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EL HECHIZO DE TENOCH HUERTA

Tiene en sus manos al universo de Marvel y ha cuestionado, como pocos, la mexicanidad. A sus 42 años nos revela su credo: lo que para él significa ser actor y tener una voz en el cine.

Mario P.Székely

ES LA NOCHE DE UN SÁBADO de noviembre en la fiesta de clausura del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, y acaban de ungir a Tenoch Huerta con el Premio Sin Fronteras por su destacada trayectoria a favor de la inclusión, la diversidad y la visibilidad del talento latinoamericano en la industria del cine mundial.

Entre la música y las risas de quienes celebran está la actriz Teresa Ruiz, colega de Huerta en la exitosa serie de Narcos:México, quien choca su copa de vino con su amigo para festejarlo. Ese mismo fin de semana, la película Black Panther: Wakanda Forever, que Tenoch estelariza, comienza a hacer historia en la taquilla mundial para seguir escalando hasta diciembre y convertirse en la segunda cinta más vista en el planeta durante 2022.

“Estoy segura de que Tenoch inspira a un montón de chicos morenos que, al verlo en la pantalla, querrán ser como él. Cuando comencé como actriz a mis 16 años, no había una brecha que seguir que condujera a Hollywood; ahora, con la presencia de mexicanos y latinos, nos hemos abierto un camino. Estamos en tiempos muy especiales”, me dice Ruiz, originaria de Oaxaca y que, en el verano, estrenó FatherStu, al lado de Mark Wahlberg.

Es el nuevo Hollywood que se está forjando, pospandemia, pero también pos-MeToo y pos-George Floyd, y con las calles pintadas de Black Lifes Matter y Time’s Up, donde no hay duda alguna de que el pulso de este siglo XXI lo dictan quienes, además de exigir ser escuchados, también toman su lugar sin pedir permiso.

Tenoch Huerta recibió la invitación para ser Namor, rey de la ciudad sumergida de Talokan en WakandaForever y en la secuela de BlackPanther, joya de la corona de Marvel Studios que fuera nominada al Oscar. El impacto en la cultura popular, representando a la comunidad afroamericana a niveles de sofisticación, tecnología y sentimiento de orgullo colgado en su estrella Chadwick Boseman (1976-2020), exigía que su segunda parte honrara los valores del personaje y actor que en la vida real murió de cáncer.

“Ha sido un viaje muy divertido estar en pantalla como superhéroe, descolgándome con cables frente a pantallas verdes”, me describió Tenoche ese sábado, mostrando un agudo sentido sobre su papel en esta historia de tintas de cómic. Y agrega: “Creo que los héroes sirven a las sociedades de la misma manera que los padres a los individuos, como reflectores para construirse. En el caso de los superhéroes, ellos ensalzan alguna parte hermosa de la humanidad. Sirven para inspirar y aspirar a otras cosas, a nuevos horizontes”.

Así como Chadwick Aaron Boseman consiguió de un zarpazo apropiarse de una narrativa heroica con su Black Panther, revelándose como heredero de una tradición de sabiduría milenaria, Huerta fue provisto no solamente de la posibilidad de ser un rey mitológico con tradiciones de las culturas azteca y maya, sino ser nombrado como la deidad mesoamericana de Kukulkan.

“Para WakandaForever podríamos inventarnos la palabra ‘meseofuturismo’ y proponer el mañana tecnológico de la región de Meseoamérica. Uno, como persona, va construyéndose, tomando decisiones y dando los pasos en función con el horizonte nuevo que se ha creado. Formar nuevos horizontes significa ofrecer nuevas posibilidades, lo cual nos conducirá a nuevas narrativas, y eso nos llevará a nuevas maneras de transitar y habitar el mundo. Así, no solo cambias hacia dónde te diriges, sino que cambias tu

“TENOCH HUERTA a todos nos representa en Hollywood triunfando con su piel morena. Tenoch Huerta a todos nos sorprendió en

WAKANDA FOREVER, qué buena actuación. A todos los presentes les quiero platicar de un ACTOR MEXICANO QUE VINO A TRIUNFAR. Lo vemos actuando en Wakanda Forever, aunque por su color algunos no lo quieren. DE MERO ECATEPEC, ahí nació Tenoch, lo vemos bailando, este es su cumbión”.

“LA CUMBIA DE TENOCH HUERTA”, POR MISTER CUMBIA

presente inmediato y eso afecta tu percepción del pasado”, me dice Tenoch, abrazando en sentido de anticipación que la ciencia ficción siempre atrae, pero que en Wakanda Forever quiere el actor tocar a su audiencia de México a Argentina, con reales posibilidades de que los lleven a apropiarse más de su destino.

EL ORGULLO DE TENOCH

“UN ARTISTA QUE NO TIENE UN DISCURSO o no se compromete, o un artista QUE NO TIENE DIMENSIÓN

SOCIAL, desde mi perspectiva ES ALGUIEN QUE SOLO DESEA FOTOGRAFÍAS y FAMA. PARA MÍ, toda esa gente SON TIBIOS Y COBARDES”

El calendario del cine del mundo tiene su disparo de salida con el Sundance Film Festival en Salt Lake City, y Tenoch Huerta fue parte de este evento auspiciado por LatinX House para impulsar la producción de cine independiente con temas de México, Centro y Sudamérica, así como de la comunidad migrante e hispana en Estados Unidos.

Pronto los cazadores de celebridades inundan con un video en particular las redes sociales. Sus protagonistas son Huerta y Yalitza Aparicio, actriz nominada al premio de la Academia por Roma (2018) de Alfonso Cuarón, bailando al son de las cumbias. No hay duda de que su encuentro resulta un regocijo mutuo.

“Yalitza, como persona, me inspira muy cabrón. Su figura es muy importante. Ha empoderado y reconciliado a mucha gente, particularmente a niñas, con lo que son, para que dejen de sentir vergüenza, y abracen el cómo se ven, que se reconcilien con la imagen frente al espejo. Es una mujer chingona, poderosa, inteligente y sensible. Y, vamos, es nuestra actriz mexicana joven nominada al Oscar. No es poca cosa. Ella es alguien que me produce admiración y mucho respeto”, recuerda Huerta un par de días en el evento de Utah, mientras desayuna en su casa en la Ciudad de México y se conecta vía Zoom conmigo a Los Angeles.

A poco más de 10 años de Huerta apareciendo como líder de la temida Mara Salvatrucha en Sinnombre (2009), fungiendo como verdugo de los migrantes sudamericanos en su paso por México, el actor que –en enero cumplió 42 años de edad– usa su posición de estrella para hablar de los temas que le preocupan, comenzando con el “a qué nos referimos” cuando hablamos de latinos.

“Decir hispano es muy poco preciso, ya que dejamos de lado a la gente de Brasil, Belice y Haití que no habla español. Luego, hablar de latino también abarca a países como Italia y España. Ellos pueden cantar reguetón pero eso no los vuelve latinoamericanos, porque en el momento que lo quieran se despojan de ese mote y se quedan con los privilegios de ser europeos”.

Y continúa diciendo: “Creo que el hecho de que alguien como yo, cuya apariencia es la de la mayoría de la gente en América Latina y que vengo de la posición económica que identifica a la mayoría de la gente, clase media baja, clase obrera y trabajadora, con esos puntos que se suman, siente una identificación muy poderosa”, describe Huerta trayendo a la mesa el tema de su libro Orgullo prieto, publicado en 2022, más como reclamo, como estudio sociológico en un lenguaje directo y accesible.

En Orgulloprieto, Huerta afirma sin aduanas ni consideraciones que “México es un país racista que niega serlo”. Sus palabras sumadas a los discursos que ha dado desde que en el verano del 2021 fuera presentado en San Diego en la convención Comic-Con como el nuevo Namor, han causado ámpula en muchos sectores, incluso provocado insultos de quienes lo denominan resentido.

Para Álvaro Cueva, crítico de televisión de medios nacionales, “lo que Tenoch Huerta hace por combatir el racismo en México no es solo histórico, es fundamental. En este país, las castas siguen vigentes y aunque de vez en cuando alguna figura de piel oscura termina destacando, es alarmante la manera como el arte y el espectáculo han privilegiado desde tiempos ancestrales a las mujeres y hombres blancos. El racismo en nuestro país es algo tan arraigado que lo negamos. La única verdad alrededor de esta historia es que revertir tantos siglos de racismo será una labor titánica, que –afortunadamente– con figuras como Tenoch, tarde o temprano conseguirá el respeto, la equidad y la verdadera democracia”.

Huerta, tiene en su casa el Ariel a Mejor Actor por Díasdegracia, donde es un policía obsesionado que llega a compararse con una fiera hiena. Su personaje no tiene miramientos en expresar los peligros de una vida en que la corrupción ahoga el futuro del ciudadano de a pie. En una escena el hombre de la placa en pecho apunta su pistola a un par de niños para disuadirlos de nunca más pensar tomar el camino del crimen.

“Un artista que no tiene discurso o no se compromete, o un artista que no tiene dimensión social, desde mi perspectiva es alguien que solo desea fotografías y fama. Para mí, toda esa gente son tibios y cobardes. Un artista debe tener la sangre y la inteligencia para comprometerse e ir hasta las últimas consecuencias. No se vale decir: “No me meto en temas de política, o de cultura o educación, porque lo mío es ser actor”, afirma categórico Tenoch.

“Que no nos quiten el tiempo y espacio a quienes sí queremos hacer un cambio en una sociedad. A quienes sí queremos hacer cambios significativos”, pide Huerta en franco reclamo.

