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Mi vida, mi estilo

“Cuando llegas a casa descubres que puedes desconectarte y disfrutar de la vida en su forma más pura”.

Por Ayesha S. Shehmir Fotografías de Aasiya Jagadeesh

El hogar dubaití de la arquitecta y artista Ana D’Castro es una clase maestra de cómo fusionar a la perfección el diseño contemporáneo con el mundo natural.

Hermosamente dominado por imponentes árboles verdes, jardines paisajistas y flores de color vino, adentrarse al hogar de Ana D’Castro -ubicado en el vecindario Green Community West, de Dubái- evoca un ambiente similar al de un bosque. La espaciosa villa de un solo piso es un tesoro escondido de arte y diseño creado por y para ella. Hay esculturas personalizadas, estatuas antiguas de mármol y bronce, mesas balinesas conformadas por bloques de madera, libros de arte y enormes pinturas inspiradas en la naturaleza, acomodadas y expuestas a lo largo de la residencia que ofrecen un vistazo al colorido mundo de la arquitecta y artista.

Originaria de Portugal, Ana ha vivido y trabajado en varios países, como Brasil y Singapur, hasta Francia y Suiza, antes de finalmente instalarse en Dubái. Comenzó su carrera con un puesto junior en la reconocida firma Herzog & De Meuron, en Basilea, donde colaboró con varios prestigiosos museos y galerías incluyendo el Museo de Arte Pérez en Miami, el Tate Modern y el Centro Cultural Sao Paulo. En 2014, fundó el galardonado despacho de arquitectura, BIA Design, especializado en edificios a gran escala, hospitalidad, esquemas de planeación urbana y proyectos más pequeños de diseño de interiores y residenciales. “Como una joven arquitecta, tener la oportunidad de comenzar con mi estudio de diseño y arquitectura a los 30 años fue un gran logro y un sueño hecho realidad”, confiesa Ana. Su estudio, BIA Design, proviene de una fusión de arte y arquitectura, un concepto que Ana llama ‘Artquitectura’. “Combino ambos mundos”, explica. “La ‘artquitectura’ define todo mi trabajo y representa la simbiosis entre la arquitectura y el arte, incorporando ambas disciplinas y borrando los límites que podrían tener”. La teoría analiza la manera en que los arquitectos usan su conocimiento del arte para diseñar un edificio, así como la psicología de los colores; específicamente cómo los distintos tonos y subtonos de la misma paleta interactúan para crear sombras y profundidades, influenciando la experiencia sensorial del espectador dentro del edificio. “Es un enfoque técnico, pero es bastante importante”, dice, citando a Leonardo Da Vinci, Manolo Blahnik y Zaha Hadid como sus musas. “Todo está en los detalles”. La influencia de la arquitectura en las obras de Ana también es evidente, con la textura añadida en su trabajo similar a las técnicas de construcción con yeso y cemento. “Para mí siempre es una dualidad entre ambos mundos. Creo que eso es lo que me distingue de otros artistas en mi carrera profesional”. Evidentemente escribir un libro de la teoría de la arquitectura está en su lista de pendientes.

La villa de Ana fue diseñada para parecerse a una galería de arte, con la estructura original completamente derribada para crear un espacio más abierto y airoso. El piso de concreto se extiende al jardín para que cuando los ventanales se abran, el interior fluya orgánicamente fusionándose con el exterior.

Todo en su hogar es personalizado, el lavabo del baño fue creado ahí mismo; la isla de la cocina fue diseñada con granito Volga Blue para que cuando la luz la apunte se reflejen lentamente pequeños tonos de azul. Las puertas en las áreas sociales son negras con un borde de cobre, mientras que dentro de las habitaciones son blancas con un borde de acero inoxidable. Las bases de las camas fueron hechas con troncos de madera de vías férreas, creando una estética industrial pero lujosa.

El comedor, un protagonista de su hogar, fue hecho con una pieza de madera de 3 metros de largo proveniente de Bali –de la costa de Amalfi– y con la madera restante se hizo una mesa de centro. Las patas del comedor están diseñadas con acero inoxidable pulido, creando una ilusión de que flota. Las coloridas esculturas en el patio trasero fueron hechas por Ana con concreto y pintadas con amarillo brilloso y rojo fuego. Las esculturas de bronce y mármol colocadas en la sala (algo atrevido, que ella misma admite, considerando que ahí también viven tres niños llenos de energía y un pastor belga) fueron

“Es un cliché, pero en verdad creo que la naturaleza es la mayor inspiración para todo”.

compradas en una tienda de antigüedades en Italia mientras que otras provienen de viajes alrededor del mundo, como Buenos Aires, Brasil y el MoMA de Nueva York. Al final del pasillo hay una habitación completamente destinada al clóset de Ana, con un gabinete lleno de zapatos. “Convertí una de las habitaciones de la villa en un clóset”, dice sonriendo. “Me fascina la moda, creo que es el sueño de cualquier mujer”. Aunque el hogar presume una paleta neutra, tiene destellos de color y textura con grandes punturas impresionistas y abstractas en cada pared. “Cuando colocas el color de las pinturas encima de una paleta neutra, todo resalta”, explica Ana. “No hay ninguna alfombra llamativa, todo es concreto puro, y las pinturas básicamente le dan vida. Es un cliché pero verdaderamente creo que la naturaleza es la mayor inspiración para todo”. Finalmente, nos dirigimos al estudio de Ana en el jardín, donde pasa un sinfín de horas con un lienzo y sus pinceles. “Éste es mi lugar feliz”, nos comparte revelando que su abuelo tenía una fábrica de pinturas en Lisboa, y al exponerse al mundo del arte a una edad tan temprana naturalmente tuvo un impacto determinante en su vida. “Crecí entre pinturas, brochas y pinceles”, recuerda.

“Desde muy joven aprendí el arte de la pigmentación, la diferencia entre la pintura acrílica y sintética, las distintas variaciones del color y mucho más. Creo que eso es lo que define quién soy hoy”. Un matrimonio de arte y diseño, su hogar es una pieza maestra de arquitectura, pero también una red de seguridad personal. “Todos trabajamos y tenemos nuestros problemas y de alguna manera cuando llegas a casa, ya sea en tu sala, recámara, o en el sofá, o al cocinar, descubres que puedes desconectarte y simplemente disfrutar de la vida en su forma más pura”, dice. “Es un sentido purificado de placer y creo que eso es lo que hace de mi hogar un lugar feliz”. Si todos tuviéramos un espejo que expone nuestras ideas y sueños, éste sería el suyo.

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2021-05-01T07:00:00.0000000Z

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