LA TRAICIÓN EN INGLATERRA
Por Cristina Bosque Cantón
2023-03-01T08:00:00.0000000Z
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Editorial Televisa

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Alcibíades, Emístocles, Hipias, Demarato, Pausania
La historia y la conformación de la monarquía inglesa está plagada de conjuras, traiciones, derrocamientos y asesinatos. En consecuencia, no es fácil determinar quiénes fueron los verdaderos traidores de Inglaterra, ya que se cumple la máxima expresada por George Orwell (1944) de que la historia la escriben los vencedores. Aún así hay personajes clave de la historia británica que por sus acciones o las consecuencias de las mismas podemos catalogar de traidores. La literatura y más tarde el cine han convertido a más de uno en leyenda. El reino de Inglaterra, unificado en el siglo X por los descendientes del rey anglosajón Alfredo el Grande, tuvo durante la Edad Media una serie de personajes que cambiaron el rumbo de su historia, como, por ejemplo, Guillermo I el Conquistador (10661087), quien implantó la dinastía normanda. No obstante, las crónicas han señalado para este periodo, inmerso en una gran inestabilidad por las invasiones y las guerras civiles, al rey Juan I, más conocido como Juan sin Tierra, como uno de sus primeros personajes “oscuros”. Juan sin tierra, el villano de película Si bien en su tiempo no fue acusado de traidor, la cultura popular lo ha convertido en el antagonista del legendario forajido Robin Hood. La primera “traición” que cometió Juan sin Tierra fue su intento de usurpar el trono de su hermano, Ricardo I Corazón de León (1189-1199), quien pasó la mayor parte de su reinado fuera de Inglaterra para luchar en las Cruzadas. Sin embargo, gracias a la fuerte oposición de la nobleza, que se había fortalecido en ausencia del rey, no logró dicha ambición. A su regreso, Ricardo perdonó a su hermano y lo designó como su sucesor, por lo que tras su muerte, en 1199, Juan logró coronarse como rey de Inglaterra. El reinado de Juan I (1199-1216) no fue sencillo, ya que no paraba de acumular fracasos políticos. No sólo impuso numerosos y elevados impuestos para destinarlos a la guerra contra el rey de Francia, sino que terminó perdiendo la mayor parte de sus dominios franceses. El malestar entre la nobleza aumentó y por ello se forzó al rey a firmar en 1215 una Carta Magna. Este documento, que sentaba un precedente del sistema parlamentario, prometía reducir la autoridad real y proteger los derechos y privilegios de la nobleza. A pesar de todo, los problemas entre las diferentes facciones no cesaron, estallando una guerra civil que no terminó hasta la muerte del rey y la proclamación de su heredero, Enrique III. La dinastía de los Tudor y sus decapitaciones por traición Más de dos siglos después, tras la denominada Guerra de las Dos Rosas (1455-1487) que enfrentó a las casas de Lancaster y de York por el trono de Inglaterra, asciende la dinastía de los Tudor. El final de esta guerra constituyó un momento decisivo en la historia inglesa, pues no sólo finalizó el periodo medieval y dio inicio el Renacimiento, sino que también supuso la supremacía absoluta de la monarquía. La mayor parte de la nobleza había muerto ejecutada o en el campo de batalla y sus bienes habían sido confiscados por la Corona, por lo que a los nuevos reyes no les resultó difícil establecer su poder. Uno de los monarcas más conocidos fue Enrique VIII (1509-1547), segundo rey de la casa Tudor, ya que durante su reinado se produjeron grandes cambios políticos como la ruptura con la Iglesia católica. Ahora bien, el rey también será recordado por ordenar la ejecución por decapitación de diversos personajes como el teólogo y humanista Tomás Moro (1535), cuyo delito fue oponerse a la Reforma anglicana y, por tanto, a la Corona. Aunque la ley inglesa determinaba que los hombres acusados de alta traición debían ser ejecutados mediante el método “hanged, drawn and quartered” (“ahorcado, arrastrado o eviscerado y descuartizado”) y las mujeres en la hoguera, en el caso de la nobleza se solía sustituir por la decapitación, considerada menos dolorosa. Así también murieron las reinas consortes Ana Bolena en 1536 y Catherine Howard en 1541, ambas acusadas de traición por adulterio. Otro condenado a muerte fue el consejero Thomas Cromwell, quien cayó en desgracia al negociar la fallida unión matrimonial entre el rey y Ana de Cléves. Tras el fallecimiento de Enrique VIII y la prematura muerte de su sucesor, Eduardo VI (1547-1553), se produjo una crisis dinástica por la proclamación de dos reinas: la protestante Lady Jane Grey y la católica María I. Finalmente, María I (1553-1558), apodada María la Sanguinaria (Bloody Mary) por su ferviente deseo de restaurar el catolicismo en Inglaterra, se hizo con el poder. Por su parte, Lady Jane Grey fue encarcelada en la Torre de Londres y ejecutada por decapitación en 1554. Ese mismo año la hija de Ana Bolena, la princesa protestante y futura Isabel I, sería arrestada por su posible implicación en la rebelión liderada por Sir Thomas Wyatt. Esta sublevación surgió a causa de la oposición a que la reina María I se casara con el príncipe Felipe, futuro rey de España. Los rebeldes fueron apresados y ajusticiados; sin embargo, la princesa Isabel, tras dos meses ence
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