La arrogancia, castigada
2023-05-01T07:00:00.0000000Z
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Editorial Televisa

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Sumario
La supuesta fuente original de la información, sin embargo, parece demasiado enredada como para otorgarle credibilidad: Critias, discípulo de Sócrates, afirma que de niño se enteró de la historia por su abuelo, quien la conoció a través del legislador ateniense Solón, al que a su vez se la habían contado sacerdotes egipcios de Sais, ciudad del delta del Nilo. Y todo esto referido a una civilización que en teoría había existido 9,000 años antes. En Platón, la Atlántida aparece descrita como una isla de enorme tamaño (mayor que Libia y Asia Menor juntas), situada más allá de las Columnas de Hércules —es decir, Gibraltar—, que desapareció en el mar después de un terremoto y una gran inundación en el transcurso de “un día y una noche terribles”. Esta isla, o continente, pertenecía a Poseidón, a quien le había tocado en suerte cuando los dioses se repartieron el mundo, y estaba habitada por la estirpe de los atlantes, que descendían de la unión de Poseidón y Clito. Era un lugar extremadamente rico en recursos naturales: había alimentos de muchas clases y todo tipo de animales domésticos y salvajes —con gran predominio del elefante—, los bosques daban gran cantidad de madera y abundaba un metal mítico llamado oricalco, utilizado en el culto a Poseidón y más valioso que el oro. Los atlantes, que se organizaban en una confederación de reinos, gozaban de una gran prosperidad. Construían templos, hacían obras públicas y vivían sometidos al imperio de la ley. Con el tiempo, sucumbieron a la soberbia e iniciaron una política de expansión por el Mediterráneo que los llevó a enfrentarse a Atenas, por la cual fueron derrotados. El final de la historia es un poco confuso porque, coincidiendo con la derrota, los dioses deciden castigar a los atlantes y se reúnen para establecer la pena, pero es en este momento cuando el relato de Platón se interrumpe. ¿Por qué lo dejó inconcluso? Nadie lo sabe, pero parece claro que Platón habla metafóricamente, por lo que el diálogo es una suerte de admonición contra la arrogancia de las naciones en el contexto del debate platónico sobre la república ideal.
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