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TOTOABA: HISTORIA DE LA ILEGALIDAD

ESTA ESPECIE MEXICANA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN SE PESCA DE FORMA ILEGAL POR EL VALOR DE SU VEJIGA NATATORIA; EN CHINA SE USA PARA HACER SOPA MEDICINAL.

POR DINA FINE MARON FOTOGRAFÍAS DE KIRSTEN LUCE

SAN FELIPE, MÉXICO. Venimos al desierto en busca de peces. De los que están muertos. El olor rancio y poco salubre que azota mis receptores olfativos sugiere que debemos estar cerca. La fotógrafa Kirsten Luce y yo nos aproximamos a la fuente del hedor.

Estamos en un vertedero aislado, no oficial, rodeado de todo tipo de cosas, desde neumáticos y retretes hasta botellas de plástico y equipos electrónicos. El agua azul del golfo de California brilla a nuestras espaldas mientras el pescador que accedió a traernos hasta aquí revisa los desperdicios.

“¡Ahí! Eso es totoaba”, grita y señala un gran montículo. Entre la basura, más de una docena de enormes cadáveres de peces en descomposición se desparraman sobre una sábana floreada. Escamas plateadas y brillantes cubren algunos de los cuerpos; otros restos no son más que cabezas y aletas.

Cerca hay más cadáveres de totoaba. El pescador señala una hendidura a lo largo de un cuerpo del que, según dice, los totoabaeros, cazadores ilegales de este pez, habrían extraído la vejiga natatoria del animal. Cuando está llena de aire, este órgano – conocido también como buche– ayuda a mantener la flotabilidad. Las vejigas son muy apreciadas en China y otros países asiáticos, donde se sirven en sopa por sus supuestas propiedades medicinales, como nutrir el hígado y los riñones, mejorar la piel y favorecer la circulación sanguínea. Se venden por peso: un kilogramo puede llegar a costar 100000 dólares, según algunos informes. La totoaba, que solo se encuentra en el golfo de California, es el pez más grande de la familia de las corvinas, llamadas así por el sonido que emiten cuando el aire entra y sale de su vejiga natatoria. Pueden vivir hasta 25 años, pesar casi 90 kilos y medir más de 1.80 metros. México clasifica la totoaba como una especie en peligro de extinción, y en 1975 prohibió su captura. Dos años más tarde se convirtió también en el primer pez cuyo comercio mundial se prohibió en virtud de la CITES, el tratado que regula la venta internacional de fauna silvestre. Y en 1979, Estados Unidos, antaño gran consumidor de carne de totoaba, la incluyó en su lista de especies amenazadas, con lo que prohibió su captura, posesión, transporte o venta.

Los cadáveres del vertedero, aunque grandes, no alcanzan el máximo tamaño. Con el aumento

de la demanda de buche desde aproximadamente 2010 –cuando una especie afín en aguas chinas, la corvina amarilla, había sido pescada hasta el borde de la extinción–, parece que cada vez menos totoabas se desarrollan completamente antes de ser capturadas.

“No deberían vernos por aquí”, nos alerta nuestro guía. Luce se apresura a tomar unas últimas fotos y abandonamos el vertedero.

Nos pidió que no lo nombráramos porque tiene miedo. La demanda de buche de totoaba se ha disparado en China y los cárteles mexicanos de la droga se han introducido en el negocio, según Clare Perry, experta en política comercial de fauna silvestre de la Agencia de Investigación Medioambiental, con sede en Londres.

Los cárteles actúan como intermediarios para los compradores asiáticos. Fijan los precios del sector, dictan el volumen de la pesca y pueden amenazar –o secuestrar– a miembros de las familias para obligar a los pescadores o procesadores de mariscos a cumplir sus exigencias. El crimen organizado también ha hecho incursiones en la industria legal del marisco, según una investigación reciente de Vanda Felbab-Brown, de la Brookings Institution, que estudia el comercio de especies silvestres, el narcotráfico y otros tipos de delincuencia organizada.

