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Rita

Las (des)gracias de

Por Belén ester

Protagonista en la lista de las actrices más deseadas y desdichadas del cine, el mito erótico creado por Gilda murió sin recuerdos.

Rita Hayworth padeció un récord histórico de heridas mortales. Entre ellas, interpretar Gilda. Una bomba revolucionaria. Diría siempre: “Los hombres se van a la cama con Gilda y se despiertan conmigo”. Qué tristeza.

Entre las películas jamás rodada está la de esa mujer desgraciada, enferma y alcoholizada que de niña sufrió violencia y demencia desde joven; una mujer sexualizada e infeliz que murió demasiado pronto, demasiado débil, demasiado destrozada. Ese guion no se ha escrito ni lo ha comprado ningún gran estudio, nadie se atreve. Es tan amargo como siniestro, porque está lleno de verdad: es el guion de su propia vida.

En la lista de las estrellas desgraciadas del cine, ella es la más triste, la más oscura, la más violenta, la peor. Cuando se cumplen 75 años de aquella película que cayó como una bomba a lo largo y ancho de todo el mundo, no podemos sino preguntarnos por qué Gilda hizo tan desgraciada a Rita Hayworth. O lo que es más duro aún, por qué hizo tan desgraciada a Margarita Carmen Cansino, su verdadero nombre, la mujer que había detrás del mito.

Nació en 1918, hija de un bailarín español de flamenco y una artista de variedades, también de origen europeo. A los cuatro años la subieron a los escenarios y apenas podía ir a la escuela. Llena de talento y gracejo para el baile, a los 13 se convirtió en el sustento de su familia, arruinada durante la Gran Depresión. Su padre la vestía y maquillaba como una mujer joven, sexual, racial... Dejaba que el público pensara que era su amante, la manoseaba en el escenario, le pegaba en los ensayos y la violaba entre bambalinas. Quedándose con su dinero, firmó para ella un contrato con 20th Century Fox, que, a principios de los años 20, llenaba su cantera de estrellas en ciernes. Ignorante, desesperada y sin infancia, a los 17 años se casó con Edward Judson.

Ese fue el primero de cinco matrimonios fallidos y tortuosos, todos llenos de violencia. Aquel desalmado primer marido vio en ella la oportunidad de llenarse de dinero y la tiñó de pelirrojo, le hizo quitarse cuatro molares para estrecharle los pómulos, la sometió a un tratamiento dolorosísimo para quitarle pelo de la frente y la puso a dieta rigurosa. Ella, acostumbrada a la dureza del mundo del espectáculo, se dejó hacer. Le quitaron todo atisbo latino y así se construyó el mito.

A finales de los años 40, Harry Conn, amo y señor de Columbia Pictures, rendido a sus encantos, se obsesionó con ella. La primera vez que la tuvo en su despacho le abrió la boca con un abrecartas para contarle las muelas y le levantó la falda para verle los muslos. Como a una yegua. Son los años de Solo los ángeles tienen alas, Hawks, Lapelirroja, Sangreyarena y Mamoulian, pero no serán estas sus películas favoritas, sino Desde aquel beso y Bailando nace el amor, que protagonizó bailando, maravillosa, única, con Fred Astaire en 1941 y 1942.

AVERGONZADA DE SU IGNORANCIA

Harta de su abominable marido, se divorció y Columbia la convirtió en la heroína de las tropas americanas durante la Segunda Guerra Mundial. Una portada de la revista Life llegó a las manos de Orson Welles mientras rodaba

El cuarto manda miento, y dijo :“¿ Quiénes esta mujer? Acabaré casándome con ella”. La chanza llegó a oídos de Rita, que se hizo de rogar cuando él empezó a llamarla y acosarla. Una vez más, sucumbió. En el intermedio había sido amante de Howard Hughes, de Kirk Douglas, de Victor Mature... Pero Welles la enamoró. Mientras ella rodaba

Lasmodelos, su otra película favorita, con Gene Kelly, se casaron medio en secreto en 1943. De infancia dura y desgraciada como ella, se quieren, se comprenden, se acompañan... Ella, avergonzada de su ignorancia ante la inmensidad del genio, se dejó modelar intelectualmente. Perfecta Pigmalión. Guardaba silencio en las elevadas conversaciones de Welles con sus amigos, tuvieron una hija y fue casi feliz. “Si aquello fue felicidad”, dijo Welles años después, “cómo debió de ser el resto de su vida”.

