Enterramientos bárbaros

2023-05-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa

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Sumario

Durante la última etapa de la antigüedad, hay dos grandes enigmas relacionados con los sepulcros de dos carismáticos gobernantes: Alarico I, monarca visigodo, y Atila, rey de los hunos. El primero fue sepultado en 410 en Cosenza, en la provincia de Calabria. Se cree que su sepultura se encuentra en algún punto cercano a la confluencia de los ríos Cratis y Busento, donde habría sido enterrado acompañado de un enorme tesoro que incluiría grandes cantidades de oro y plata —25 toneladas de oro y 150 de plata, según el historiador romano Jordanes— que los visigodos se habían llevado de Roma en el gran saqueo que protagonizaron ese año. Desde entonces, la tumba del rey Alarico y su preciado tesoro no han dejado de buscarse en diversas expediciones, aunque ninguna ha culminado con éxito. El propio Hitler se obsesionó de tal manera con el tesoro de Alarico que envió a Heinrich Himmler a Italia junto con un equipo de arqueólogos para encontrarlo. Pero la tumba y las riquezas de Alarico siguen sin ser descubiertas. Tampoco se ha hallado aún el sepulcro secreto de Atila. Tras fallecer en el año 453 durante su noche de bodas, fueron sus propios soldados quienes se encargaron de darle sepultura en un triple sarcófago de hierro, plata y oro. Cuenta la leyenda que, tras enterrarlo en un lugar secreto, se suicidaron para no desvelar nunca el lugar y evitar así que la tumba fuera profanada. La mayoría de historiadores la sitúan entre Rumanía y Bulgaria, porque los pueblos nómadas asiáticos solían enterrar los cuerpos en los territorios de sus respectivas tribus, pero esa es la única pista sobre su paradero y hasta la fecha no ha sido suficiente para dar con ella.

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