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¿SOLOS EN EL COSMOS? ¿Existen los extraterrestres?

De hecho, la ciencia que estudia la intelig encia extr aterrestre tiene algunas dudas sobr e… nosotros.

Por SHANNON STIRONE

EN 2004, el comandante David Fravor de la Marina de Estados Unidos, operaba un avión de combate sobre el océano Pacífico cuando percibió algo raro. El objeto planeaba sobre el agua, la agitaba con tal virulencia que parecía hacerla hervir. Poco después, aceleró y desapareció a una velocidad asombrosa. En 2015, otro piloto de la Marina identificó un objeto que sobrevolaba el Atlántico muy rápido y por lo bajo. “¿Qué carajo es eso?”, preguntó por radio, misma sensación que compartieron prácticamente todos los que supieron de los dos incidentes.

¿QUÉ CARAJO ES ESO?

Llevamos planteando esa pregunta desde que los seres humanos habitamos la tierra, buscando sentido y conexión con el Universo. Pero se ha vuelto una búsqueda frenética, casi fervorosa. Se podría decir, incluso, que estamos obsesionados.

A principios de este verano la Dirección de Inteligencia Nacional [ODNI, por sus siglas en inglés] publicó su esperado reporte sobre el tema de “¿Qué carajo es eso?”. Pero no explicó los ovnis que los pilotos de la Marina avistaron en 2004 y 2015, ni ninguno de los 144 testimonios que recogió el reporte. Estos son los puntos generales: 1) Según la ODNI no son ovnis, son UAP [en inglés] o fenómenos aéreos no identificados. 2) No eran extraterrestres. Pero si creyeron que el reporte de la ODNI le pondría fin a la especulación, se equivocaron. En todo caso, nos dejaron con más preguntas: ¿Estamos solos en el cosmos? O sin rodeos: ¿existen los extraterrestres?

Si esperas que un científico responda “sí” o “no” a esta pregunta, buena suerte. Por ejemplo, Claire Isabel Webb, historiadora y antropóloga de la ciencia, miembro del Instituto Berggruen, respondió así: “A partir de lo que sabemos de la bioquímica de la tierra y la abundancia de vida en ella; de la detección profusa de planetas extrasolares en las últimas tres décadas que indica que la mayoría de las estrellas tiene planetas, y una nueva lectura de las formas de vida “extrañas” en la tierra, que sugiere que existen formas de vida exóticas más allá de sus fronteras, la ciencia cree que es muy probable que exista vida extraterrestre en el universo, tal vez –incluso– en nuestro sistema solar”.

TRADUCCIÓN: SÍ, CREEMOS QUE ES PROBABLE QUE EXISTAN LOS EXTRATERRESTRES.

Sin importar si esta idea te provoca angustia o esperanza, evoca una imagen. En nuestra soledad cósmica, atemporal, hemos intentado adivinar cómo son los extraterrestres: criaturas grises con alargados ojos negros; seres con dedos largos como tentáculos; o bien entidades inteligentes, siniestras aunque indefensas. Hemos imaginado a criaturas generosas que comparten los conocimientos avanzados de una civilización más sabia y noble. De

The Twilight Zone a Arrival, estos seres generosos, desinteresados quieren salvarnos, y son nuestra salvación. También existen los malvados, sin empatía, dispuestos a colonizar y matar. Sin importar cómo imaginemos la vida consciente, en general, es una metáfora de cómo nos concebimos los seres humanos. De hecho, en mayor medida de la que creemos, es un elemento clave para explicarnos la vida extraterrestre.

Los seres humanos buscamos vida inteligente que nos resulte familiar, con rasgos reconocibles. Webb señala que la palabra “alienígena” quiere decir extranjero. “Supone que es un ser reconocible, mas no conocido”, afirma. No queremos encontrar vida alienígena, queremos encontrar a alguien con quien podamos conversar, tal vez alguien que pueda ayudarnos. Quizás estas ganas renovadas de encontrar vecinos llega cuando anhelamos que nos rescaten, no solo del destino de la vida humana, sino de nosotros mismos. Mientras escribía este ensayo, dos miltumilmillonarios encontraron la vida tan insatisfactoria, que salieron del planeta, y los incendios forestales arrasaron con 160,000 hectáreas de naturaleza en Oregón, lo que produjo una fumarola que llegó hasta Nueva York, tapando el sol.

Así que tal vez es más apropiado preguntarnos qué nos haría sentir menos solos, no si estamos solos. ¿Acaso confirmar la existencia de hombrecillos verdes? ¿O bien encontrar un planeta lleno de ballenas o catarinas? ¿O un planeta con solo árboles y criaturas parecidas a aves? “No creo que ninguna de esas opciones nos satisfagan como lo hace una película de ciencia ficción”, asegura Jason Wright, profesor de astronomía y astrofísica y director del Centro de Inteligencia Extraterrestre de la Universidad Estatal de Pensilvania. Incluso en la película de Jodie Foster, Contact (1997), los extraterrestres se disfrazan de humanos para que su encuentro sea menos aterrador.

¿Y si no los reconocemos? ¿Y si ni siquiera son “seres” como los imaginamos? ¿Y si detectamos una señal que envía un robot de inteligencia artificial, programado para enviar ondas de radio en todas direcciones? ¿Nos sentiríamos contactados? ¿Acaso lo definiríamos como “inteligente”, según nuestras definiciones? ¿La consideraríamos “vida”?

Ok, asumamos que de algún modo superamos nuestros prejuicios terrenales en torno a una forma de vida que se comporta, actúa y emplea tecnología de forma reconocible. Todavía tenemos el problema, para nada insignificante, de encontrar esa vida. Con ustedes, la búsqueda de inteligencia extraterrestre, SETI [por sus siglas en inglés]. Si reconoces este acrónimo, quizás sea gracias a Contact.

(Si no la has visto, está buena.) En 1984, la astrónoma Jill Tarter (en quien se inspira el personaje de Foster en Contact) y Thomas Pierson fundaron el Instituto SETI Institute, cuyo objetivo es encontrar vida inteligente. Es decir, vida en el Universo que corresponda al concepto humano de vida inteligente. Podría ser cualquier cosa, desde un ser humano a una ballena. En los 80, la Nasa la estudió, pero desde entonces se ha centrado en descubrir microorganismos, vivos o muertos, en el sistema solar. Esta búsqueda vale la pena, pero vamos a volver a esto después, porque tradicionalmente a nuestra especie se le dificulta reconocer la inteligencia de los microorganismos.

“El SETI está buscando tecnología. Algo que utilice herramientas…o envíe señales detectables a distancias interestelares. Parece ( una labor difícil, salvo que lo hacemos cotidianamente”, cuenta Wright. Se refiere a que hemos enviado toda clase de compases, de los Rolling Stones a Beyoncé, y casi toda transmisión televisiva, al espacio. La ciencia / denomina estas señales electromagnéticas “tecnoseñales”, y las dirigen al cosmos a modo de evidencia de que aquí estamos, una especie de playlist muy heterogénea. Aunque no hemos enviado señales del tipo “¡Oigan, aquí estamos!” directo a otras estrellas, llevamos mucho tiempo transmitiendo nuestra existencia en el espacio.

Hasta que aprendamos la comunicación que atraviese el tiempo y el espacio al instante, es más o menos la única forma de entrar en contacto con nuestros supuestos vecinos en el Universo. Es perfectamente posible que alguien o algo más esté haciendo lo mismo. Pero solo lo sabremos si escuchamos.

Hay otro problema: para cuando a esos supuestos alienígenas les lleguen nuestros mensajes, tal vez ya se hayan extinguido. Cuando toda una especie se retira de la carrera evolutiva, la ciencia lo atribuye al Gran filtro. (El cambio climático y una devastadora guerra nuclear son ejemplos de este fenómeno de autodestrucción). Si encontráramos vida con inteligencia artificial, también tendría que haber sobrevivido el Gran filtro. (“Tendrían que estar programados para no atacarse”, explica Webb.) Y nuestra especie no ha dominado precisamente este aspecto. Para cruzar el umbral tecnológico a partir del cual podamos internarnos en las profundidades del espacio o construir robots inteligentes que nos sustituyan, no solo debemos sobrevivir, sino convertirnos en la versión redentora de los extraterrestres que hemos imaginado.

¿Acaso esos redentores están allá afuera? “El hecho de que no tengamos ni idea quiere decir que tenemos que buscarlos. Y en esas estamos. Aunque no creo que el resultado sea el imaginado, apenas empezamos”. Contact ofrece una especie de respuesta cuando una niña, que de grande será científica de SETI, y su padre, hablan sobre la distancia de los planetas. “Papá, ¿crees que haya personas en otros planetas”. Él se queda pensando y contesta: “Si solo somos nosotros, parece un desperdicio de espacio muy grande”.

El objetivo, en ocasiones tácito, de esta exigente búsqueda es valorar más lo preciada que es nuestra propia existencia. Por otra parte, nuestra soledad cósmica nos puede hacer sentir aislados y vulnerables. En el Universo existen dos trillones de galaxias: no hay manera de que estemos solos en el cosmos, ¿o sí? Pero por otra parte, ¿no es especial creer que nuestra especie ha evolucionado al grado de explorar qué lugar ocupamos en la inmensidad de las cosas? Sin duda es algo que solo nosotros podríamos hacer. La tragedia de buscar compañía en el cosmos es que las distancias entre las estrellas suponen que, aunque sí escucháramos una señal, la conversación —tanto la interpretación del mensaje y el detalle de cómo responder— podría tomar décadas. Aunque si sucede, sería la conversación más compleja y paciente en la historia de la humanidad.

Hasta entonces, es comprensible por qué el SETI le llama LA búsqueda. Nuestro Universo es un lugar vasto, su vastedad es inconmensurable y al menos desde el punto de vista de la estadística, es sumamente improbable que seamos los únicos seres que emplean herramientas con tecnología avanzada y que se plantean esta pregunta: ¿acaso somos los únicos? Seguro hay “vida” en todo el cosmos. Pero incluso si hay vida que pueda emplear ondas de radio o ha evolucionado como nosotros, corremos el riesgo de no poder reconocerla. En otras palabras, la búsqueda no es solo allá arriba, también acá abajo. La respuesta implica nada menos que repensar el significado que le hemos otorgado a la vida. Y el riesgo es mayor. Nos podemos burlar de nuestra obsesión por los ovnis —ups, quise decir UAP— o buscar en serio, no solo las señales del Universo, también las nuestras. Nuestros miedos son reveladores. Nuestra búsqueda de redentores, también. Y hay que escuchar.

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2021-10-01T07:00:00.0000000Z

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