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Lo que debió haber sido

Y otra vez estamos estrenando año, con sus 365 oportunidades para hacer las cosas mejor, también cumplir con las expectativas que nos planteamos.

Por KIMBERLY ARMENGOL JENSEN

Cada año jugamos a “resetear” nuestra existencia con la ilusión de que ahora sí concretemos nuestros anhelos.

¿En qué basamos nuestras metas? ¿Por qué deseamos lo que queremos? ¿Qué tiene de malo lo que dejamos atrás? Y no, no me refiero a ser conformistas y aceptar las cosas como vengan; pero sí a ser más empátic@s con lo que tenemos.

Urge darnos palmaditas por los triunfos cotidianos y dejar de correr –en una carrera sin fin– tras la zanahoria. Un autor que suelo frecuentar dice algo como lo siguiente: en la vida hay infinidad de caminos y ninguno te lleva a ninguna parte. No hay caminos buenos, ni malos, no hay éxito, ni fracaso, solo caminos. La única diferencia es que uno de ellos tiene corazón y necesitas saber elegirlo porque es el que te hará feliz el trayecto, en tanto que el equivocado será una completa pesadilla.

Gran parte de su vida, K la malgastó en ser “la mejor”, lo que sea que eso signifique. La destacada en clase, la servicial en el trabajo, la amable con el prójimo, la novia y/o esposa de manual, el sostén de la familia, la amiga siempre presente. ¿Para qué? ¿Lo logró?

Tal vez sí lo consiguió y miró sus metas alcanzadas, pero terminó agotada, en cada ámbito de su vida iba dejando un pedazo de su alma, cuando no era necesario. Nunca lo fue. Nadie pedía tanto de ella.

Se vale no ser la mejor, está bien no ser fit ni vivir contando calorías, se puede renunciar al mejor trabajo de tu vida y puedes ser la novia fugitiva. Puedes reinventarte a cada momento. Nadie te lleva la cuenta y si acaso sí… es problema de ellos, nunca tuyo.

En el imaginario de K, el año pasado se iba a casar, se mudaría a la capital del mundo y “finalmente” encontraría la felicidad. Para hacer corta la historia, llegó a la capital del mundo y a la semana regresó feliz a su casa, no había nada exótico ni distinto que buscar ni encontrar ahí. La felicidad siempre estuvo donde viven sus cariños. Tampoco se casó (todavía), pero sigue feliz en su relación y pudo irse a dos viajes mejores que una luna de miel. Renunció al mejor trabajo que había tenido hasta entonces y encontró la paz. En síntesis, no pasó nada de lo que deseó ni planificó para ese año y fue lo mejor que le pudo suceder. ¡Afortunadamente!

No hay caminos buenos, ni malos... solo caminos. La única diferencia es que uno de ellos tiene corazón y necesitas saber elegirlo.

COSMO POWER

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2023-01-01T08:00:00.0000000Z

2023-01-01T08:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa