No te quemes

CON LA LLEGADA DE LAS VACUNAS contra el Covid-19 por fin vemos la luz al final del túnel. Nos queda claro que todavía faltan meses –¿o años?– para lograr la famosa inmunidad de rebaño, pero ya damos pasos encaminados a vislumbrar el momento en el que podremos salir más de casa, ver a nuestros familiares y amigos sin miedos, salir a comer o cenar con tranquilidad, ir al cine y, según el caso, regresar poco a poco a la oficina. Son excelentes noticias, pero es importante no olvidar que nada volverá a la normalidad como la concebíamos anteriormente y que hay cosas aprendidas durante el encierro que debemos mantener.

Ahora, es fundamental cuidarnos de no caer en las trampas que nos pueden llevar al burnout. ¿De qué se trata? Es un desgaste emocional extremo en el cual los niveles de estrés pueden llegan a ser tan altos que terminan por afectar la salud mental y física. Todo suele esconderse detrás de lo que podría parecer un esfuerzo por incrementar la productividad: decimos “sí” a todas las peticiones y tareas que nos llegan, trabajamos horas extras, evitamos usar la hora completa de la comida exclusivamente para su finalidad, nos saltamos los recomendados descansos cada par de horas, dejamos de tener pasatiempos persionales y buscamos satisfacer a todos, todo el tiempo y a costa de nuestro bienestar. Desde fuera puede parecer algo positivo, pero por dentro nos carcome una enorme falta de motivación y de gusto por lo que hacemos, sentimos un constante estrés y, simplemente, olvidamos disfrutar de la vida. ¡Cuidado! Las señales más comunes de sufrir bur

nout se pueden identificar de manera fácil. Si confirmas alguna es importante hablar con tu supervisor o un profesional para solucionar el problema antes de que empeore. Las más comunes son:

• Percepción de improductividad en el trabajo: ¿sientes que haces mucho y no avanzas?

• Problemas para dedicar atención y concentrarse: ¿tu cabeza se parece a un oleaje constante que te impide pensar?

• Dificultad para desconectarse del trabajo: ¿te ataca el sentimiento de culpa si apagas tu computadora y dejas el celular lejos?

• Transtornos de sueño: ¿sufres insomnio? ¿Te levantas varias veces en la noche?

• Ansiedad y preocupación constante: ¿no logras encontrar salidas o alternativas a problemas que, normalmente, serían comunes?

• Dolores de cabeza, musculares o de espalda: ¿te ha dolido el cuerpo como si hubieras corrido un maratón, pero –realmente– no te moviste de tu silla en todo el día?

• Cambios en tu alimentación: ¿comes en exceso o, por el contrario, muy poco?

• Agotamiento excesivo: ¿piensas que no te recuperas ni el fin de semana?

Hay varias estrategias para prevenir el burnout, pero el mejor consejo que podemos dar hoy en día proviene de una enseñanza de Confucio, que consiste en utilizar solo el 80% de nuestra energía en cualquier cosa que hagamos. Necesitamos guardar un poco para el resto del día, para nosotros mismos. Y esto aplica para todo: la dieta, el ejercicio, la vida social y, por supuesto, el trabajo.

Además de esta sugerencia, otras maneras para evitar el burnout son:

• Escuchar a tu cuerpo. Si empiezas a sentir señales de alarma, bájale “tres rayitas” a tu ritmo.

• Establecer –y respetar– un horario de trabajo.

• Tomar descansos a lo largo del día.

• Respetar los días de vacaciones. Son sagrados.

• Hablar con tu jefe y compañeros si notas señales de agotamiento.

• Fijarte tres tareas prioritarias al día. No más, no menos.

• Adopta pasatiempos y date un tiempo cada día.

• Busca ayuda profesional si crees que la necesitas. El burnout es mucho más común de lo que pensamos. De hecho, algunos estudios han comprobado que el 77% de las personas lo han sufrido en algún momento de sus vidas. Ahora, cuando hemos aprendido la importancia de tener espacio y tiempo personal, además de establecer prioridades, no lo olvidemos. Retomemos ir a la oficina respetando nuestras necesidades y enfocándonos en las tareas más importantes. Al final del día, veremos grandes beneficios, incluso un incremento en nuestra productividad.