La muerte de su hermano posicionó al joven Amenhotep IV como heredero de un vasto imperio.
El faraón Akhenatón, junto a su esposa Nefertiti, hacia el año 1350 a. C. eliminó a más de 2000 dioses de Egipto y declaró al Sol como único dios. A esta etapa de la historia del antiguo Egipto se la denomina “el periodo de Amarna”.
Por Vicente Barba Colmenero
2023-03-01T08:00:00.0000000Z
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Editorial Televisa

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Akhenatón ha sido y sigue siendo uno de los faraones más fascinantes de Egipto. Ha hechizado a historiadores, egiptólogos y público en general, llegando a ser considerado un auténtico tirano, hereje, loco, precursor y revolucionario. Fundamentalmente, se le otorgan estos calificativos por enfrentarse a los máximos poderes que rigen en el firmamento: la religión y los dioses. Construyó en pocos años una nueva capital desde cero, trasladando todo el aparato administrativo a Akhetatón (conocida actualmente como Tell el-amarna), en el Egipto Medio, y sacrificó años de historia de un plumazo, desterrando a todos los dioses y desafiando al gran sistema de la fe y las creencias que regían en el valle del Nilo. Todo ello ocurrió hace 3,500 años, durante la etapa dorada del Reino Nuevo (1550-1070 a. C.). La historia del antiguo Egipto es muy amplia, una de las más importantes de la historia de la humanidad, con sus tumbas, templos, esfinges y pirámides que han fascinado a los egiptólogos, investigadores y viajeros. Pero sin duda alguna, podemos decir que el “Periodo Amarniense” es el que más ha captado la atención de historiadores de todo el mundo; y pese a que se han conservado gran cantidad de inscripciones, bajorrelieves y obras de arte, todavía hoy en día existen numerosas lagunas interpretativas sobre el relato exacto de los acontecimientos. El niño rebelde Fue hijo del faraón Amenhotep III y de la Gran Esposa Real Tiyi. Al nacer recibió el mismo nombre que su padre (Amenhotep IV), siendo el segundo hijo masculino en la línea sucesoria al trono. Su padre y abuelo (Thutmosis IV) habían extendido las fronteras del país por todo Cannaán y Nubia, siendo en aquel periodo Egipto una de las principales potencias económicas, culturales y militares del Próximo Oriente. Era el descendiente de una larga dinastía de faraones, su padre era el noveno faraón de la dinastía XVIII, con un reinado impecable, aportando una gran estabilidad y bienestar a todo el valle del Nilo. Amenhotep III realizó una política de cohesión diplomática con los reinos extranjeros, casando a sus hijas con príncipes extranjeros y gobernantes de pueblos vecinos. Estableció su residencia en Tebas llevando a cabo un amplio programa arquitectónico y artístico. Su reinado se caracteriza por el mantenimiento del orden establecido, aunque muchos historiadores apuntan a que desde los inicios mostró cierta independencia respecto a los cánones establecidos, como por ejemplo al casarse con Tiyi, la hija de uno de sus funcionarios, en lugar de hacerlo con una princesa de sangre real como exigía la tradición. El dios Amón se convirtió en el dios principal del panteón egipcio y en la principal divinidad protectora de la casa real. El principal templo y santuario del dios se localizaba en Karnak, el mayor centro de culto que el mundo ha conocido, situado en la orilla este de Tebas, la capital de país. El joven Amenhotep IV no estaba destinado a reinar, pero la muerte prematura de su hermano y primogénito lo posicionó como heredero de todo aquel vasto imperio. Se calcula que en aquel momento tendría entre 18 y 22 años. Algunos estudiosos apuntan incluso a que fue corregente con su padre desde la muerte de su hermano, aunque no hay unanimidad sobre este asunto entre los investigadores. Con toda seguridad, el joven monarca pasó su juventud en la ciudad-palacio que su padre había construido en Malqata, al oeste de Tebas. Se trataba de una espectacular ciudad-palacio que había sido levantada por Amenhotep III en el año 30 de su reinado (hacia el 1360 a. C.) cuando el faraón celebró su primer Festival Sed, un jubileo real que estaba destinado en parte a rejuvenecer al monarca. Tras la muerte del monarca, la ciudad quedó en gran parte abandonada. Debido a que Malqata sólo estuvo ocupada por un tiempo limitado, el sitio arqueológico presenta una oportunidad inusual para ver
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