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¿Reconocen estos animales?

Pregunta un fiscal sobre cinco cachorros de guepardo apretados en una transportadora y presentados ante dos acusados para que puedan verlos desde su celda en la sala de un juzgado. Los chillidos casi aviares de los cachorros angustiados hacen eco sobre el piso de concreto y las paredes.

Uno de ellos, Cabdiraxmaan Yusuf Mahdi, mejor conocido Cabdi Xayawaan, da un vistazo a los cachorros. “Nunca los había visto antes”, declara.

Una pausa y el segundo hombre, Maxamed Cali Guuleed, habla: “Parecen un poco más pequeños, quizá, pero esos son los cachorros de mi casa”.

Los hombres enfrentan juicio en Hargeisa, capital de Somalilandia, una república autónoma autoproclamada en el cuerno de África. Están acusados de sustraer cachorros de guepardo de la naturaleza en un momento en el que el país trata con mano dura a las redes que hicieron de la región un centro para el tráfico de estos icónicos y cada vez más escasos felinos.

El caso comenzó en octubre de 2020, cuando la policía, tras una denuncia, lanzó una operación que llevó al descubrimiento de 10 cachorros en la casa de Guuleed, así como a su arresto y al de Cabdi Xayawaan. Fue el sexto decomiso de guepardos en Somalilandia en cuatro meses.

Guuleed se acerca a los barrotes de la celda para dirigirse al juez. Alega que ha cuidado de los cachorros como un favor a su nuevo amigo Cabdi Xayawaan, a quien había conocido meses antes. Cuando Xayawaan le pidió a Guuleed guardar en su casa ciertas pertenencias de manera temporal, él aceptó.

Estas “pertenencias” resultaron ser guepardos. Cabdi Xayawaan pasó por la casa de Guuleed con los felinos dentro de arpilleras en los asientos traseros de su SUV plateada. Le dio unos cientos de dólares para que comprara carne de cabra y leche para los animales, declara Guuleed. Insiste en que él no sabía que tener los cachorros era ilegal.

“Lo recibí. Se trataba de un amigo –sostiene Guuleed–. Cabdi Xayawaan me metió en esto. Tengo 18 hijos y cuatro esposas”. Guuleed pide otra oportunidad.

Sentado en la banca tras Guuleed, Cabdi Xayawaan no se inmuta. Tiene tres condenas previas relacionadas con guepardos y una reputación como el máximo traficante de felinos. Su apodo, Cabdi Xayawaan (que se pronuncia Ab-di Jai-wahan; en somalí, la “c” es muda y la “x” suena como “h” aspirada), significa Cabdi Animal. Cuando se pone de pie para dar su versión, habla con relajada indiferencia.

“Sí, en el pasado cumplí una sentencia en prisión por tráfico de guepardos –explica–, pero ya no estoy involucrado en el negocio. Los cachorros pertenecían a Guuleed. No hay evidencia de que estuve involucrado”. El juez no parece convencido.

DE ACUERDO CON estimaciones actualizadas, quedan menos de 7 000 guepardos adultos en estado silvestre, la mayoría en el sur y este de África. El comercio de estos felinos ha estado prohibido desde 1975. Pero, incluso así, de 2010 a 2019 más de 3 600 guepardos vivos estuvieron a la venta o fueron vendidos de manera ilegal en el mundo con apenas 10 % interceptado por la ley, detalla Patricia Tricorache, investigadora de la Universidad Estatal de Colorado, quien se ha dedicado a rastrear su comercio durante 15 años. Llevarse guepardos de la naturaleza es ilegal en Somalilandia desde 1969.

La pérdida de hábitat y las muertes por represalia por parte de ganaderos –cuando los felinos

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depredan el ganado– son las mayores amenazas para la supervivencia de los guepardos, aunado al tráfico ilegal de sus cachorros. Las crías, con frecuencia aún lactantes y dependientes, son robadas de la naturaleza mientras sus madres cazan o son rastreadas hasta su madriguera. A pie, en camello, auto y bote, los traficantes desplazan a los cachorros por el cuerno de África y a través del golfo de Adén hacia Yemen, un viaje de 350 kilómetros o más que puede durar semanas. Los cachorros que sobreviven se venden como mascotas en Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudí, Kuwait y otros países del golfo.