Los pescadores afirman que cientos, si no es que miles de embarcaciones surcan ilegalmente las aguas de San Felipe, muchas de ellas en busca de totoaba, pero también compitiendo por el

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cambió la designación de la totoaba de “en peligro crítico” a “vulnerable” en 2020.

camarón, la corvina y la sierra (caballa española). Según Alberto García Orozco, de 73 años, pescador y propietario de una planta procesadora de mariscos, era posible ganar hasta 15000 dólares por una vejiga de totoaba hace una década, cuando los precios estaban en su punto más alto. Los precios han bajado, porque los cárteles están inundando el mercado y el buche se obtiene ahora también de especies de corvina en las costas de Bangladesh, India, Papúa Nueva Guinea y otros lugares. Sin embargo, en junio de 2020, las autoridades de Hong Kong realizaron la mayor incautación de buche de totoaba en décadas: vejigas de 270 peces con un valor de más de tres millones de dólares. Y en 2021 los inspectores de Hong Kong descubrieron otro cargamento con destino a Vietnam.

Sorprendentemente quizá, meses después de la incautación de 2020, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que publica una lista de especies amenazadas por la extinción, cambió la designación de la totoaba de “en peligro crítico” a “vulnerable”. El cambio se basó en una mejor comprensión de lo grave que había sido la situación hace décadas, pero “no representa una mejora en la situación”, asegura Kristin Nowell, miembro del grupo de revisión de esa decisión y directora ejecutiva de Cetacean Action Treasury, una organización sin fines de lucro que trabaja en San Felipe para apoyar los esfuerzos de conservación. Es una decisión tomada sin contar con un censo de población fiable, añade.

EL PEZ Y LA VAQUITA La historia de la protección de la totoaba en México está ligada a las medidas para salvar a la vaquita marina, una marsopa en peligro crítico que solo se encuentra en el golfo de California. Los científicos calculan que en la actualidad no sobreviven más de 10 vaquitas. Las redes de enmalle de diversos tamaños –especialmente las grandes, utilizadas para capturar totoaba– son la amenaza más acuciante.

En 1993, México declaró como reserva biológica una porción de casi 10 000 kilómetros cuadrados en la parte superior del golfo y limitó la pesca, pero el número de vaquitas siguió cayendo en picada. Más tarde, el gobierno designó una franja mucho más pequeña de la reserva biológica frecuentada por esta especie –un rectángulo de menos de 518 kilómetros cuadrados– como una “zona de tolerancia cero” para todos los barcos. Sin embargo, durante un solo día en el otoño de 2021, observadores científicos internacionales vieron 117 pangas –como se les llama a los barcos pesqueros locales– en las aguas prohibidas.

Los grupos ambientalistas y el gobierno de Estados Unidos, entre otros, llevan mucho tiempo criticando a México por no hacer lo necesario para combatir el comercio de buche y la salvaguarda de la vaquita. En febrero de 2022, Estados Unidos, citando su preocupación sobre la totoaba y la vaquita, presentó la primera queja medioambiental formal, en virtud del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá. Si no se resuelven los problemas, México podría enfrentarse a sanciones comerciales. El gobierno mexicano dice estar comprometido con los términos del tratado.

México prohibió las redes de enmalle en 2015, pero desde el malecón turístico de San Felipe, que da a la reserva biológica, Luce y yo observamos el ir y venir de docenas de pangas llenas con redes. Ancladas o arrastradas detrás de una embarcación, las redes dejan pasar la cabeza de los peces, pero se enredan en sus branquias cuando intentan escapar. El tamaño de la malla varía según el tamaño de la captura: la más pequeña para camarones y la más grande (como una red de futbol) para atrapar totoabas.

Nuestro guía en el vertedero del desierto me dijo que los pescadores no pueden ganarse la vida utilizando solo métodos legales, como el anzuelo y el sedal, y mucho menos cubrir el costo del combustible del barco, unos 200 dólares al día en su caso. “Si vamos con líneas o trampas, o algo así, puede que no consigamos nada, o solo unos dos o tres kilos de camarones. ¿Qué negocio hay ahí? Es imposible”. Esa cantidad de camarones daría unos 30 dólares, afirma. “¡La única técnica en el golfo es la red de enmalle! Esa es la verdad”. El grado de mortalidad de las redes de enmalle para las vaquitas –y otros animales marinos, como tiburones, tortugas y ballenas– es objeto de una acalorada controversia en San Felipe y otras zonas, incluidas las costas de California, donde se han utilizado durante generaciones.

