Televisa Kiosco Digital

En busca de grandes cascadas

Seas creyente o no, el ritual sintoísta de bañarse en las cascadas ofrece la oportunidad de resetearse y sumergirse en la belleza espiritual de las montañas japonesas.

Por Oliver Smith

“Claro, lo haré –le digo a mi guía con un tono bravucón–. Soy de Inglaterra, es un país frío. Me adaptaré a esto como un pato al agua”.

Es mentira. Nunca he hecho nada parecido al misogi. La palabra se traduce como “limpieza con agua”; en la fe sintoísta (una de las principales religiones de Japón), estar bajo una cascada es una forma de purificar tu alma. Quería probarlo para sumergirme en una de las principales tradiciones espirituales de Japón. Me lo imaginaba como los baños en cascada de los anuncios de champú, donde la corriente es suave, los pájaros tropicales revolotean y alguien toca tambores de acero.

Pero cuando llegamos a la cascada situada bajo el monte Shichimen, los torrentes son gélidos y caen desde alturas heladas. En esta época del año, en pleno invierno, el agua tiene una temperatura polar, me dice mi guía con sorprendente regocijo. Veo un Papá Noel inflable en el alféizar de una ventana cercana. Un pensamiento preocupante se apodera de mí: quizá me precipité al aceptar hacer esto.

Shichimen se encuentra en Kantō, una región al oeste del monte Fuji en Honshu, la isla más grande de Japón; un mundo de valles suspendidos, templos en la cima de las montañas y caminos sagrados que serpentean entre bosques de arce y roble. Aquí, como en cualquier otra parte de Japón, la santidad está arraigada en el mundo natural. Para los sintoístas, lo divino se mueve en el paso de las estaciones, en la caída de las hojas durante otoño, en el agua que fluye por el paisaje.

A primera hora de la mañana, en la casa de huéspedes cercana a la cascada, conocí a Tamaki Harayama, una peregrina que había acudido a Shichimen para realizar una semana de limpieza en la cascada; se había ofrecido a iniciarme en este rito. Primero me entregó un traje de misogi para hombre: un taparrabos atado con un nudo. Ahora me pregunto si podré amarrarlo bien. Tengo la premonición de espectadores horrorizados, el sonido de sirenas y llamadas a la embajada. Para preservar la santidad de Shichimen, opto por una bata de mujer.

Pierdo minutos mientras acomodo mi ropa en el vestidor. Luego me detengo a admirar el estanque cerca de la cascada. “Como pato al agua”, pienso. Me meto justo debajo del chorro de agua fría. La adrenalina se siente como si me hubiera bebido mil Red Bulls. Horas de temerosa anticipación se desvanecen en un minuto de euforia embriagadora. La piel me arde, las endorfinas se esfuman. Al salir de nuevo, experimento una euforia tranquila, una sensación que perdurará durante el resto del día.

Me dirijo a la casa de huéspedes para sumergirme en la fuente termal; me siento como una comida precocida llevada de la nevera al horno... me cocino feliz a fuego lento y resurjo de buen humor, con las mejillas enrojecidas.

Tengas fe o no, el misogi puede ofrecer una transformación verdadera al presionar Control-Alt-Suprimir en tu cuerpo. “Tu cara se ha abierto –dice Tamaki más tarde–. Te has transformado. Cuando vuelvas a casa, creo que serás un poco diferente”.

El misogi se realiza a discreción de los guardianes locales de la cascada. Heartland Japan, que se especializa en viajes por la región de Kantō, ofrece el Tour Espiritual del Monte Minobu de tres días de duración, que incluye los templos budistas y los paisajes cercanos a Shichimen (heartlandjapan.com).

JAPÓN

es-mx

2021-09-13T07:00:00.0000000Z

2021-09-13T07:00:00.0000000Z

https://editorialtelevisa.pressreader.com/article/282291028345599

Editorial Televisa