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98 TE QUEREMOS, ERNEST

En el sexagésimo aniversario de su muerte, viajamos por los años cuando Hemingway fue autor de Esquire

En el sexagésimo aniversario de su muerte, es justo viajar por los años de Ernest Hemingway como autor de Esquire. Con sus textos ayudó a convertir la revista emergente en significativa fuerza literaria, sembró semillas de futuras obras maestras y estableció un nuevo periodismo.

Tan fantástica colaboración y profundo vínculo acabaría por un triángulo amoroso.

DESDE LA PRIMERA EDICIÓN EN OCTUBRE DE 1933,

Hemingway colaboró con Esquire durante muchos años, hogar de algunas de sus obras más reconocidas, incluidos LasnievesdelKilimanjaro y el cuento Sobreelagua

azul, más tarde transformada en Elviejoyelmar. Con motivo del estreno de Hemingway, el documental de PBS dirigido por Ken Burns y Lynn Novick (pbs.org/kenburns/ hemingway), y a poco más de 60 años después de su suicidio el 2 de julio de 1961, el escritor está de vuelta en los reflectores, al igual que su larga colaboración con Esquire, revista emergente convertida en potencia literaria gracias a él.

Esquire debutó como publicación de moda repleta de anuncios de ropa masculina que Arnorld Gingrich –y su cofundador, David A. Smart– pretendían distribuir en tiendas para hombres y boutiques de lujo. Debido a la homofobia y los estereotipos de la época, Gingrich temía que solo los homosexuales compraran una revista así y trató de llenar sus páginas con historias basadas en el “nuevo tiempo libre”, que provenían del New Deal. Atento al creciente énfasis social en todo lo “recreativo”, Gingrich planeó publicar historias “masculinas” sobre deportes y actividades al aire libre; puso su mirada en Ernest Hemingway, novelista en ascenso y periodista prolífico con dos títulos aclamados ( Fiesta y Adiósalas

armas), fanático de las actividades al aire libre, famoso por su literatura y pasatiempos hipermasculinos.

En 1932, Hemingway y Gingrich se conocieron por casualidad en House of Books –librería de Nueva York ya desaparecida–, propiedad de Marguerite Cohn y su esposo, Henry Louis Cohn, luego el primer bibliógrafo de Hemingway. Gingrich escribió a este poco después, explicándole la misión de la revista y la naturaleza esencial de su presencia en ella. “Intentaremos que sea para los hombres lo que Vogue es para la mujeres”, escribió el editor: “A menos que involucre matar a alguien, haré todo lo posible para venderte la idea de querer estar en el primer número. Algo sobre la pesca en Florida, o la caza, o lo que quieras... y te lo prometo, no hay cambios. Tú escribes y yo imprimo, sin ningún tipo de edición camino a la imprenta”.

Fue un lanzamiento muy exitoso con un problema: Gingrich solo podía pagar 250 dólares por historia, lo cual no convenció a Hemingway, quien describió su tarifa estándar como “la tarifa más alta que nadie podrá pagar jamás. Esto te hace amar y apreciar tus cosas, y la gente se da cuenta del buen escritor que eres”. Por razones que no están claras para los biógrafos, Hemingway aceptó la tasa más baja por escribir un artículo para cada uno de los números trimestrales del primer año. Sin embargo, le insistió a Gingrich mantener en secreto el considerable descuento que le había dado.

Así comienza un largo y fructífero acuerdo entre Hemingway y Gingrich, que consistía en distintas “cartas” (fragmentos aleatorios de ensayos en primera persona) escritas desde varios rincones remotos del mundo (como La Habana, Key West, Kenia y París), donde contaba el estilo de vida y los deportes típicos del lugar.

La primera historia de Hemingway para nuestra revista, una Carta cubana titulada Marlin Off the Morro, aparece en el número debutante. Esquire demuestra ser un éxito e inmediatamente se decidió abandonar el plan original de distribuirlo en tiendas de ropa. Los pocos números en el quiosco se agotaron tan rápido que Gingrich y sus colegas pasaron el primer día de la historia de la revista recogiendo los ejemplares distribuidos en las tiendas, para resurtir los quioscos.

Tras el éxito de la edición inaugural, Hemingway convenció a Gingrich de duplicar su salario. A medida que aumentaba la popularidad de la revista, el pago a Hemingway también crecía. El escritor demostró ser la columna vertebral de las primeras ediciones de Esquire en más de un sentido. Además, presentó a Gingrich con algunos de los más grandes novelistas de la década, incluidos John Dos Passos y Ring Lardner (que aparecen en el primer número junto a Hemingway), así como F. Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Theodore Dreiser. Como resultado, Gingrich se consolidó como un “cazatalentos de autores famosos”. La ayuda de Hemingway en la construcción del contenido literario de la revista y el gran volumen de su producción, sumaron al prestigio y éxito inicial de Esquire. Robert Trogdon, académico del escritor de la Universidad Estatal de Kent, dijo en su momento que Hemingway “le ha dado a la nueva revista una especie de legitimidad que habría sido difícil de adquirir de otra manera”.