Sus palabras parecen fundirse con esa última imagen del filme en blanco y negro Güeros (2104) en la que siguiendo a su novia (Ilse Salas) por la calle de la avenida Reforma como estudiantes en huelga de la UNAM, acepta volverse un activista comprometido, mientras le sonríe a la cámara, donde estamos todos nosotros como espectadores.

En su caminar como actor, Tenoch mismo define sus pasos como una combinación de la persona pública que camina las alfombras rojas y otra en lo que representan sus personajes en pantalla. Su meta es que el discurso de ambos digan cosas similares. “Como artista, mi discurso personal es el hombre común. Y todos mis personajes han sido el hombre común. Aunque sea un superhéroe, al final del día las motivaciones de mi personaje serán las del hombre común y me comprometo con ese discurso. Mi postura es que este hombre es el motor de nuestra historia como humanidad y no solamente la de los grandes hombres. Lo cotidiano es la historia misma, no solo los hitos importantes en ella. Mi activismo va también en ese sentido”, desarrolla Huerta, desplegando su filosofía de vida.

Actor por accidente, según dice, entró a estudiar la carrera de periodismo en la UNAM, buscando acortar su paso para en realidad matricularse en Sociología, mas no contaba que la investigación y el reportear atraparían su entusiasmo. Hoy me confiesa que si no fuera actor sería camarógrafo, porque le fascinó ese oficio cuando lo hizo.

“Ya había tomado talleres de actuación desde los 17 años, pero era solo un hobbie. Ya en la carrera vuelvo a tomar talleres de actuación con Carlos Torres Torija, que –a la postre– se volverá mi mentor y fue quien me dijo: ‘Tienes que ser actor’. No solo me dio clases de actuación, él me enseñó a serlo”.

“Los actores no deberíamos tener tanto poder o influencia, pero la tenemos. Y eso nos pone en posiciones de vulnerabilidad, de juicios parciales. Creo que las celebridades somos recipientes vacíos, como vasijas, en los que la gente deposita sus fobias, aspiraciones, odios, amores… y rechazos. Tienden a idealizarnos tanto que, cuando descubren que solo eres humano, hay una reacción muy virulenta que incluso puede llegar a ser peligrosa”, define el actor, quien se da el tiempo de soltar una carcajada al recordar cuando una mujer creyó que su vida sería tan divertida como la de su personaje de Caro Quintero en Narcos:México.

Preocupado por dejar claro en su familia –de manera especial en sus papás, hermanas y sus dos pequeñas hijas– los peligros de la farándula con fines de venta, en contraparte a las intenciones de hacer arte que lleve a cuestionar cómo somos y convivimos entre nosotros, dice gustoso que le encanta abrazar su propia cotidianidad, al punto de preferir filmar en la Ciudad de México que viajar.

“He inspirado a niños a través de quien soy y eso me llena de orgullo y regocijo; pero creo que el arte va más allá del solo inspirar. El arte va de cuestionar y eso lleva a destruir y surgir con algo nuevo. También tenemos que hablar en el cine que los contadores de cuentos sean otros. Necesitamos que la cámara la carguen las personas que habitan la nación, no solo los que viven en una colonia de clase alta como Polanco. Soy de la idea de que cada quien debe contar sus propias historias y lo que toca a quienes tenemos privilegios es hacernos a un lado, o ayudar a que se construyan y abran espacios. Hay que buscar siempre abrir la puerta”, continúa Huerta, mientras termina de pelar un mango que corona su comida.

En el horizonte está la posibilidad de traducir al inglés Orgullo prieto, una película a filmarse en México y la serie para Netflix a estrenarse este 2023, que es la adaptación de la novela gráfica American Jesus, de Mark Millar, traduciendo su título como Elelegido. También la posibilidad de volverse productor de contenidos originales que le interesen y –al menos– un par de grandes proyectos que, por confidencialidad. no se pueden mencionar aquí.

Maximiliano Maxa, historiador de cine, me dice: “Tenoch me recuerda mucho la presencia de Salma Hayek en Hollywood. Su crecimiento e influencia dependerá del poder que vaya adquiriendo con sus roles. No hay duda de que está diciendo lo que muchos no quieren escuchar, pero que es urgente que suceda. Creo que el representa a una nueva generación de actores que conseguirá lo que los primeros actores en Hollywood, Ramón Novarro y Dolores del Río, comenzaron a hacer, pero esta vez con la validez también de su representatividad nata y en su semblante”.

Mientras tanto, Tenoch Huerta resume que la dicha y razón de sus días es cuidar de sus hijas. Incluso recomienda a todos ser padre por lo menos una vez en su vida. “¿Has tenido tiempo de asimilar lo que ha pasado en estos últimos meses?”, le pregunto antes de despedirme. “Cuando vienes de una vida en la que siempre has debido mantener la guardia alta, de pronto cuesta trabajo bajarla y disfrutarla, pero hay que hacerlo”, concluye Tenoch, ya con el hueso del mango en sus manos.

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2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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