Orozco afirma que solo las redes de malla más grandes son una amenaza para cetáceos como la vaquita. Las más pequeña, utilizadas para atrapar camarones u otros peces, no pueden dañarlas, señala. Del mismo modo, durante una misión de la CITES en 2022 a San Felipe, para comprobar la situación de la totoaba y la vaquita, los representantes del gobierno mexicano le dijeron al grupo que las redes de enmalle de camarón no podían poner en peligro a la vaquita y también afirmaron, incorrectamente, según los documentos de la CITES, que dichas redes están permitidas. Pero la investigación ha encontrado que todos los tamaños de malla pueden y han atrapado vaquitas. Para cuando los pescadores recogen las redes, cualquier marsopa enredada invariablemente se habrá ahogado.

La oficina de la CITES en México no respondió a una solicitud de comentarios sobre las declaraciones del gobierno hechas durante el viaje de esta misión.

Para reducir la captura accidental de vaquitas, la bióloga Valeria Towns, coordinadora de proyectos de la organización mexicana sin fines de lucro Museo de la Ballena y exploradora de National Geographic, afirma que su organización, junto con Sea Shepherd, un grupo internacional de activistas dedicados a la conservación marina, busca y retira redes de enmalle para totoaba. En 2015, México comenzó a pagarles a los pescadores de San Felipe para que no pescaran, argumentando que el aplazamiento daría tiempo suficiente para que se desarrollaran equipos de pesca respetuosos con la vaquita. El programa fue controvertido, pero los pescadores con los que hablé dijeron que el dinero era suficiente para vivir y que habían dejado de pescar. No obstane, tres años después, cuando le actual gobierno detuvo los pagos y la pesca se reanudó.

¿Y los equipos de pesca respetuosos con la vaquita? “Eso nunca sucedió”, comenta Towns. Cuando le pregunté a Roberto Aviña Carlín,quien dirige la agencia de vida silvestre de México, sobre el uso continuado de redes de enmalle ilegales, se encogió de hombros y dijo: “Los habtantes del lugar quieren trabajar”. ¿HAY ALTERNATIVAS VIABLES a las redes de enmalle? La organización sin fines de lucro de Towns prueba otros métodos de pesca y pone en contacto a pescadores con compradores dispuestos a pagar más por el pescado capturado de forma legal y sostenible, al menos a pequeña escala. “Lo que dicen los pescadores es que salen con redes y su rendimiento es tan alto que no hay forma de que algún equipo alternativo sea comparable con el rendimiento de las redes de enmalle”, afirma. De hecho, agrega, los precios del pescado capturado de forma sostenible tendrían que “subir tres veces, así que eso no es fácil”. Una mañana, Luce y yo nos unimos a un taller para tres pescadores organizado por Daniel Arellano, biólogo de Pesca ABC, una organización ambientalists local sin fines de lucro, dedicada a apoyar métodos de pesca alternativos. Julio César Mercado, entrenador y comprador de capturas sostenibles, dirige el taller.

El objetivo, dice Arellano, es enseñarles a los pescadores el ike jime, un método japonés para matar peces al destruir su cerebro, lo que, se dice, mejora el sabor de la carne al impedir la liberación de hormonas de estrés, que de otro modo inundarían el cuerpo. Sus defensores afirman que el ike jime también disminuye el sufrimiento de los peces. “Si se hace con rapidez y eficacia, se considera una forma humanitaria de matar a los peces”, afirma Lynne Sneddon, experta en cómo sienten dolor los peces, de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia.

REPONER LA TOTOABA en la naturaleza Conal David True lleva más de 25 años trabajando para perfeccionar la cría en cautiverio de totoaba en México, con el objetivo de reponer las poblaciones silvestres, así como apoyar un comercio legal de peces de piscifactoría y, con el tiempo, silvestres. Dirige un criadero en la Universidad Autónoma de Baja California, en Ensenada, y sus peces o sus crías figuran ahora en los menús de restaurantes de todo México. Sus esfuerzos, junto con los de empresas comerciales de acuacultura, han permitido liberar en la naturaleza unas 500 000 totoabas desde la década de 1990.

