Misterio en la estepa kazaja

2023-05-01T07:00:00.0000000Z

2023-05-01T07:00:00.0000000Z

Editorial Televisa

https://editorialtelevisa.pressreader.com/article/282398403709398

Sumario

La comunidad científica no salía de su asombro. En 2007, el hallazgo de unas figuras en Turgai, al norte de Kazajistán, despertó el interés de los arqueólogos, que hasta la fecha han documentado 260 geoglifos en la zona. Su antigüedad —algunos podrían tener hasta 8,000 años— y sus dimensiones —el mayor presenta una extensión superior a la de la pirámide de Keops— llamó incluso la atención de la NASA, que difundió varias fotografías en 2015. Compton J. Tucker, especialista en datos satelitales de ese organismo, señaló que nunca había visto nada igual. Sólo a vista de pájaro es posible asimilar unas estructuras que recuerdan, vagamente, a las líneas de Nazca o a los geoglifos del norte de Chile. Su descubridor, Dmitriy Dey, un economista que andaba trasteando con Google Earth cuando gritó su particular “eureka”, sostiene que podrían ser “observatorios horizontales para seguir el movimiento del sol”, en línea con el monumento megalítico de Stonehenge (aunque de primeras le vino a la cabeza ¡la imagen de una instalación soviética de la época de Jrushchov!). No es esa la única alternativa, desde luego. Sencillamente, pudieron servir para marcar el territorio o formar parte de santuarios. La datación vincularía las figuras más antiguas con la cultura Mahanzhar, que vivió allí entre 7000 a. C. y 5000 a. C., si bien su carácter nómada abre otras hipótesis y, sobre todo, plantea el interrogante de su cronología real. De acuerdo con los arqueólogos Andrew Logvin e Irina Shevnina, que trabajaron in situ con el método de Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL), se remontarían, más bien, a 800 a. C., esto es, al comienzo de la Edad del Hierro en Kazajistán. “Sólo podemos decir una cosa: fueron construidos por gentes de la Antigüedad. Por quién y con qué propósito, sigue siendo un misterio”, declararon. La arqueóloga lituana Giedre Motuzaite abunda en esa tesis y descarta que esos símbolos fueran puestos ahí hace 6,000 mil años. Lo que sí conocemos es su aspecto: un montón de cuadrados, cruces y esvásticas que oscilan entre los 90 y los 400 metros de diámetro. Su hallazgo hizo que los políticos se frotaran las manos: el turismo de geoglifos, calcularon, podría generar hasta 240 millones de dólares al año en el país.

es-mx