores desaparecieron en 1924 sin dejar rastro).

¿Cómo hiciste tu libro The Third Pole: Mystery, Obsession, and Death on Mount Everest?

Volé a Reino Unido y visité la Royal Geographical Society para revisar sus archivos del Everest. Pude mirar las botas de Mallory y la cuerda que había sido atada alrededor de su cintura. También visité el Merton College en Oxford para ver los archivos de Irvine y fui al Alpine Club (uno de los clubes de montañismo más antiguos del país, fundado en 1876).

Durante mi ascenso al Everest no podía dejar de pensar en esos tipos con botas de cuero para montaña, ropa de lana y gabardina cargando equipos de oxígeno caseros. Aquí estaba, en 2019, con todo este equipo y casi toda una vida escalando en mi haber, y aún me pateaban el trasero. La tecnología de su época no estaba lista para tal hazaña, pero lo hicieron de cualquier manera. Sentí un profundo respeto por su valentía (sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay se convertirían en los primeros hombres en alcanzar la cima del Everest casi 30 años después, en 1953).

¿Qué consejo le darías a alguien que quiera seguir tus pasos?

En un mundo perfecto encontrarías a alguien hábil que podría ser tu mentor, como solía ocurrir. Hoy día, un buen lugar para comenzar es el gimnasio; cuando estés listo para salir, si no puedes encontrar un mentor que te tome de la mano, contrata un guía. En mi escuela de guías de montaña en Nuevo Hampshire enseñamos a cientos de personas cada año; se trata del aprendizaje, de abrirse camino a través de desafíos progresivos. En la escalada hay una línea imaginaria que no quieres cruzar. A medida que mejoras, empujas esa línea más y más, pero tienes que vivir todos esos años sin pasar por encima de ella.

El libro más reciente de Mark Synnott, The Third Pole, fue publicado por Headline (459 pesos en Amazon). El ascenso de Mark al Everest aparece en el aclamado documental de National Geographic Lost on Everest, filmado por Renan Ozturk. Es parte del equipo de atletas de The North Face desde 1997.

marksynnott.com @m_synnott

EXPLORADOR

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2022-03-01T08:00:00.0000000Z

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