Bansko

Este resort búlgaro es conocido por sus deportes de invierno, pero sus tabernas, artesanías y aventuras al aire libre lo convierten en una escapada memorable durante todo el año. Por Jessica Vincent

Durante el invierno, en Bansko hay un poco de los hermanos Grimm. Las casas de madera se elevan sobre la nieve, las chimeneas de piedra lanzan humo con olor a carne, y osos, lobos y chacales merodean por los bosques de pinos. La identidad de la ciudad se basa en el exterior, por lo que no es de extrañar que tenga un ambiente tan evocador.

En las laderas de los majestuosos montes Pirin, al suroeste de Bulgaria, Bansko quizá es conocido como el resort de invierno más grande del país, donde esquiadores expertos vienen por una de las mejores nieves al este de los Alpes, a una fracción del costo. Y mientras la “ciudad nueva” con luces de neón –construida a una velocidad vertiginosa para dar cabida al creciente número de visitantes– puede sentirse un poco sobredesarrollada, el casco antiguo conserva su encanto. Los turistas que salen de las pistas son recompensados con un laberinto de calles adoquinadas, mansiones hermosas y tabernas tradicionales (conocidas como mehanas), donde la ternera y el jabalí a fuego lento dominan los menús.

Al terminar la temporada de esquí, Bansko se quita el abrigo de invierno para convertirse en un parque de aventuras. Sus amplios paisajes verdes son un terreno ideal para una gran cantidad de actividades al aire libre durante los meses de verano, desde caminatas en las colinas y tirolesa sobre las copas de los árboles hasta desfiladeros sinuosos.