Aunque parece que al final la revista le sacó más provecho al acuerdo, tenemos que analizar esto a fondo. Geoffrey Ward, autor del documental Hemingway y colaborador de Ken Burns desde hace mucho tiempo, señala que el escritor había diseñado su trato con Esquire para que fuera una tarea muy asequible. “Fue un trabajo absolutamente de ensueño”, dijo Ward. “Le encantaba el periodismo, pero no quería hacerlo a tiempo completo; le gustaba que le pagaran el doble de la tarifa actual; le fascinaba que sus escritos no fueran cambiados; estaba feliz de no escribir a menos que tuviera algo que decir y abordar cualquier cosa que quisiera, desde la pesca hasta la caza, pasando por paseos en bote y política. En Esquire podía dejarse llevar y desahogarse. Algunas de sus piezas para la revista son simplemente maravillosas”, puntualiza.

La alianza de Hemingway con Esquire no solo fue rentable y poco exigente, también estuvo llena de beneficios envidiables. Como describe Mary Dearborn

en Ernest Hemingway: The Biography, Gingrich buscó endulzar el trato con su escritor estrella proporcionándole regalos a través de los anunciantes de la revista en forma de zapatos y ropa. Hemingway prometió “consumir” todo lo que Gingrich le enviara, pero los obsequios de ropa de alta gama desafortunadamente cayeron en las manos de una persona sin rumbo desde el punto de vista de la moda. Como decía el siempre elegante Gingrich respecto a la actitud impasible del estilo que caracterizaba al escritor, “el efecto general recuerda al de las sobras de un mercado benéfico”.

Hemingway también convenció a Gingrich de que le adelantara 3,000 dólares por artículos futuros, para financiar su barco pesquero, Pilar, que luego influiría en dos de sus libros: IslasenelGolfo y Elviejoyelmar.

Esquire también se convirtió en un escenario vanguardista donde Hemingway pudo experimentar con un nuevo estilo de periodismo. Aunque se acepta comúnmente que el New Journalism nació en publicaciones como esta a partir de la década de 1960, Ward sostiene que Hemingway fue “el primer New Journalist”, ya que su ensayo para Esquire cumplió con todos los parámetros necesarios: reportaje inmersivo, una sensibilidad literaria estilizada e inclinación subjetiva del escritor.

Las numerosas “cartas” de Hemingway han sumergido a los lectores en escenarios evocadores y meticulosamente descritos, con el escritor a menudo entrelazándose en la narrativa en primera persona. Esto era coherente con el espíritu literario más amplio de Hemingway, donde con frecuencia el límite entre la vida y el arte era, en el mejor de los casos, confuso. “Vio las oportunidades en la no ficción antes que muchos otros”, afirmó Trogdon. “En su propia lectura, Hemingway no tenía una preferencia entre ficción y no ficción. Le gustaban los escritores de no ficción y los de viajes tanto como Tolstoi.

La alianza de Hemingway con Esquire no estuvo exenta de fricciones. Con el tiempo, ambos tuvieron varios enfrentamientos y riñas. Como relata Dearborn, Hemingway “se dio demasiada importancia” y desarrolló un ego desmesurado que lo hizo muy hostil a los cambios editoriales. Una tarde a bordo del Pilar, Gingrich se quedó sin palabras cuando Hemingway se comparó con Cézanne y dijo: «No se trata de un escritorzuelo del Chicago Daily News de la sala de redacción de deportes. Estás pidiendo cambios a un hombre que ha sido comparado con Cézanne por crear ‘una nueva forma de ver la literatura estadounidense’». Sobre el enfoque servil y transaccional de Hemingway hacia sus relaciones personales, Gingrich comentó más tarde: “Mientras las personas a su alrededor estuvieran en completa adoración, pues eran geniales. Cuando dejaban de estarlo, tenía una tendencia a buscar a otros que sí lo estuvieran”.

