Guerra futura en el aire
Por Juan Antonio Guerrero
2023-03-01T08:00:00.0000000Z
2023-03-01T08:00:00.0000000Z
Editorial Televisa

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AERONÁUTICA
Ni Star Wars ni Top Gun. Más allá de Hollywood, las batallas aéreas del mañana van a seguir teniendo a los pilotos como protagonistas, pero acompañados de aparatos no tripulados en coordinación cibernética. De las antiguas formaciones aéreas pasaremos a “nubes de combate” en las que la comunicación y la capacidad de ocultación serán fundamentales. La oleada de cazas Incom T-65 se acercó en formación cerrada hasta las proximidades de su objetivo y se desplegó, separándose entre sí, para no ofrecer un blanco demasiado fácil a las defensas. En los audífonos de los pilotos sonó la voz del líder, algo metálica, dando la orden de ataque y los cazas abrieron sus alas en X mientras en las pantallas de los sensores los puntos luminosos de los cazas enemigos se multiplicaban, moviéndose velozmente a su encuentro. Detrás de las cabinas, los droides astromecánicos Automaton R2, integrados en cada nave, realizaban sus habituales tareas de navegación y control del vuelo, diagnóstico, gestión de la energía y corrección de problemas técnicos, optimizando los sistemas de a bordo, ahora listos para el combate. Tan pronto como ambas formaciones estuvieron a tiro se disgregaron en una confusa aglomeración con cazas de uno y otro lado que se perseguían, maniobrando agitadamente, mientras las brillantes trazas de los cañones láser dibujaban líneas rojas y azules en el negro espacio, salpicado esporádicamente de cegadores resplandores que marcaban el final de un combatiente. Esta es la imagen que muchos tienen de los combates aéreos del futuro gracias, por ejemplo, a las películas de la saga cinematográfica Star Wars. Hoy sabemos ya que no serán así ni de lejos. Tampoco los expertos, rebeldes y agresivos pilotos, con apodos como Maverick, Goose o Viper, serán los protagonistas del Top Gun de la década de los 2030. Mal que le pese a la legión de escritores, guionistas y productores de Hollywood, la guerra aérea, de cumplirse los estudios y programas ya en curso, la ejecutarán cazas tripulados, sí, pero rodeados de enjambres de drones semiautónomos, dotados de inteligencia artificial, que actuarán como fieles escuderos que protegerán hasta el sacrificio a sus caballeros, pero que también combatirán como un caza más, incluso lanzando misiles, bombas guiadas o drones de menor tamaño. La nueva “nube” Ni siquiera las batallas aéreas al modo actual, en el que las oleadas de ataque preceden a las vanguardias navales o terrestres, tendrán ningún parecido con la guerra futura, en la que los sistemas de armas –el complejo avión-sensores-armas nacido en los años posteriores a la guerra de Corea– basados en la computación centrada en la plataforma (PCC, Platform-centric Computing) serán sustituidos por la Nube de Combate (CC, Combat Cloud) que conectará entre sí todos los elementos interactivos y dispondrá de plena consciencia de una batalla multiescenario conjugando los combates en tierra, mar, aire, espacio, ciber y guerra electrónica. Un salto sólo comparable a la transformación que supuso en el siglo XIX la levée en masse napoleónica, el reclutamiento forzoso, y la incorporación de la Revolución industrial en la guerra de Secesión norteamericana. La Nube de Combate combinará ofensiva, maniobra y masa, alterando la rapidez de las decisiones, gracias a las tecnologías de decisión distribuida que interpretan el escenario de la batalla a la velocidad de la luz, generando una consciencia situacional casi en tiempo real. Esto permite, al integrar los efectos cibernéticos y cinéticos, llevar a cabo decenas de acciones simultáneas de forma virtual o física para eliminar o reducir la capacidad de acción del adversario, ganándole en el tiempo. En términos sencillos, la Nube de Combate permitirá a cualquier elemento o sistema del campo de batalla –sensores, sistemas de control y de armas, drones, vehículos y combatientes– conectarse con otros de forma permanente e independientemente de la distancia a la que se encuentren, para proporcionar, gracias a la decisión distribuida, una visión total y anticipada de la situación táctica. La guerra combinada Mientras los laboratorios, planificadores y estrategas dibujan ese futuro escenario, ingenieros de medio mundo trabajan ya en numerosos proyectos para materializar el