En una playa de San Felipe, Luce y yo observamos cómo True dirige a científicos, estudiantes

Estados Unidos presentó una denuncia medioambiental formal en febrero de 2022 por la pesca ilegal de totoaba y el inminente peligro en el que se encuentra la vaquita marina .

y otras personas que transportan cubetas de plástico llenas de totoabas juveniles –que aún no han cumplido un año y miden unos 20 centímetros– para echarlas al agua. Van a liberar 20 000 ejemplares de su criadero. A media mañana, los voluntarios y funcionarios del gobierno que han acudido al acto tienen las cejas sudorosas y las caras enrojecidas, pero el ambiente es efervescente, con caras sonrientes, discursos de felicitación y aplausos. “Intento que crezcan lo más posible y luego las suelto”, dice True.

No está claro cómo se comportan los peces introducidos en la naturaleza. Luis Enríquez, científico que trabaja con True, ha analizado más de 3 000 vejigas natatorias incautadas por las autoridades estadounidenses y mexicanas en busca de marcadores de ADN comunes a los peces criados en cautiverio. El resultado: solo hay una docena. Sin embargo, comenta, es algo prometedor: “Están alcanzando edades de madurez sexual”. Demuestra que los juveniles sobreviven hasta la edad adulta y añade que uno tenía 13 años y varios más siete u ocho. (Él y sus colegas están redactando los resultados, pero como los casos de caza ilegal siguen abiertos en los tribunales, señala que aún están esperando la autorización para publicarlos.)

Poco antes de mi visita a San Felipe, Earth Ocean Farms, con sede en México, la mayor empresa privada que cría totoaba en cautiverio, presentó una propuesta en una reunión de la CITES para vender totoaba cultivada a compradores

internacionales. Según el tratado, incluso ciertas especies criadas en cautiverio requieren una aprobación adicional para su venta comercial en el mercado mundial.

Al final se aprobó la venta de carne de totoaba, pero no de vejigas natatorias. Alex Olivera, científico y representante en México de la organización ecologista sin fines de lucro Centro para la Diversidad Biológica, sigue oponiéndose a la decisión. “Es fácil mezclar los filetes y poner algunos capturados ilegalmente”, afirma. Quién compraría la carne de totoaba de piscifactoría aún es una incógnita. El representante de la CITES en Estados Unidos –otrora el principal consumidor de carne– aseguró que ese país no autorizaría las importaciones. Pablo Konietzko, director general de Earth Ocean Farms, me confió después de la cumbre que aún están “lejos” de encontrar compradores y se negó a nombrar algún país o una empresa que haya manifestado interés. Europa, Asia y América Latina son “posibles candidatos”, expuso.

¿LEGALIZARÁ MÉXICO

la pesca de totoaba? “La totoaba es la principal razón de ser de este pueblo”, dice Lorenzo García Carrillo, líder de la mayor federación pesquera de San Felipe, mientras los pescadores entran y salen de su abarrotada oficina una mañana para socializar y hablar de negocios. La pesca de totoaba atrajo a muchos colonos en la década de 1920, con la promesa de una captura fácil y legal, al igual que un buen sueldo, y muchos de los pescadores actuales son sus descendientes.

Roberto Aviña Carlín, el funcionario que dirige la agencia de vida silvestre de México, propone, como una forma de ayudar a los pescadores en apuros, la legalización de una industria regulada de totoaba con anzuelo y sedal. México está quizá “a cinco años” de ello, afirma. “La gente tiene que dejar las redes”.

Legalizar el comercio de cualquier especie amenazada es algo controvertido desde hace tiempo. Los detractores señalan el marfil de elefante como un ejemplo de cómo el comercio legal de productos derivados de la fauna silvestre probablemente ha aumentado –no reducido– la demanda, lo que ha provocado más matanzas de animales. Vanda Felbab-Brown, experta en delincuencia de la Brookings Institution, afirma que cualquier iniciativa de este tipo sería complicada. “Una buena y persistente aplicación de la ley” sería esencial, y México todavía tendría que enfrentar el problema del uso de redes de enmalle para una variedad de peces y las repercusiones para la vaquita. “La legalización por sí sola no detendrá el comercio ilegal”, recalca.

“No creo que la totoaba esté a salvo hasta que se detenga la caza furtiva por su vejiga, y ese es el problema”, dice Miguel Cisneros-Mata, quien coescribió el informe de 2020 de la UICN sobre la totoaba y estudia la demografía de los peces en el Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura de México. “¿Cómo podemos hacerlo? No lo sé”, concluye.

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2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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