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“Lo siento, tardo un poco.” No me sentía yo

Estoy acostado en posición fetal, agarro el edredón sujetándolo con fuerza para cubrir mi cuerpo. Unos minutos antes, estar desnudo frente a una desconocida no me molestó. Ahora, de la nada, me hace sentir vulnerable. Llevamos poco más de media hora de sexo. No he llegado al orgasmo y sé que no hay posibilidad alguna de que lo haga pronto. Definitivamente, es el momento de dar por terminada la velada. Sin embargo, por mucho que quiera, no puedo ignorar lo que acaba de suceder; tengo que decir algo. “No te preocupes por eso”, logro mencionar, con el sonido amortiguado por la almohada en la que escondo la cara. Más podría decir, pero nada se prestaría a una plática sexy en el dormitorio. Por lo menos, no en una aventura de una noche. Es mucho más fácil cerrar los ojos, sumergirme en la oscuridad y olvidar.

Cuando me recetaron los antidepresivos por primera vez, no pensé en mi vida sexual. Había asuntos más importantes en los cuales centrarse. Era 2015, tenía 19 años de edad y acababan de iniciar las vacaciones de Navidad; también había empezado a autolesionarme con cualquier objeto que tuviera a la mano. El bajo estado de ánimo, la nula energía y el escaso interés por cualquier cosa me atormentaban día y noche. Enumeré mi realidad al médico en un tono monótono, informándole que ya había probado el tratamiento para el TOC (Trastorno obsesivo–compulsivo) y no había funcionado. Quería un medicamento, me dio una receta y me fui. Era citalopram, un antidepresivo ISRS (Inhibidor Selectivo de la Recaptación de Serotonina). No me enteré de sus efectos secundarios hasta la segunda opinión de un médico de la universidad; pero incluso él solo los mencionó de forma casual. Recordando, en el folleto adjunto del empaque se lee un tipo de “robo de orgasmos”: llegar demasiado despacio, tener poco o mucho deseo sexual, no poder conseguir una erección, entumecimiento. La letra pequeña continúa...

A las pocas horas de tomar la primera píldora, mi pene estaba entumecido. Literal, estaba preparado para un adormecimiento emocional. También sabía que pasarían al menos cuatro semanas antes de sentir algún efecto positivo... Pero no esperaba sentir mucho menos abajo.

La primera vez que tuve sexo después de tomar las pastillas, a las pocas semanas, fue como si estuviera usando medio paquete de condones (ni siquiera llevaba uno). Cada empujón estaba insensibilizado; el placer del tacto físico se redujo a casi nada. No tuve orgasmo. Sé que para las mujeres esto no es inusual, que ello de repente sea un problema para mí parece un tipo de queja privilegiada que solo podría venir de un hombre. Pero nunca había sucedido antes. Toda mi vida he tenido una idea de quién debía ser y lo que el sexo debe ser. Y el acto no se ajustaba a eso, me aterrorizaba.

Otros efectos secundarios aparecieron rápidamente. Tenía las manos tan húmedas que podía retorcerlas como una franela, sentía ardor. Esta sensación fue ocasional y desapareció gradualmente a medida que mi cuerpo se acostumbró a la droga. Pero la disfunción sexual persistió. Había tomado alrededor de mil tabletas de citalopram en ese tiempo y la frase: “Lo siento, tardo un poco” se convirtió en un pilar de mi vocabulario. Todavía tengo algo de sensibilidad, así que he encontrado formas de llegar lentamente al orgasmo. Otras veces, no importa lo duro que esté, o lo que mi pareja trabaje, simplemente no sucede. Y cuanto más tiempo se tarda, más ansioso me siento, menos concentrado estoy... entonces el orgasmo se desvanece lentamente.

Solo es mala suerte

hombre”. Aunque es capaz de tener erecciones, la punta de su pene “sigue entumecida”. Ha conseguido pasar de lo que califica como sexo 0/10 a sexo 2/10, pero está muy ansioso. “Estoy nervioso, pero he aceptado en gran medida que soy un defecto”, afirma encogiéndose de hombros.

En internet, los hombres como Dan son fáciles de encontrar. Disfrazados bajo nombres de usuario como “Nogasm”, inundan foros como Reddit, utilizando el anonimato que proporciona el teclado para abrirse. Aprendo que tener y desear sexo me hace “afortunado” a los ojos de los demás. John, que como yo, empezó a tomar ISRS en la universidad, ha descubierto que su libido ha desaparecido por completo. “Nunca fantaseo con el sexo”, me confiesa. “Ya no me excita. Es como si la chispa se hubiera apagado por completo en mi cerebro; el impulso de la atracción y lujuria ha desaparecido”. Otros experimentan erecciones más débiles o una disfunción eréctil total, cambios en la intensidad del orgasmo, o menos sensación.

Al igual que la enorme mezcla de experiencias comunicadas en la web, la disfunción sexual asociada a los antidepresivos varía considerablemente según los estudios, lo que dificulta estimar las incidencias exactas o la prevalencia. Ese largo folleto que me dieron (el cual, seamos sinceros, la mayoría de la gente apenas lee) dice que los efectos secundarios sexuales son “comunes”, que le ocurren a una de cada 10 personas, pero los expertos consideran que podría ser a más. Una cosa es segura, les ocurre a los hombres, las mujeres y personas no binarias de todo el mundo. El motivo tampoco está claro al 100%, ya que el sexo es más que un acto físico, también es emocional. Los síntomas del SSD (síndrome de disfunción orgásmica, por sus siglas en inglés) pueden tener un impacto duradero, incluso tomando medicamentos; resulta que también existe la

“Estaba preparado para un adormecimiento emocional... no esperaba sentir mucho menos abajo”.

PSSD: es decir, la disfunción sexual después de un ISRS; es exactamente lo que sugiere: los mismos efectos nocivos persisten después de dejar la medicación. Está poco investigado, pero le afectó mucho a Dan, además solo tomó algunas pastillas durante unos días y dos años después, los síntomas continuaron. Para algunos, estos problemas sexuales podrían deberse a la propia depresión y los ISRS no harían más que agravar el problema. La Dra. Juliet McGrattan, experta en salud y exmédico de cabecera, afirma: “Cuando uno está deprimido, se producen cambios químicos y desequilibrios en el cerebro que ocasionan que uno deje de disfrutar de las cosas de la vida, eso incluye el sexo. A veces, los pacientes acudían a mí preocupados por la falta de deseo sexual y, tras una exploración, descubríamos que la causa subyacente era la depresión”, explica. Para separar realmente los síntomas causados por la propia depresión de los que son un efecto secundario de los fármacos, habría que realizar un gran estudio en adultos que no padecen aquel trastorno; por desgracia, son pocos los casos. Además, los efectos y la velocidad de la medicación varían de una persona a otra, por lo que podría tener un impacto positivo en su estado de ánimo y, al mismo tiempo, comprometer su función sexual.

Ha habido momentos en los que he tenido el pene anestesiado en la mano, desesperado por venirme, y me he preguntado por qué sigo tomando citalopram. Al sentirme excitado, únicamente me es posible pensar en la tentación de abandonar las pastillas por completo. Pero no sería una buena idea para mí. Tomarlo no solo mejoró drásticamente mi vida, sino que la salvó. Un periodo depresivo me había dejado confinado en mi cama llena de migas y sudor, durmiendo durante el día y con insomnio toda la noche. Los placeres se convirtieron en un sinsentido, el dolor emocional en una autolesión física. Finalmente, la medicación me avivó.

Aunque los ISRS han recibido críticas feroces que debaten su utilidad y todavía se desconoce mucho sobre sus efectos (incluso sobre la propia depresión), está claro que funcionan, de alguna manera, para la mayoría de las personas. En 2018, la mayor

revisión de ensayos acerca de los antidepre(incluyendo sivos algunos que no eran ISRS) demostró que cada uno de los 21 analizados, incluido el citalopram, derivaba en meresultados jores que un placebo.

He encontrado alternativas; hay otras zonas de mi cuerpo que son igual de sensibles, el sexo no tiene por qué ser siempre el tradicioen nal: pene la vagina. Claro, me ha costado adaptarme, también a mi novia actual y a las anteriores. Soy consciente de que del mismo modo que mi SSD me afecta a mí, también ha impactado a mis parejas; es menos probainicie ble que yo las relaciones sexuales, lo que es desmoralizador para ellas.

La Dra. Lori Beth Bisbey, psicóloga y entresexual, nadora atiende regularmente a parejas que experimentan SSD. Me platica que a pesar de ser felices en muchas otras áreas, a menudo sienten que el problema está arruinando su relación, aunque no tiene que ser así. Dice que hay dos formas en que las parejas pueden ayudar. En primer lugar, tienen que entender que el conflicto no es su rendisu miento ni atractivo. En segundo lugar, es necesario que conozcan los efectos secundarios y hablen del tema de forma compasiva. Del mismo modo, la pareja que padece DSS debe iniciar y encontrar alternativas de intimar y satisfacer a su otra mitad. Es un equilibrio vital que deben encontrar.

Cuando se trata de sexo, hay ciertos estereotipos de género alojados en lo más profundo de la mente de muchos de nosotros. El mencionado enfoque del pene en la vagina (que los hombres desean todo el tiempo) es uno, o que el sexo tiene que terminar en orgasmo. Para los hombres como Dan, John y yo, estas ideas preconcebidas nos agobian, haciéndonos sentir “menos que” pues no encajamos en ese molde incoherente con la realidad de la mayoría de los hombres de hoy. Y, a su vez, a nuestras parejas se les dice lo mismo; así que cuando no iniciamos el sexo o no llegamos al orgasmo, quizá sienten que hay algo malo en ellas, que están haciendo algo para causar esto.

Por supuesto, en general, los hombres heterosexuales son los que menos problemas tienen en el mundo del sexo. Una investigación realizada por Durex demostró que casi el 75% de las mujeres estudiadas no llegan al orgasmo durante el sexo, frente al 28% de los hombres. Esta brecha del orgasmo solo ha salido a la luz pública porque hemos empezado a hablar de ella. Del mismo modo, en cuanto empecé a hablar de mi SSD, todo fue más fácil. Las parejas con quienes lo conversé fueron amables y encontramos una vida sexual agradable para ambos. Esto también me hizo preguntarme: ¿Por qué los orgasmos tienen que ser el marcador del éxito en el sexo? Perseguirlos era lo que me producía temor.

Sin embargo, hablar de mi condición y ser capaz de disfrutar del sexo de otras maneras me ha dado esperanza, la esperanza de que en el futuro podré tumbarme en la cama, sin ansiedad, con esos dolorosos recuerdos de insuficiencia tan tenues como la iluminación del ambiente. Algún día lo conseguiré. Aunque me lleve un tiempo.

“El sexo no tiene por qué ser siempre el tradicional: pene en la vagina“.

OPEN MIND

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2021-09-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa