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Ser tu peor enemiga

¿Te ha pasado? ¿Sigues negándolo o justificas al agresor?

Por KIMBERLY ARMENGOL JENSEN

chicas Cosmo, muchas veces hablamos de personajes que nos lastiman, estorban, intoxican o abusan de nosotras. Somos profesionales de la queja y el señalamiento, pero también del excusar y justificar. Cuando el agresor no está vinculado sentimentalmente con nosotras, parecemos psiquiatras, forenses o el mismísimo FBI desmenuzando los orígenes y motivaciones de sus actos. Caso contrario si es alguien cercano, usamos las mismas armas para justificarlos, perdonarlos o minimizar la ofensa ¿Por qué una agresión “con amor” es menos grave?

Como millones de mujeres, K sufrió acoso sexual en varias ocasiones, desde miradas lascivas, comentarios vulgares e incluso un intento de agresión sexual. Esa horrible experiencia data de hace 10 años exactamente; ocurrió con un personajillo acosador que hoy acumula más de 60 denuncias y dos órdenes de aprehensión. Afortunadamente, K salió ilesa de tan nefasta situación (salvo algunos toqueteos y frases indeseables, el miedo y el trauma), a diferencia de las millones que cada año son violentadas de esta forma tan cobarde y cargan en silencio con el dolor y la culpa que conlleva una situación semejante.

La experiencia de K con ese individuo no es relevante; lo que sí lo es, fue la sensación replicada en cientos de relatos de otras mujeres: “Es MI culpa”. Cuando surgieron las decenas de denuncias y testimonios públicos, entendí que el sujeto en cuestión es un enfermo, un agresor sexual y un delincuente. El problema es que cuando sucedió “eso” (aún no sé si nombrarlo incidente, agresión o abuso) me convencí de que yo lo ocasioné de algún modo, que era obvio que una “señorita” no tenía que estar en casa de un “señor”, que seguramente mi ropa insinuaba algo (siendo que vestía cual monja), que alguna actitud mía lo provocó: justificando y perdonando al agresor. Por supuesto, nunca imaginé que utilizaba el mismo modus operandi con decenas de mujeres. Simplemente creí que fue mi culpa por alguna equivocación en mi proceder.

Nunca conté el suceso, salvo a mi mejor amigo J y fue para preguntarle obsesivamente si había algo “vulgar” en mí, si parecía una “mujerzuela” (lo que sea que eso signifique); busqué clichés para perdonar lo imperdonable. ¿Cómo podría contar algo tan vergonzoso si estaba convencida de que era mi culpa?

Por muchos años pensé que debía cambiar mi forma de relacionarme con los hombres, ya que había algo en mí que les generaba ese detestable comportamiento; como si las mujeres fuésemos una especie de batería que alimenta conductas depravadas en hombres buenos que enloquecen por culpa de mujeres provocativas. ¡No, no y no! Eso es basura. Me ha costado muchísimo entenderlo y asimilarlo, lo que me remite a una frase que ese amigo me compartió: “Cualquier caricia no solicitada es acoso”.

Gracias al #MeToo y el valor de cientos de mujeres, hoy tengo claro que ni una mirada lasciva es mi culpa y que hay que entender que no es no. Gracias a todas ellas por el valor de alzar la voz. El silencio es el mejor aliado de esas bestias, no las alimentes, mételas a una jaula para que no dañen a otras. Rompamos juntas la cadena del acoso y el abuso. Nunca más los protejamos con nuestro silencio.

COSMO POWER

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2021-07-01T07:00:00.0000000Z

2021-07-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa