Hierápolis: la puerta al infierno
2023-05-01T07:00:00.0000000Z
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Editorial Televisa

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Sumario
En el oeste de Turquía se formó un paisaje espectacular de cascadas pétreas blancas —de nombre travertinos— frente a un valle. Además, el lugar gozaba de aguas termales que dieron origen a la ciudad-balneario romana de Hierápolis, situada en lo alto de la montaña blanca de Pamukkale. Hierápolis fue fundada por los reyes atálidos de Pérgamo a finales del siglo II a. C. y posteriormente fue conquistada por los romanos a principios del siglo II de nuestra era. Sus monumentos han sido testigos de la importancia de la ciudad como lugar de reposo para las élites del imperio. Pero si por algo era conocida en la antigüedad Hierápolis fue por su puerta de entrada al infierno, donde el perro de tres cabezas — Cerbero— exhalaba su aliento a través de una cueva arqueada. Esta estaba situada dentro del santuario de Plutonio —dedicado al dios Plutón, dios de la muerte y el inframundo—. El santuario constaba, además, con un estanque rectangular de agua cristalina, una escalinata y una estatua del dios. En el santuario, los sacerdotes hacían sacrificios de animales que caían súbitamente muertos a la entrada de la cueva ante el asombro del espectador. Plinio el viejo describió el lugar como la “alcantarilla de Charon” —el balsero que llevaba el cuerpo de los muertos a través del río Estigia y Acheron al inframundo—. Estrabón dio fe de dichos sacrificios: “Cualquier animal que entre se encuentra con la muerte instantánea. Los toros que son llevados a la cueva caen y son arrastrados muertos, y yo arrojé gorriones y de inmediato cayeron y murieron”. Pero Estrabón iba más allá: “El espacio está lleno de un vapor tan brumoso y denso que apenas se puede ver el suelo”, y se sorprendía al ver que morían los animales, pero no los sacerdotes, quizás porque estaban protegidos por la divina providencia o quizás porque contenían la respiración. La ubicación del santuario no se hizo al azar. Las investigaciones posteriores han sacado a la luz que la cueva del santuario de Plutonio se ha levantado sobre la falla tectónica de Pamukkale, donde a través de las grietas de la tierra han brotado aguas ricas en minerales, pero también en gases mortales. El dióxido de carbono que ascendía a la superficie era más pesado que el oxígeno que respiraban los sacerdotes —conocedores probablemente del fenómeno según las horas del día y la altura—, mientras que los animales caían desplomados súbitamente. En la actualidad, el santuario se ha acondicionado para su disfrute, se ha tapiado la cueva y se ha construido una pasarela para mayor seguridad. Mitología y ciencia se han convertido en historia en la puerta del infierno.
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