caza de quinta o sexta generación que llevará al cielo esa concepción de la guerra, a la que algunos llaman ya fusion warfare, la guerra combinada. Si bien cada país –o grupo de países, previas dificultosas y complejas negociaciones políticas, financieras e industriales– está definiendo su visión de lo que debe ser ese caza del futuro. Hasta hace poco, muchos creían que la presente generación de cazas, que podemos representar en el F-35 estadounidense, sería la última de aviones de combate tripulados. Estos acabarían siendo sustituidos por UAV (Unmanned Air Vehicles, vehículos aéreos no tripulados), para misiones de vigilancia y reconocimiento, y por UCAV (Unmanned Combat Air Vehicles) en las de combate. Esa idea no es nueva y tuvo su origen en los años cincuenta del siglo pasado, llegando a ser tan dominante en el pensamiento militar que, en Reino Unido, el Gobierno conservador de Harold Macmillan decidió, en abril de 1957, suspender todos los programas en desarrollo dado que, “en adelante, la RAF ya no necesitaría más cazas tripulados”. Esporádicamente, ha resurgido en los planteamientos estratégicos, hasta que el desarrollo sin precedentes de los UAV en la última década llevó al Gobierno estadounidense a admitir en su planificación de Defensa para el año fiscal 2001, que “para 2010, un tercio de la flota de combate dedicada a ataques profundos en espacio aéreo enemigo será no tripulada”. Sin embargo, siempre ha habido quienes mantienen un cierto escepticismo al respecto, considerando que un piloto humano tendría una mayor consciencia situacional en cualquier momento, gracias a sus sensaciones físicas y sus sentidos e intuiciones: el destello del cohete de un misil captado de reojo por ejemplo, le haría percibir casi inconscientemente un peligro y adoptar las medidas oportunas, algo imposible para un operador remoto desde su consola, cuyos sensores serían siempre limitados. De hecho, en muchos países se sostiene que, en la actualidad y en un futuro inmediato es prácticamente imposible diseñar y fabricar un sistema con idénticas capacidades sensoriales y de procesamiento que un ser humano. Y eso sin contar con las interferencias del enemigo en las señales de navegación y de suplantación de los enlaces de datos –en los que un hacker se hace pasar por uno de los sistemas que lo comparten–, un hecho que ya se ha producido en la realidad en las todavía recientes operaciones militares sobre Siria. Pero la última palabra puede que la ponga el desarrollo de la inteligencia artificial. Nuevo escenario bélico En el nuevo concepto de guerra aérea, las fuerzas ya no serían sistemas de armas sino “sistemas de sistemas” que interactúan entre sí, de forma que el conjunto sería bastante más que la suma de las partes, un concepto que parece extraído del campo de la psicología humanista, cuya aplicación más conocida es la terapia Gestalt, palabra alemana que puede traducirse como totalidad o proceso. En realidad, las fuerzas armadas estadounidenses vienen aplicándolo a las operaciones militares, bautizándolo como network-centric warfare, algo así como guerra centrada en la red. En el combate aéreo futuro, y en bastante medida ya en el actual, esa red estaría formada por varias subredes. La primera es la de información, una red de redes de encaminamiento o ruteo de las comunicaciones, sistemas operativos y gestión de las aplicaciones de información, que depende a su vez de una red de sensores, compuesta de nodos que exploran el campo de batalla para detectar, seguir e identificar los objetivos, y cuyos datos se distribuyen a la fuerza de combate mediante la red de información. Una tercera red es la de los “tiradores”, los sistemas de armas de diverso tipo –incluyendo interferidores o perturbadores que pueden anular o debilitar las señales y la comunicación del enemigo– hasta cibernéticas y, por supuesto, las de fuego: aviones tripulados o no y misiles antiaéreos lanzados desde la superficie. La última pero no menos importante es la red de mando, constituida, al menos en un futuro inmediato, por elementos humanos, aunque auxiliados en la difícil tarea de la toma de decisiones por sistemas cibernéticos y de inteligencia artificial que actúan como asesores y pueden recomendar incluso las acciones a realizar. Ni que decir tiene que, para que el resultado de la batalla o campaña sea propicio, las cuatro redes deben funcionar e interactuar correctamente. Siguiente generación Los equipamientos más llamativos serán los vehículos aéreos, tripulados y no tripulados, y los sistemas de misiles, estos últimos hipersónicos casi en su totalidad. Aunque poco se sabe de las características concretas que se exigirán a los cazas de sexta generación, es obvio que algunas pueden intuirse. La primera es la furtividad, la cualidad de pasar inadvertidos, al reducir el área de su eco radar (RCS, Radar Cross Section, sección radar equivalente). Para conseguir un RCS bajo, los materiales han de ser de escasa reflectividad a las ondas electromagnéticas –algo que ya viene siendo habitual desde la generación anterior–, al menos, en las zonas más expuestas a las emisiones de radar. Pero también su tamaño habrá de ser lo menor posible, tanto de forma absoluta –aviones más pequeños que los anteriores– como respecto de la longitud de onda del radar enemigo. Y, finalmente, sus superficies evitarán ángulos en los que se concentren los reflejos del radar, apantallando además superficies proclives a generar grandes ecos, como los álabes de las turbinas. Por supuesto, y como ya hacían el F-117A (el famoso “caza invisible”) y el F-22 estadounidenses, y hace el carísimo y hasta ahora problemático F-35, las armas ya no colgarán de soportes externos, bajo las alas o el fuselaje, sino que se alojarán en bodegas internas para evitar que se conviertan en verdaderos reflectores de las ondas de radar. No obstante, para misiones en las que ya no importe el riesgo de ser detectados, o una vez conseguida la superioridad aérea, siempre será posible aumentar su carga ofensiva con estos sistemas. Por supuesto que ya se trabaja en ellos Y en numerosos países, además de los considerados como más avanzados: Estados Unidos, Rusia, China… En Europa, el futuro sistema de sistemas tiene abiertos dos frentes: el programa FCAS (Future Combat Air System) desarrollado por Francia, Alemania y España, y el Tempest del Reino Unido, que cuenta con la colaboración italiana, sueca y recientemente japonesa. El FCAS está definido ya con dos elementos principales, un avión de combate tripulado denominado NGWS (Next-generation Weapon Sytem), que sustituirá a los Rafale en Francia –si esta no decide diseñar su propio sistema como ya hizo en su día con el Eurofighter–, a los Typhoon en Alemania y a los F-18 Hornet en España, se calcula que entre 2035 y 2040. El otro elemento del FCAS estará compuesto por diversos vehículos aéreos no tripulados, genéricamente agrupados en las siglas RC (Remote Carriers, portadores remotos). Naturalmente, dispondrá, como corresponde a un sistema de quinta o sexta generación, de su CC (Combat Cloud, Nube de Combate), el entorno electromagnético que integrará ambos “tiradores” entre sí y con la red de redes. Los portadores remotos podrán ser de diverso tipo e incluir también aeronaves no tripuladas de apoyo. En Estados Unidos, su próximo sistema de combate aéreo podría llegar a ser un vehículo no tripulado/tripulable, sonando como favorito por ahora el Boeing F/A-XX. Se trata de un avión multifuncional que realizaría una amplia gama de tareas, entre ellas misiones de reconocimiento, observación y exploración, pero también ataques de precisión contra objetivos terrestres. Si es necesario, se podrá utilizar igualmente como designador de objetivos para otros medios de ataque, aviones o misiles de crucero. Su apariencia externa parece copiada del actual F-22, tal vez con la intención de reducir al mínimo el costo de desarrollo. Otros países, hasta ahora considerados menos avanzados en esta área, unen también fuerzas para conseguir sus propios sistemas de combate aéreo adaptados, claro está, a sus necesidades específicas y con la clara intención de lograr, al menos parcialmente, la independencia tecnológica. Es el caso de Corea del Sur e Indonesia, que desarrollan conjuntamente el KAI KF-21, de diseño coreano e inicialmente un caza de generación 4.5++ (es decir, aún de la generación anterior, pero con los máximos avances tecnológicos actuales), para posteriormente mejorarlo hasta alcanzar el nivel de los cazas de quinta generación. Ante un escenario tan complejo y aún tan poco definido, es evidente que nos esperan sorpresas, y sobre todo, muchos cambios. O no y tal vez los próximos cazas del futuro no sean tan diferentes. A fin de cuentas, como dice el viejo adagio militar, “las guerras empiezan siempre como terminó la última”.
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