En 1936, Hemingway se retiró de la colaboración estable que tenía con la revista en un momento en el que viajaba mucho y trabajaba en su última novela. Le escribió a Gingrich: “Es prácticamente un pecado contra el Espíritu Santo tener que dejar de escribir la novela para enfocarme en una pieza [periodística] o una historia [corta]. Si no le doy toda la energía que tengo... soy un hijo de puta... me siento muy mal por esto, Arnold... te considero el mejor y más leal amigo que tengo y el único que sabe lo que estoy tratando de hacer. Al quedarme fuera de la revista, probablemente esté arruinando mi carrera comercial, así como mi prestigio si me quedo (aunque, al diablo el prestigio). Pero no tengo otra opción, debo terminar este proyecto”.

La novela en cuestión, Tener y no tener, era una historia ficticia del matrimonio destrozado entre el millonario ejecutivo Pan Am G. Grant Mason Jr. y la

socialité/ deportista Jane Kendall Mason. Ampliamente considerada como la peor novela de Hemingway, surgió al juntar dos cuentos: The Tradesman Returns, publicado en Esquire, y OneTripAcross, que apareció en Cosmopolitan. Mientras vivía en La Habana en la década de 1930, Hemingway mantuvo una relación con la Sra. Mason por más de cuatro años. Durante un viaje a las Bahamas para visitar a Hemingway en 1936, Gingrich también se relacionó con Jane Kendall Mason, quien navegaba a bordo del Pilar con Hemingway y su

HEMINGWAY “NUNCA NOS NECESITÓ”, ARGUMENTÓ GINGRICH, PERO ES DIFÍCIL IMAGINAR SU ILUSTRE CARRERA SIN ESQUIRE, EL TALLER LITERARIO DONDE PODÍA ARMAR AMBICIOSOS EXPERIMENTOS, ESPERAR UN SALARIO FIJO Y CONSTRUIR SU IMPONENTE LEGADO DE HOMBRE LITERARIO

séquito. Según Gingrich, un Hemingway muy territorial murmuró: “Maldito editor. Viene a Bimini, ve a una rubia, y no es el mismo desde entonces”.

El escritor abandonado más tarde intentaría castigar a Mason en el cuento TheHappyShortLifeofFran

cisMacomber (ambientado en África y publicado en el número de septiembre de 1936 de la revista Cosmopolitan), utilizándola como inspiración para delinear a la cruda Margot Macomber. Gingrich, alarmado por la probabilidad de que la novela se hiciera una realidad, insistió a Hemingway en volver a la vida real para evitar una demanda por difamación, pero él se negó y esa discusión puso fin a cualquier posible buena relación entre ellos.

Después de la pelea, Hemingway publicó otras tres obras de ficción en Esquire, luego terminó sus acuerdos con la revista por completo. En 1955, después de una relación intermitente de dos décadas, Gingrich se casó con Jane Kendall Mason, con quien permaneció hasta su muerte en 1976. Ante la noticia de su matrimonio, Hemingway gritaría: “¡Esa mierda!” Y cuando uno de sus hijos le preguntó por qué había dejado de escribir para Gingrich, Hemingway solo dijo que “estuvieron en desacuerdo por una rubia”.

Aunque su amistad terminó, tienen un legado que permanece. En Gingrich, Hemingway encontró un socio editorial permisivo cuya voluntad de respaldar (y financiar) todos sus impulsos finalmente consolidó su estatus de leyenda. En Hemingway, Gingrich logró encontrar al hombre al que una vez llamó el “recurso principal” de Esquire: una celebridad internacional y un escritor poderoso que lanzó a la revista a la estratosfera, lo que le permitió vender más de 10 millones de copias durante el apogeo de la Gran Depresión.

Después de la muerte de Hemingway, Gingrich dedicó una parte significativa del patrimonio de Esquire a conmemorar la vida de Ernest Hemingway y la valoración crítica de su producción artística, publicando una cobertura semiregular del fallecido escritor hasta su retiro en 1974. A veces amigos, ocasionalmente rivales, siempre unidos por la colaboración, Hemingway y Gingrich juntos produjeron algunas de las obras más notables del siglo XX, un periodismo literario que siguió dando forma a lo que sería el futuro.

Hemingway “nunca nos necesitó”, argumentó Gingrich, pero es difícil imaginar su ilustre carrera sin Esquire, el taller literario donde podía armar ambiciosos experimentos, esperar un salario fijo y construir su imponente legado de hombre literario. 60 años después de su muerte, la titánica influencia de Hemingway continúa formando parte de las páginas de Esquire y de revistas en todo el mundo. Arnold Gingrich lo dijo mejor en el número de junio de 1967, donde recordaba a su difunto amigo de esta manera: “Hay personas cuyas noticias son solo noticias. El fallecido Ernest Hemingway sigue siendo mucho más digno de formar parte de estas noticias que la mayoría de los escritores que se puedan imaginar y que todavía están vivos”.

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2021-09-13T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa