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big heart mr.

Justin Theroux es el rey de Nueva York y un personaje contundente en Hollywood, ícono del estilo y hombre ejemplar; también exesposo, buen amigo, hijo y atento a lo esencial de la vida.

Por ERIC SULLIVAN Foto de MARK SELIGER

TJUSTIN THEROUX está refugiado en su dúplex de Greenwich Village. Es mediados de febrero, el mes “más corto y cruel”, subraya. Hablamos por Zoom. Lleva puesta una playera negra que deja ver un cuerpo trabajado, beanie negra y, pese a que casi no hay luz, unos lentes aviadores polarizados. Detrás de él hay una repisa de vidrio con moldes de cera de bocas con sífilis. Inhala un Juul para complementar el suministro constante de Nicorette; dejó el vaping al inicio de la pandemia y apenas lo retomó. “Lo dejo para la noche”, dice, como si le diera voz a un infomercial. Ya casi son las 3:30 pm. Me enseña un chicle. “En cuanto me despierto, me como uno de estos”. Mira, ha sido un año estresante.

En vísperas del Covid-19 estaba en México filmando su proyecto más reciente, TheMosquitoCoast, de Apple TV+. Cuando se detuvo la producción en marzo de 2020, Theroux regresó a Nueva York y empezó a comprar despensa para su casa, en donde vive solo (con su pit bull terrier, Kuma). Eligió caldo de hueso de res por cubeta; ajo, jengibre y, por alguna razón, parmesano. “A lo mejor estaba paranoico”, cuenta. Y como todos, no encontró papel de baño, pero a diferencia de todos, no lo necesitaba. “Gracias a Dios, tengo un Toto”, aclara, y se refiere a su excusado japonés, que tiene calefacción y bidet.

Por primera vez en décadas se quedó en un solo lugar, y le sacó provecho. Entrenó, mucho. Con la llegada de la primavera, observó la transformación de la naturaleza. “Los capullos empezaron a florecer. Las aves llegaron al jardín. Las ardillas se comportaban distinto”, resalta.

En todo caso fue una existencia solitaria para un hombre a quien le sienta mejor la conexión con los demás. Aunque ha visto a un par de amigos cercanos —Amy Sedaris, el diseñador de moda Adam Selman—, le “urge quedar con más de tres personas a la vez”. Cuando en otoño pasado se reanudó la filmación de TheMosquitoCoast,

Theroux regresó a México. ¡Contacto humano! Y no con tres personas, ¡con 30! “Pero es trabajo; el entorno es social, pero no como lo que quiero”. Terminaron en diciembre y ha estado en Nueva York desde entonces.

“No quiero volverme ermitaño. Para nada. Lo que más ansío en estos momentos es la amistad. Cuando recupere a mis amigos, empezaré a pensar en lo otro.” Se refiere al romance. Oficialmente está soltero desde que él y Jennifer Aniston se divorciaron en 2018. Antes de que se conocieran, estuvo catorce años con la estilista Heidi Bivens. En otras palabras, es la primera vez que Justin Theroux está soltero desde la administración de Clinton.

Las citas, después de siete años y medio de formar parte de una de las parejas más famosas de Hollywood, presentan desafíos particulares. Cada que se le ve en público con una mujer, cualquiera, aparece en la prensa rosa. Aunque el año pasado no tuvo muchas oportunidades. “Todas las avenidas que llevan a las citas —sus avenidas— están cerradas”. No usa apps de dates. “Jamás”. Tampoco mensajes directos de Instagram; y que él sepa, nadie lo ha ligado por ahí. “Parece anticuado, pero me gusta conocer a la gente”, dice en tono estudiado, burlón. “Es lo divertido de conocer a la gente. Medirla, entrar al juego… no en sentido negativo —hace una pausa, relaja la cara—, suena depredador cuando lo digo”. Baja la voz, suena áspera, y sí, algo depredadora. “Me refiero a la estrategia, el juego”.

Entiendo qué intenta decir: Theroux cumple 50 en agosto y no sale con nadie. “Ahora mismo solo tengo una relación crucial: con mi mamá”, y sonríe.

Dos días después de nuestra llamada por Zoom, nos vemos para comer en Smile, el café subterráneo que ha curado la cruda de la gente hip del centro de Nueva York desde hace más de una década. Llega vestido de negro de pies a cabeza: una mochila tipo militar, botas R13, pantalones John Elliott, suéter de Maharishi al que le pegó una tira de tela y una decena de pins. De una cadena de oro que lleva en el cuello cuelga una ficha antigua del metro de Nueva York que compró en un mercado de pulgas, un pedacito de su ciudad natal que lleva a todas partes.

Nos sentamos en una mesa afuera, debajo de una estructura que parece un establo, una de miles de mesas que ahora ocupan las banquetas y los carriles de estacionamiento en toda la ciudad. Pide una tetera de té verde, una taza de avena y un sándwich de desayuno, sin jamón. Le encanta este lugar, viene muy seguido. Es amigo de uno de los dueños; el verano anterior a la pandemia, abrieron Ray’s con otros socios, una especie de taberna clásica en donde un shot y una cerveza cuestan el doble que en una taberna de verdad. Theroux se siente cómodo aquí. En esta época difícil, “hay que encontrar los lugares acogedores que se sientan como una extensión de tu casa. Este es uno de ellos”, cuenta.

Cómodos en este lugar seguro, conversando en persona, se sincera sobre su matrimonio. Cuando Aniston y él anunciaron su separación no dieron explicaciones al público, pero eso no impidió que la gente sacara sus conclusiones. Según la prensa del entretenimiento, ella quería vivir en Los Ángeles y él en Nueva York. “Esa versión no es completamente cierta. La gente crea historias para sentirse mejor o sintetizar las cosas: blanco y negro. Y no es el caso. Es una simplificación burda”, advierte y se niega a dar detalles.

La semana anterior posteó una foto de Jennifer en Instagram para desearle feliz cumpleaños. Le pregunto si están en buenos términos, como sugiere el post. “Somos amigos”, responde. Le pregunto cómo y cree que me

GRAND TOUR

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2021-05-01T07:00:00.0000000Z

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