Se cree que Somalilandia es el centro del tráfico de guepardos debido al fácil acceso que tiene a la fauna de Etiopía y Kenia, sus casi 750 kilómetros de costa y su proximidad con Yemen. El

Comercio de cualquier tipo, legal e ilegal, ha fluido por el golfo de Adén durante milenios. Hoy, cachorros de guepardo, gemas, humanos y más se contrabandean fuera del cuerno de África; y armas, explosivos y municiones se introducen de forma ilegal.

EL FISCAL CABDIRAXMAAN Maxamed Maxamud salta de su asiento y muestra el celular de Cabdi Xayawaan que fue confiscado durante el arresto. Empieza por reproducir los mensajes de audio que el acusado grabó en su teléfono y envió a sus contactos. Uno es de Cabdi Xayawaan tres meses antes, en el que le dice a un socio que encuentre cachorros de guepardo. Otro habla sobre una transferencia de dinero con un contacto en Yemen. El fiscal muestra al juez fotos y videos de cachorros de guepardo en el celular, unos locales, otros de Etiopía, al igual que imágenes de armas que Cabdi Xayawaan pidió desde Yemen.

“Mis viejos contactos aún me mandan fotos para pedirme que encuentre compradores”, dice Cabdi Xayawaan mientras inicia una explicación elaborada. Admite que a veces reenvía esas fotos al yemení, pero no porque intente arreglar un trato, insiste. El yemení, explica, le debe 80 000 dólares de gasolina, pero no tiene los ingresos para saldar la deuda. Si encontrara cachorros y los vendiera, tendría el dinero para pagarle, expone Cabdi Xayawaan. “Cuando pido mis 80 000, [él] me pide más fotos. [Él] tiene otros compradores, así que si pudiese vender más cachorros podría conseguir mi dinero”.

El fiscal llama a Cabdi Xayawaan un “delincuente recurrente” y le dice al juez: “Es un criminal que ha hecho del tráfico ilegal de vida silvestre parte de su carrera”.

En noviembre, Guuleed y Cabdi Xayawaan fueron encontrados culpables. Guuleed, quien no tenía antecedentes penales, fue sentenciado a un año en prisión. A Cabdi Xayawaan le dieron cuatro, una condena récord por un delito en contra de la vida silvestre en Somalilandia. Fue un parteaguas para el sistema judicial de esa nación, uno que las fuerzas de la ley y los líderes políticos esperan sea suficiente para disuadir el contrabando de guepardos.

Los 10 cachorros ahora viven en un centro de rescate en Hargeisa dirigido por Cheetah Conservation Fund (CCF), organización sin fines de lucro con base en Namibia que empezó a trabajar en Somalilandia en 2011, cuando el gobierno pidió ayuda para cuidar a los guepardos confiscados.

Para mediados de 2021, CCF tenía tres instalaciones en Hargeisa que albergaban casi 60 guepardos y un leopardo. Al haber sido sustraídos de la naturaleza tan jóvenes, ninguno de ellos está preparado para sobrevivir en su hábitat y tendrán que pasar el resto de sus vidas en cautiverio.

A LO LARGO DE LA HISTORIA, los guepardos han sido símbolo de estatus. Una pintura en la tumba de Rejmira, visir del Antiguo Egipto, muestra visitantes extranjeros que llevan tributos al faraón Tutmosis III, los cuales incluían a un guepardo con correa. Un fresco del Renacimiento en un palacio florentino muestra a un Juliano de Médici adolescente montando a caballo con un guepardo sentado tras de sí. Podía verse a Josephine Baker, estrella del burlesque en la era del jazz y agente de la Resistencia francesa, pasear a su guepardo Chiquita –participante ocasional en su actuación– por los Campos Elíseos.

Hoy día, Instagram es el sitio para ver y ser visto con un guepardo. Muchas publicaciones de estos animales como mascota son de personas adineradas en los territorios del golfo Pérsico que usan a los felinos como utilería de prestigio. Hay fotos de guepardos con Lamborghinis y RollsRoyces junto a piscinas que burbujean y con sus dueños ataviados de manera suntuosa.

Instagram también sirve para que muchos traficantes suban fotos de cachorros a la venta, afirma Tricorache.

Instagram no respondió a una solicitud de comentario al respecto.

SOMALILANDIA DECLARÓ su independencia de Somalia, su vecino sureño, en 1991, en medio de una guerra civil. Contrario a Somalia, es una democracia funcional y relativamente estable. Pero aun así tiene grandes retos. Posee relaciones informales con varios países, pero no es reconocida de manera oficial como nación por la comunidad internacional, una meta clave para el gobierno ahora presidido por Muuse Biixi Cabdi. Somalilandia carece de infraestructura, tiene un PIB per cápita muy por debajo de los 1000 dólares anuales y su economía depende de las remesas del extranjero. Además, sequías cada vez más frecuentes acaban con manadas enteras de ganado, la piedra angular de la vida somalilandesa.

A pesar de estos obstáculos, el gobierno somalilandés se ha tomado el tráfico ilegal de guepardos con más seriedad que la mayor parte de los gobiernos al lidiar con cualquier tipo de delito ambiental.

“Aunque somos un país joven, emergente, somos un territorio que [no] quiere ver a la vida silvestre sufrir ni ser traficada”, enfatiza Shukri Haji Ismail Mohamoud, ministra de medio ambiente y desarrollo rural.

Su ministerio ejerce mano dura contra el contrabando de guepardos y trabaja junto a la Guardia Costera, el Ejército, el Parlamento, la Fiscalía General y el Ministerio del Interior, que se encarga de la seguridad interna. Es una pelea por preservar la herencia natural de Somalilandia, promover paz y estabilidad, y obtener reconocimiento internacional como un Estado independiente regido por la ley.

El progreso de Somalilandia en el desarrollo de sus instituciones gubernamentales sucede en medio de un sistema de clanes que ha sido el cimiento de la organización social, la seguridad comunitaria y la resolución de conflictos durante mucho tiempo. Esto a veces lleva a los ancianos, quienes mantienen respeto e influencia, a entrar en conflicto con las autoridades civiles que trabajan para modernizar el sistema de justicia y las políticas de conservación.

Cuando se trata de tráfico de vida silvestre, la interferencia de los clanes y la corrupción pueden impedir que los casos sean vigilados por el sistema formal de justicia, aclara Erica Marsh, experta en el cuerno de África, aunque esto ha empezado a cambiar desde la aprobación de la

“En el negocio del contrabando, si tienes una gota de piedad en el cuerpo, este trabajo no es para ti”, dice un traficante de guepardos.

Hoy la manada de Dugsiye es una fracción de eso y la granja desapareció. La sequía viene con frecuencia y las lluvias son erráticas. Hay inundaciones súbitas cuando la lluvia llega y las tormentas –como el ciclón Sagar, de 2018– pueden ser mortales. Esa tormenta mató al menos a 25 personas en Somalilandia.

La tierra ya no puede sostener animales domésticos o silvestres como solía hacerlo, y ya que la sequía ha vuelto escasas la buena pastura y la vegetación, los animales de presa como el antílope o el jabalí verrugoso son menos abundantes. Eso fuerza a los guepardos a buscar otras fuentes de sustento, algunas veces las cabras y ovejas que los campesinos tienen que adentrar en el hábitat del guepardo para encontrar alimento.

De manera oficial, los guepardos desaparecieron de Somalilandia hace décadas, pero la mayoría de los pastores aseguran verlos al menos de vez en cuando. Dugsiye avista felinos que merodean a las afueras de Bwon casi una vez al mes, a veces más, apunta, y por lo menos una vez al año hay un ataque a sus animales.

Al día siguiente de que Dugsiye le disparara a la guepardo, Cabdinasir Hussein, director de fauna silvestre del Ministerio de Medio Ambiente, manejaba por Bwon y encontró un guepardo muerto al lado del camino. Un pastor identificó a Dugsiye como el tirador y fue arrestado. Por primera vez Dugsiye se enteró de que era trabajo de todos proteger la vida silvestre.

Pocas personas en Somalilandia están al tanto de su ley de vida silvestre, en especial en las zonas rurales. Los bajos niveles de alfabetismo y el nomadismo dificultan informar a los pastores, quienes son los más propensos a interactuar con la vida silvestre, afirma Cabdilahi Xasan Warsame, alcalde de Xariirad, un pueblo cerca de la frontera con Etiopía donde la gente vende cachorros de guepardo. Él cree que, con educación y sensibilización sobre la importancia de los guepardos, las comunidades “se convertirán en sus protectores, no sus perjudicadores”, en especial si se puede convencer a los ancianos de los clanes para que tomen la iniciativa.

Dugsiye fue liberado sin cargos después de recibir una lección sobre la ley y cómo los guepardos merecen protección porque son parte vital de la herencia natural de Somalilandia. “Prometí que jamás volvería a dispararle a otro guepardo”, admite, y añade que juró reportar a cualquiera que lo hiciera.

Su nueva vocación se puso a prueba. Luego de su arresto perdió dos cabras más, una que amamantaba y otra que estaba cargada. Pero indica que, mientras pueda alimentar a sus hijos, permanecerá como un defensor de los guepardos.

LA POBREZA LLEVA A algunas personas a matar o robar guepardos, pero la avaricia impulsa a los grandes traficantes. “En el negocio del contrabando, si tienes una gota de piedad en el cuerpo, este trabajo no es para ti”, confiesa un inquieto negociante de guepardos y vendedor de kat con ojos sanguinolentos. Describe a Cabdi Xayawaan.

Sentado a la sombra de un mango, mientras los babuinos corren por el lecho seco de un río a sus espaldas, el negociante explica cómo fungió de intermediario entre los pastores, que roban cachorros al otro lado de la no vigilada frontera con Etiopía, y Cabdi Xayawaan, quien los contrabandeaba hacia la costa de Somalilandia y fuera de la región. “Era como esa tubería”, explica mientras señala un conducto de concreto a unos pocos metros. Era solo el transportador de cachorros, no el que los colectaba o vendía.

Cabdi Xayawaan es conocido por todos, desde ministros del gobierno y altos rangos militares hasta alcaldes, pescadores y granjeros. “Es el peor traficante –asegura el coronel Yuusuf Iimaan Diiriye, comandante de la guarnición del ejército que supervisa las regiones occidentales somalilesas de Sahil y Awdal–. Es quien está extinguiendo al guepardo en esta región”.

Instagram es donde muchos dueños suben fotos de sus felinos, también donde muchos traficantes ofrecen cachorros a la venta.

Operaba con frecuencia cerca de los pueblos de su niñez en Sahil, afirman los lugareños. Conoce las rutas donde es poco probable encontrar patrullas, las playas más (o menos) vigiladas por la Guardia Costera y los pueblos con gente a la que se le puede pagar para alertar. Los oficiales lo han vinculado a más de 20 incidentes de contrabando de guepardos tan solo en Sahil desde 2012. Aun así, antes del caso del otoño pasado, solo tres arrestos previos resultaron en condenas.

“Es un político con una red amplia”, explica un conductor en la costa de Sahil, quien afirma que se encuentra a Cabdi Xayawaan al menos dos veces al mes. En muchas ocasiones, agrega, lo ha visto con cachorros de guepardo –y a veces de león– en su auto. El chofer explica que el traficante viaja con frecuencia acompañado de jóvenes, algunos de los cuales van armados y otros parecen ebrios, un tabú en la Somalilandia islámica donde el alcohol es ilegal.

“Para él nada es haram”, prosigue Diiriye al utilizar la palabra árabe para “prohibido”.

Cabdi Xayawaan empezó a trabajar para otro traficante hace más de una década, comenta Timothy Spalla, investigador patrocinado por National Geographic Society quien junto a su equipo sigue el tráfico de guepardos en el cuerno de África y Oriente Medio. Cabdi Xayawaan pronto estableció contactos con compradores árabes y desplazó a su antiguo empleador.

Descrito como inteligente y reservado por un oficial del ejercito que alguna vez lo arrestó, Cabdi Xayawaan tenía varias tarjetas SIM para su teléfono celular y satelital, y cambiaba con frecuencia de auto, asegura Spalla. Sabe cómo ganarse lealtades y construir su red mediante carisma e incentivos (principalmente dinero).

“Cuando ve una oportunidad contigo, de inmediato anotará tu nombre y número”, asegura un intermediario que sostiene que Cabdi Xayawaan lo reclutó por sus numerosos contactos con los nómadas somalís del lado etíope de la frontera. “Así hace crecer su red”.

Es una red amplia. Cuando las fuerzas policiales aumentaron la presión en el occidente de Somalilandia, el traficante cambió con habilidad sus rutas de comercio hacia el este. Por lo regular, él comercia con cachorros de guepardo, pero de manera esporádica contrabandea un cachorro de león o de leopardo e introduce armas y kat en Somalilandia, según testigos, socios, funcionarios públicos y oficiales. Con frecuencia llevaba las crías a la playa para entregárselas a los contrabandistas a bordo de botes que se dirigían a Yemen, relata el conductor y otros que lo han visto.

