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Preguntas urgentes en construcción

POR JOSÉ ANTONIO BLASCO COLINA

EN EL TRONO DEL REINO UNIDO de Gran Bretaña e Irlanda del Norte al fin se sienta el hombre que esperó siete décadas de mando femenino para ser Carlos III. Tras 70 años de una promesa que ya olía a naftalina, llegó el día de asumir ásperas responsabilidades de un imperio que hace aguas en muchas esquinas. Durante los primeros días de reinado, mientras el cadáver materno recibía honores mundiales, ese mismo mundo se preguntaba cómo su nueva majestad afrontará los asuntos del Estado británico y territorios de ultramar, porque nos queda muy claro que fácil no será ni un poco. Lo veo canoso, iracundo y malcriado si los bolígrafos no son perfectos cuando le toca firmar documentos, y temo sentirlo acorralado por los fantasmas de las mujeres de su vida, Isabel y Diana, cual inédita temporada de The Crown (Netflix). Ahí surge la segunda urgente duda: ¿será capaz de ubicar dignamente a la masculinidad en el poder?

Es que los “devaneos” masculinos en la historia son tantos y tan fuertes que nos dejan sin oxígeno frente a lo indefendible; siglos de abusos deliberados quedan como registro de una gesta enorme e infame. Esto lo pienso en

cada capítulo de Gaslit, cautivante serie transmitida por Amazon Prime que desnuda la torpeza machista en la Casa Blanca de Richard Nixon, cuando casi colapsa la entonces todopoderosa nación.

¡Escaladores de alto rango que ni bien organizados estaban! Que descubrieran insitu a quienes jugaron a los espías en las oficinas del Partido Demócrata no fue lo peor para estos improvisados de rastrera ética: no contaban con la astucia de Martha Mitchell, inclasificable esposa del fiscal general y súbdito del presidente que les acribilló cualquier esperanza de salir librados. Impulsiva, indetenible en sus objetivos y animal público por naturaleza, gracias a la mediática dama se destapó la caja de Pandora llamada Watergate que acorraló a Nixon hasta la renuncia. Mrs. Martha jamás reprimió ningún pensamiento al enfrentar la amenaza del Despacho Oval y así ocurrió el escándalo que produjo la escena de la pareja presidencial emergente (los Ford) sacando en el Army One al condenado republicano. A Mrs. Martha también le pulverizó la franqueza ruidosa y su final doloroso parecía serlo para siempre, pero el tiempo la ha colado entre los héroes de un sistema que a ratos parece intentar alguna autocura de los males que produce. En Gaslit hay varios aciertos (el título anuncia el territorio inflamable que es) y Julia Roberts –como la señora Mitchell– luce, suena y se siente creíble en cada gesto, cada mirada, cada palabra... ¡Memorable!

¿Y las mujeres qué tal lo hacen cuando logran poder? (tercera urgente pregunta frente a mi televisor). Quiero pensarlas guiadas por la joven nobleza que cada esperado domingo destila Rhaenyra Targaryen, princesa de Lacasadel dragón (HBO), o la madurez de Birgitte Nyborg ( Borgen, Netflix), primera ministra danesa que duda, trastabilla, olfatea y se levanta para intentarlo mejor las veces que sea necesario, incluso después de follarse a su guardaespaldas una noche de sofocante soledad. En sendas series –una en pleno desarrollo, rompiendo récords sin piedad; la otra ya coronada con cuatro exitosas temporadas–, el crisol femenino da para todo: las vemos inteligentes y sensitivas para el bien o el mal, astutas al mover hilos o asumiéndose como los hilos explosivos de lo que desean detonar, generalmente uniendo fuerzas ante la adversidad hasta convertirse en las mejores cómplices que podamos imaginar.

¿Predomina la sororidad como constante en las relaciones femeninas?, me atrevo a cuestionar en silencio. El escritor y filósofo español Miguel de Unamuno propone ese concepto en su novela LatíaTula, pensado para definir la hermandad entre mujeres. El feminismo lo incorporó luego a su glosario y hoy brilla por su sentido poético. Pero ya sabemos el abismo que puede existir entre la palabra y lo real, y un hallazgo televisivo me detiene al ensayar respuestas para la cuarta pregunta: ¿Quiénes GhislaineMaxwell? (HBO) destapa la confabulación que existió entre la socialité inglesa y el multimillonario americano Jeffrey Epstein, pederasta amigo de todopoderosos (Trump y el príncipe Andrés Windsor se asoman primeritos en la tenebrosa lista), que abusó y violó a decenas de mujeres durante años.

Esa red siniestra de menores de edad que iban a las mansiones del magnate para masajearle los pies y complacerlo en sus perversas fantasías, solo fue posible gracias a las gestiones de otra mujer. La hábil Maxwell servía de señuelo para iniciar el proceso cuyo fin era una trampa dorada, plena de boato para cegar a las necesitadas víctimas; ella, siempre acostumbrada al más refinado lujo, hoy en día pasa sus días en una cárcel y así será por 20 años más, luego de arruinarle la vida a tantas chicas, prometiéndoles seguridad y beneficios mientras las empujaba suavemente hacia el cadalso, jugando a la solidaridad femenina desde la maldad más cruel. Aterrado por verle la otra cara a la moneda, me invade la cuestión final: ¿podrá el movimiento feminista encarar y vencer al enemigo que a veces habita en casa y no tiene nombre de hombre?

ES QUE LOS “DEVANEOS” MASCULINOS EN LA HISTORIA SON TANTOS y tan fuertes que nos dejan SIN OXÍGENO FRENTE A LO INDEFENDIBLE; siglos de ABUSOS DELIVERADOS QUEDAN COMO REGISTRO DE UNA GESTA enorme e infame

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2022-10-03T07:00:00.0000000Z

2022-10-03T07:00:00.0000000Z

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