Llegó 1946 y, con él, la bomba. Se llamaba Gilda y era la femme fatale de un filmnoir de Charles Vidor muy atípico que interpretó como nadie. Sus bailes fueron adorados y odiados, su voz aterciopelada, su vestido de satén negro palabra de honor que desafiaba la ley de la gravedad y el striptease de su guante obnubilaron al mundo entero. Además, hizo una interpretación frágil y animal al mismo tiempo. El Johnny de Glenn Ford, que la amaba y la odiaba por igual, le cruzó la cara después de humillarlo en público. Puro fuego.

Gilda la hizo desgraciada y siempre estuvo marcada por el papel. Todo lo que haría después se comparó con aquello y hasta tuvo que lidiar, horrorizada, con que pusieran su nombre a una bomba atómica. Entretanto,

ORSON WELLES DECIDIÓ QUE SE CORTARA EL PELO Y LO TIÑERA DE RUBIO PLATINO; EL PÚBLICO NUNCA LE PERDONÓ QUE DEJARA DE SER GILDA

con 40 años, aParentaba más de 50. su consumo excesivo de alcoHol y tabaco le envejecieron Prematuramente

Welles y ella se hundieron. Desesperada, aceptó protagonizar la siguiente película de su marido, no con el deseo de interpretar a la arpía de La dama de Shangai (obra maestra), sino con el de salvar su matrimonio. Posesivo hasta el final, Welles convocó a la prensa para que el mundo contemplase cómo le cortaba el pelo y la teñía de rubio platino. El público, sin embargo, se sintió traicionado y nunca perdonó a Gilda que quisiera dejar de serlo. Con la llegada de los 50 y de Marilyn Monroe, el erotismo elegante pasaba de moda y triunfaba la exuberancia. De nuevo divorciada, empezó el naufragio.

Como hiciera su padre convirtiéndola en bailarina, su primer marido en estrella y Welles en actriz, el príncipe Alí Khan –tercer esposo– la transformó en princesa. Y ella, una vez más, se dejó hacer. Ansiosa de tener una estabilidad familiar, le dio una hija y se retiró del cine, pero él la abandonó enseguida, no paraba de viajar y nunca le fue fiel. Tras cuatro años, de nuevo destrozada, volvió aH ollywood,donde“t he show mustgoon ”. Resurgió de sus cenizas y volvió ala Columbia para protagonizar Salomé, Los amores de Carmen y La dama de Trinidad, junto a Glenn Ford. Maravillosas.

A mediados de los 50, el infierno. Su cuarto matrimonio fue con un crooner mediocre y violento llamado David Haymes que le pegaba, la vejaba, le mentía y se aprovechaba de su fama. En solo dos años se volvió a divorciar. Obsesionada con alejarse del mito sexual, rechazó hacer de adúltera en De aquí ala eternidad, aunque en 1958 nos regalaría la que es, seguramente, la mejor interpretación de su carrera: Mesasseparadas, junto a Burt Lancaster, con un personaje lleno de soledad y de heridas, perfecto para ella. Pero con 40 años aparentaba más de 50. Su consumo excesivo de alcohol y forma compulsiva de fumar la avejentaron prematuramente.

Tierra de nadie

En 1958 se casó con James Hill, con quien también se emborrachaba, también se destruía, también se pegaba. En esos años cayó en una espiral de autodestrucción de la que no paraba de hablarse en Hollywood. “¿Qué le pasa a Rita Hayworth?”, titulaba la prensa de todo el mundo.

Glenn Ford, su amigo del alma, la ayudó a conseguir el papel de La trampa y el dinero, y John Wayne el de El maravilloso mundo del circo, pero los rodajes eran un calvario. Era incapaz de memorizar sus frases y tenía fama de bebedora. Hasta 1978 no saldría a la luz que el motivo de ese deterioro físico, moral y emocional era la casi desconocida enfermedad de Alzheimer que padecía desde hace ¡20 años!

Murió en 1987 completamente destrozada y sin memoria. Tal vez lo único bueno de esa cruel enfermedad fue que borró todo el dolor de una vida desgraciada, la antítesis de la imagen que proyectaba. El mundo, sin embargo, nunca ha olvidado su hipnótica belleza, su halo de misterio y sensualidad. La triste vida de Rita Hayworth puede resumirse en una frase, ya historia del cine, dicha por la propia Gilda: “Si yo fuera un rancho, me llamaría Tierra de Nadie”.

VIDA PADRE

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2021-07-01T07:00:00.0000000Z

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