Durante su reinado, los conflictos entre Carlos I y el Parlamento se fueron haciendo cada vez más frecuentes.

2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa

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Alcibíades, Emístocles, Hipias, Demarato, Pausania

Durante el reinado de Carlos I (1625-1649), hijo de Jacobo I, los conflictos entre el monarca, que pretendía reforzar el poder de la Corona, y el Parlamento, que había ido adquiriendo cada vez más competencias, se fueron haciendo más frecuentes. El rey disolvió en varias ocasiones el Parlamento, estallando en 1642 una guerra civil que enfrentó a realistas y parlamentarios. Estos últimos, liderados por Cromwell, lograron grandes victorias en el campo de batalla. La contienda terminó finalmente con la captura del rey, que fue acusado de traición. Nunca antes se había juzgado a un rey y era una situación que ni siquiera la ley contemplaba, por lo que el Parlamento tuvo que redactar nuevas disposiciones para continuar con el proceso. En definitiva, Carlos I fue declarado culpable de traición y condenado a muerte por decapitación en 1649, convirtiéndose así en el único rey ejecutado de la historia de Inglaterra. Su muerte puso fin a la monarquía absolutista y sentó las bases de lo que hoy es el Reino Unido, ya que a partir de entonces todos los reyes estuvieron sometidos al Parlamento. Tras la caída de la monarquía, Cromwell instauró en primer lugar una República (1649-1653) y después un Protectorado (1653-1658), durante el cual ejerció poder absoluto como Lord Protector. Tras su muerte en 1658, la monarquía volvió a ser restablecida y el nuevo rey, Carlos II (1660-1685), ordenó en 1661 la exhumación de Cromwell para llevar a cabo su ejecución póstuma. La rebelión del ilegítimo duque de Monmouth Un par de décadas más tarde, como venía siendo frecuente en la historia de la monarquía inglesa, se volvieron a suceder los intentos de derrocamiento de un rey. En este caso, Jacobo Scott, primer duque de Monmouth e hijo natural del rey Carlos II, aspiró al trono de su padre, quien no tuvo descendencia legítima. Durante muchos años, gracias a su reputación como militar y a su condición de protestante, el duque gozó de gran popularidad entre el pueblo, quien lo prefería frente a su tío de fe católica, el futuro rey Jacobo II. En 1683, unos años antes de que Carlos II falleciese, Monmouth participó en el llamado complot de Rye House, mansión donde se pretendía emboscar al rey y a su sucesor para matarlos. El complot fue descubierto y sus participantes ajusticiados, salvo Monmouth, que tuvo que abandonar el país. Durante su exilio y a la espera de la muerte de su padre, el duque fue reuniendo partidarios a su causa. De este modo, en 1685, tras la proclamación de Jacobo II como nuevo rey, desembarcó en las costas inglesas para encabezar una rebelión con el objetivo de arrebatarle el trono. Monmouth se autoproclamó rey, pero sus aspiraciones se vieron truncadas por su derrota en el campo de batalla. Finalmente, el duque fue hecho prisionero y decapitado por alta traición. No obstante, Jacobo II no logró permanecer en el trono mucho tiempo, ya que tras la Revolución Gloriosa (1688), propiciada por el temor del Parlamento a que el rey reinstaurara el catolicismo, se vio obligado a abdicar en su hija María II y su yerno Guillermo III de Orange, ambos protestantes. Si bien esta revolución consagró la monarquía parlamentaria, no terminó con las aspiraciones de Jacobo y sus partidarios de devolver el trono a los Estuardo. De este modo, se produjo una serie de levantamientos jacobitas (1688, 1715 y 1745) en tierras irlandesas y escocesas, los cuales siempre terminaron en rotundos fracasos y con el exilio o ejecución de los rebeldes. A partir de entonces, la monarquía inglesa gozó hasta la actualidad de cierta estabilidad con las dinastías de los Hannover y los Windsor, y no volvió a reinar ningún monarca católico. Un nazi inglés al servicio de Hitler Llegando a tiempos más recientes, podemos hablar de uno de los últimos ejecutados por traición en Inglaterra: William Joyce, más conocido como “Lord Haw-haw”. Su caso no fue el único en época contemporánea, pero sí uno de los más señalados. Por citar otros ejemplos, Rogert Casement fue llevado a la horca en 1916 por su papel en el levantamiento de Irlanda y John Armery fue ejecutado en 1945 por intentar reclutar a prisioneros de guerra británicos para que distribuyeran propaganda nazi. William Joyce había sido desde muy joven simpatizante del fascismo, algo que no resultaba nada extraordinario porque el propio exmonarca Eduardo VIII, duque de Windsor, hizo gala de un perfil pronazi. Por su parte, Joyce se afilió al Partido Fascista Británico y a los pocos meses de estallar la Segunda Guerra Mundial viajó a Alemania, donde se puso bajo las órdenes de Hitler. El llamado “Lord Haw-haw”, debido a su particular pronunciación, logró obtener una gran repercusión mediática al trabajar en una emisora de propaganda nazi, desde donde difundió noticias falsas destinadas a desmoralizar a los británicos. Al final de la guerra, Joyce fue capturado y llevado a Inglaterra para ser juzgado, donde fue declarado culpable de alta traición y sentenciado a morir en la horca.

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