Mitos y leyendas

La magia que permea la saga artúrica tiene en esta enigmática mujer a uno de sus más insignes practicantes.

Por Luis Felipe Brice

2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa

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SUMARIO

La trágica historia de Nimue: la Dama del Lago. Entre los grandes personajes femeninos de las leyendas del rey Arturo destaca Nimue. Mejor conocida como la Dama del Lago, su historia marcó decisivamente el devenir no sólo de este monarca, sino también del mago Merlín y del caballero Lanzarote, dos sobresalientes figuras del ciclo artúrico. Aunque, como personaje literario, surgió en la Edad Media, sus orígenes se remontan a los pueblos celtas, adoradores de la diosa del agua, Coventina, denominación de la cual deriva Viviana, otro de los nombres por el que se conoce a Nimue, quien eligió vivir en un lago. Según distintas fuentes medievales, fue de ese mítico cuerpo de agua de donde extrajo la espada mágica Excalibur que, a instancias del mago Merlín, obsequió al rey Arturo para legitimarse como soberano y ser invencible en las épicas batallas que lideró. Cuenta una leyenda que, a cambio de tan preciado regalo, Nimue pidió al monarca la cabeza de uno de sus caballeros, sir Balin, quien le había matado a un hermano. El rey se negó a ejecutar a su leal servidor pero este, al enterarse de la petición de la Dama, la decapitó en plena corte. Avergonzado por el sangriento hecho y arrepentido por no haber cumplido el deseo de Nimue, el soberano finalmente mandó matar a su asesino y organizó un espléndido funeral para honrar a su benefactora. En otra versión del relato, por encargo del rey Arturo al morir, Sir Bedivere devolvió la Excalibur a Nimue, arrojándola al lago, de donde emergió una mano para recuperarla, quedando para la posteridad esa icónica imagen. Cabe anotar aquí que –de acuerdo con la tradición celta– solían arrojarse objetos metálicos (entre ellos espadas) a las aguas, como tributo a las deidades. Se cree que de ahí proviene la costumbre de lanzar monedas al agua para pedir un deseo. Poderosa hechicera Más allá de su vínculo con respecto a la entrega de Excalibur al rey Arturo, Merlín y quien entonces respondía al nombre de Viviana establecieron una relación por demás estrecha. Como con la hechicera Morgana, el mago también compartió con la futura Dama del Lago su vasto conocimiento y experiencia. Pero en este caso, los nexos alumna-mentor fueron bastante más lejos: “Viviana. Ese era el nombre con el que había engañado a Merlín para que […] el último druida, le enseñase la magia que aún quedaba fuera de su alcance. Lo había seducido, había logrado que le revelara todo cuanto ella le pedía. Ya viejo y descuidado, el mago creyó que el amor que ella prometía era verdadero y le entregó lo mejor que tenía”, a decir de la escritora Moira Cruz en La Dama del Lago y el secreto de Avalon. Entre lo mejor que Merlín tenía para enseñarle a Viviana estaba un conjuro tan poderoso y definitivo que ni siquiera él podría deshacerlo. Sin embargo, estaba tan profundamente enamorado de su joven y bella aprendiz, que ella logró convencerlo de realizar el sortilegio, haciéndolo dormir el sueño eterno, enterrado bajo una piedra, atrapado en un árbol o bien encerrado en una cueva, según la versión del relato de que se trate. Habiéndose transformado en una poderosa hechicera, gracias a las enseñanzas de Merlín, Viviana sacó inmediatamente ventaja de la desaparición del mago, ocupando su lugar como consejera del mismísimo rey Arturo. En ese papel, protegió al monarca de acérrimos enemigos, entre ellos su colega Morgana, la hermana incómoda del soberano. Incluso se dice que, tras la batalla en la cual el rey resultó mortalmente herido, Nimue lo cuidó en su agonía hasta el último suspiro. Hada madrina La Viviana que sedujo a Merlín, para primero exprimirlo y luego deshacerse de él, se sintió tan avergonzada y arrepentida de su vileza que, ya con el nombre de Nimue, tomó la determinación de ocultarse en el recóndito lago al cual debe su sobrenombre. Ahí creó un santuario para proteger y dar cobijo a las doncellas que, acusadas de brujas, eran perseguidas por rendir culto a sus antiguas deidades y no venerar al nuevo dios único e impuesto. De ese lago fue de donde la hechicera rescató a un bebé de nombre Galahad, que había quedado ahí en el abandono al morir su padre, el rey Ban de Benwick, a manos de Claudás, soberano de Gaula. Decidió, pues, adoptarlo, darle el nombre de Lanzarote y fungir como su hada madrina, protegiéndolo y preparándolo para regresar a su mundo como caballero andante. Aunque “se daba cuenta –y no de repente, sino que se había ido percatando con el tiempo– de que no podía soportar la idea de separarse de Lanzarote de manera permanente. Lo quería como un hijo. Ella era su madre. Lo amaba tanto que se le partía el corazón cada vez que pensaba en que su destino estaba con toda seguridad en otra parte”, refiere Moira Cruz. Resignada con ese destino, Nimue reveló a Lanzarote su origen cuando este cumplió la mayoría de edad. Además, con su conocimiento y magia, ella misma lo dotó de todo lo necesario para armarse caballero del rey Arturo y tener suerte en las batallas al lado del monarca, culminando así su labor de hechicera insigne de la saga artúrica.

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