LA ESTACIÓN DE LA Guardia Costera en Ceel Shiikh, un pueblo pequeño en la costa central, parece abandonada. Un edificio con la pintura pelada se alza en medio de un terreno con equipo mecánico desparramado. Los oficiales apostados ahí no tienen autos que los trasladen de la estación a lo largo de la playa que usan los contrabandistas. No tienen radios ni teléfonos satelitales y la señal de celular llega a ser débil, en especial mar adentro. Sus escasos botes patrulla no son nada más que lanchas pesqueras.

Los oficiales de la Guardia Costera y líderes locales de Ceel Shiikh recuerdan que, desde hace años, saben que Cabdi Xayawaan contrabandeó guepardos en las playas del pueblo. Está bien conectado, afirma el comisario del distrito Maxamed Jamac Colaad, pero también lo están aquellos que quieren detener el contrabando.

“La comunidad nómada son como radio y antena –explica–. Trabajamos con ellos para saber cómo está la situación”. Y un día, hace cuatro años,

EAU prohíbe la posesión privada de animales “peligrosos”, pero algunos dueños de guepardo aprovechan un vacío legal que permite los zoológicos privados.

Cabdi Xayawaan iba rumbo a Ceel Shiikh en una Toyota SUV roja con cachorros de guepardo, al parecer planeaba entregarlos esa noche a un bote en el mar.

Sin autos, la Guardia Costera montó un operativo a pie. Los oficiales sabían por sus informantes qué ruta tomaría, así que se escondieron y esperaron entre los matorrales a ambos lados de la carretera. Si lograba llegar hasta la playa, llevaría a los cachorros por la arena y navegaría por las aguas tibias del Mar Rojo para entregarlos a un yemení que vadearía hasta la costa en el bote. Si los guardacostas no detenían a Cabdi Xayawaan antes de la transferencia, había pocas esperanzas de rescatar a los cachorros: los botes de los guardacostas no son rival para los que usan los contrabandistas yemenís.

Cuando la SUV del contrabandista llegó a tumbos por la terracería entre matorrales espinosos, los oficiales desenfundaron sus armas, salieron de los arbustos y le bloquearon el paso, recuerda el subalterno de la estación de guardacostas. Al registrar el vehículo, encontraron seis cachorros. Cabdi Xayawaan se dijo inocente, pero fue arrestado. Después, el caso se desestimó; el porqué no está claro.

No todos los pueblos en Somalilandia están tan escasos de recursos como Ceel Shiikh. En Berbera, que tiene un puerto comercial en construcción de la compañía emiratí DP World, una presencia amplia de la Guardia Costera ha disminuido de manera importante el contrabando de guepardos, informa el coronel Haaruun Saciid Cali, comandante de la Guardia Costera de Berbera, el mayor emplazamiento marino de Somalilandia. “No puedo decir que nada se nos escapa, pero no es común”. Cuando sus oficiales salen a patrullar, lo hacen en un buque de guerra de 20 metros con dos esquifes de seguridad.

“Nuestra línea costera es extensa, porosa y difícil de patrullar”, comenta Axmad Maxamad Xaaji Du’ale, gobernador de Sahil; no hay suficientes retenes en las carreteras como para detener el comercio ilegal. En Berbera, sin embargo, la Guardia Costera y las redes de informantes de la policía han contribuido a mejorar la seguridad y obligado a los contrabandistas a buscar otros puntos de salida. El puerto resulta esencial para la economía de Somalilandia y para conseguir inversión extranjera a futuro, así que “nos tomamos muy en serio la seguridad –enfatiza Du’ale–. Todos tenemos la meta de conseguir el reconocimiento de nuestro país”.

Asimismo, el gobierno comisionó una unidad del ejército para combatir el tráfico. El 18˚ Batallón –nombrado así por la fecha de independencia de Somalilandia, el 18 de mayo de 1991–, tiene su sede en el pueblo costero de Lughaya, otro sitio que Cabdi Xayawaan usaba para sacar del país cachorros de guepardo. La unidad tiene el encargo de impedir el trafico de personas, vida silvestre y, sobre todo, armas.

Un pescador que ha trabajado en la costa durante 30 años dice que ha visto cualquier tipo de contrabando en Lughaya: humanos, combustible, gemas, guepardos, leopardos, leones, gacelas.

Narra que la primera vez que vio tráfico de guepardos en Lughaya fue en 2005, y que se convirtió en un centro de actividad con su apogeo cerca de 2013. En ese entonces vio cachorros de guepardo cuando menos una vez al mes, en ocasiones cada semana. En 2014, tras el estallido de la guerra en Yemen y el bloqueo saudí de su costa, aunado a la mano dura del gobierno de Somalilandia contra el contrabando de guepardos, el comercio disminuyó, afirma.

El pescador recuerda que llegó a conocer a Cabdi Xayawaan cuando, un día de 2014, el auto de este se descompuso; ambos habían cruzado caminos con frecuencia. “Fue uno de los primeros contrabandistas que conocí –rememora el pescador–. Es un hombre abierto, sociable y con frecuencia generoso”. El contrabandista se quedó varado en el pueblo y hablaron sobre su trabajo. “Tu comida viene del mar, la mía de los cachorros –le dijo al pescador–, así que no interfieras”. Entonces Cabdi Xayawaan le dio dinero.

EN EL FRESCOR DE LA CORTE con paredes de concreto en Hargeisa, el fiscal menciona con insistencia lo que se encontró en el celular de Cabdi Xayawaan, en particular los mensajes entre él y el yemení. Un día, según los registros bancarios citados, el yemení envió al acusado 4 000 dólares. No mucho después recibió fotos y videos de cachorros de guepardo.

Nadie sabe dónde están esos cachorros ahora, ya sea que se hallen entre los 10 que llevaron a la casa de Guuleed y luego rescataron, si fueron embarcados a Yemen y ahora viven en un albergue de fieras en una villa, o si murieron donde estaban. La mayoría de los cachorros en el comercio son alimentados con leche de cabra y carne como sustituto del alimento materno, y es probable que muchos mueran de desnutrición u otras enfermedades en el camino.

Las rutas que usan los contrabandistas para mover guepardos desde Yemen por el golfo Pérsico no son muy conocidas, pero muchos cachorros quizá son llevados de Yemen a Arabia Saudí, según Tricorache. Desde ahí se distribuyen a los compradores locales en Kuwait o EAU.

Las leyes sobre tener vida silvestre como mascotas en esos países son complejas de analizar. EAU, por ejemplo, prohibió la posesión privada de animales “peligrosos” como los guepardos en 2016. Algunas personas entregaron sus animales, pero cinco años después muchos emiratíes aún los conservan, según una búsqueda en Instagram. Al parecer utilizan un vacío legal que exime de la prohibición a los centros de investigación, parques de vida silvestre y zoológicos, lo que incluye a los privados como los que tienen los ultrarricos. El ministro del medio ambiente de EAU declara que establece estándares rigurosos para expedir licencias para zoológicos y trabaja con las autoridades locales para “idear una respuesta expedita y coordinada a los reportes de posesión ilegal”. Las sanciones incluyen hasta seis meses de prisión y una multa máxima de 136 000 dólares.

En Kuwait, varios dueños de guepardos declinaron hablar con National Geographic de manera oficial por miedo a meterse en problemas con la ley, aunque comparten fotos de sus guepardos con sus miles de seguidores en Instagram.

CABDI XAYAWAAN AHORA está en prisión, pero no se sabe por cuanto tiempo. La primavera pasada, mucho después de que el periodo para apelar su condena expirara, su caso fue reabierto por razones que permanecen inciertas. La misma primavera, Guuleed, quien pagó una multa y cumplió solo una parte de su condena de un año, murió en su casa de Hargeisa poco después de ser puesto en libertad, de acuerdo con el Ministerio del Medio Ambiente.

Si la condena de Cabdi Xayawaan se desecha, habrá terminado una de las mayores victorias de Somalilandia contra el tráfico de cachorros de guepardo, como muchos de los casos de delitos ambientales alrededor del planeta: en silencio y con pocas consecuencias.

A finales de junio de este año, al menos 150 guepardos habían sido registrados para su venta.

Rachael Bale es directora ejecutiva del Departamento de Animales de National Geographic. El fotógrafo Nichole Sobecki es un explorador de National Geographic y se enfoca en la conexión entre humanidad y naturaleza.

WILDLIFE WATCH

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2021-09-01T07:00:00.0000000Z

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