Rómulo, Remo y la loba

2023-05-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa

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Sumario

Según la leyenda, la fundación de Roma —753 a. C.— se debió a Rómulo y Remo, descendientes de Eneas —superviviente de la guerra de Troya—. Este, en su periplo por el Mediterráneo terminó con sus huesos en Italia. Allí se casó con Lavinia, hija del rey del Lacio, y fundó una ciudad a la que dio el nombre de su esposa. Sus nietos Ascanio y Numitor se enfrentaron por el trono del Lacio y el primero mató a todos los descendientes del segundo menos a la joven Rea Silvia, a la cual metió a vestal —sacerdotisa monja— para que no pudiera tener descendencia. Pero esta, tomando el fresco a las orillas de un río tuvo un encuentro con el dios Marte que la dejó embarazada. Cuando Amulio se enteró, cogió a los recién nacidos —fueron gemelos, Rómulo y Remo—, los metió en una canastilla en el río Tíber y esperó a que se ahogasen. Mas la corriente les empujó río abajo y fueron recogidos —cual Moisés— por una loba —símbolo de la ciudad de Roma— que los amamantó. Cuando los gemelos, ya adultos, conocieron su historia volvieron al Lacio, mataron a Ascanio y repusieron en el trono a su abuelo Numitor. De vuelta al Tíber, fundaron allí donde fueron encontrados, entre siete colinas, la ciudad de Roma —de rumm, “popa, ciudad fluvial”—. Levantaron los muros de la ciudad y juraron matar a quien los mancillase. Quiso el destino que fuera Remo el primero en hacerlo tras una disputa con Rómulo, que no dudo en matarlo y convertirse en el primer rey de Roma. Los historiadores —mal pensados— no han creído a pies juntillas la historia, y algunos han identificado la loba con alguna prostituta de la zona o incluso con Acca Laurentia, mujer de un pastor de costumbres frescas y fuerte carácter. Los habitantes del centro de Italia durante el I milenio a. C. fueron umbrios, sabinos y latinos. La más poderosa ciudad de estos pueblos fue Alba Longa —capital del Lacio—. De allí procedieron los primeros fundadores de Roma y de entre ellos, quizás, su caudillo o cabecilla Rómulo. La tradición romana ignoró este origen de la ciudad y lo mitificó haciendo de los romanos los portadores de un origen divino cuyo destino fue la gloria, que se derrumbó el día que prescindieron de él.

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