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ENTRE TÚ Y YO

Lupe es una pintora que busca consolidar su carrera, y Dominic un empresario que se siente atraído por ella. Ella cree que él es un sueño inalcanzable, y él piensa que Lupe es la verdad única en su mundo. ¿Coincidirán en el amor?

POR PILAR PORTOCARRERO

Lupe despertó sedienta y tomó de un sorbo el agua que quedaba en la jarra. Estaba nerviosa, por meses estuvo buscando una oportunidad para exhibir sus pinturas y el momento había llegado. Mildred administraba una de las mejores galerías de Nueva York y le había cedido un pequeño espacio gracias a la amistad que tenían, la que nació cuando fue su profesora de arte contemporáneo en el instituto donde estudió.

–No creas que te hago un favor –le dijo, cuando le agradeció por la oportunidad–, tus pinturas son buenas, y estoy segura de que habrá alguien que sabrá apreciarlas. Empezaremos con tres, luego veremos...

Fue difícil escoger entre sus cuadros los que mejor representarían su trabajo. Todos le parecían únicos, quizá porque dejaba en cada trazo la pasión que sentía cuando plasmaba lo que veía en su mente.

Pintaba desde que tenía memoria, y tuvo que pelear con sus padres para seguir sus sueños, ya que ellos preferían que encontrara un trabajo seguro que pagara mensualmente las cuentas, a que soñara con un éxito que muy pocos alcanzaban. ¿Por qué no podría triunfar?, se preguntaba, si estaba segura de lo que hacía, y la exposición sería una vitrina para mostrar su talento.

Volvió a la cama, pero ya no pudo conciliar el sueño, de pronto, las dudas trataron de sabotear su ilusión. ¿Y si nada salía como lo esperaba? ¿Qué pasaría si Mildred le devolvía los cuadros? ¿Alguien más podría darle otra oportunidad como esa?

Se puso un blazer y sus jeans nuevos, y no dejó de mirarse en el espejo.

–¿Qué tanto te miras? –le dijo Katty, su compañera de cuarto.

–Quiero estar presentable, sabes que a esa galería van personas con mucho dinero, y no me gustaría que me vieran mal. –Despreocúpate, siempre te ves linda. Era alta y delgada, y sus labios carnosos eran uno de sus atractivos que le daba a su rostro una apariencia sensual que atraía miradas, convirtiéndose en la presa que muchos deseaban atrapar entre sus sábanas.

Se despidió de Katty y llegó a la galería que esa mañana abría sus puertas a gente muy selecta, invitada en especial para la

ocasión. No pudo hablar con Mildred, así que Lupe se mezcló entre los invitados mientras las notas de un piano acompañaban el suave murmullo de las conversaciones. Aceptó una copa que le ofreció un mesero y caminó distraída hasta tropezar con alguien y derramó sobre su elegante traje todo el

champagne que le quedaba.

–¡Dios, mío! –exclamó asustada, al notar que la tela se humedecía impregnándose de un aroma a fruta.

Imaginaba que ese traje costaría el sueldo de cinco años que Edu le pagaba por repartir pizzas, y se apresuró a solucionar su descuido.

–Venga... –dijo, jalándolo hacia el tocador–, quítese el saco y enseguida lo limpio.

A Dominic le hizo gracia su desesperación, e hizo lo que le pedía llevado por la curiosidad de cómo resolvería el problema.

Lupe entró al tocador de damas y humedeció con agua la parte afectada, sólo para descubrir que fue la peor idea que se le pudo ocurrir. La mancha se había extendido a toda la parte delantera del saco, llevándola desesperada a colocar la prenda bajo el secador de manos. Pero a medida que la tela se secaba, su angustia fue acelerando su corazón.

–¿Qué hice? –susurró angustiada, al ver una enorme mancha delineada de blanco–. Ahora ese tipo seguro me va a matar.

Salió del tocador dispuesta a empeñar su vida para pagar el traje, pero al no encontrarlo por los alrededores, pensó que era una buena oportunidad para escapar de esa terrible situación.

Dejó el saco sobre una repisa y caminó apurada hacia la oficina de Mildred, y sólo cuando cerró la puerta, se sintió segura y confiada de que nunca volvería a ver a ese hombre.

Qué haces aquí –le dijo Mildred horas después–, te estaba buscando por la galería, quería presentarte a algunas personas.

–Estaba muy nerviosa, y pensé que era mejor esperarte aquí para agradecerte la oportunidad. Mañana vengo temprano a recoger mis pinturas –dijo desanimada.

Mildred sonrió y con calma le sirvió una copa de whisky que Lupe recibió.

–Si hubieras estado en el salón te habrías enterado de que vendimos tus cuadros.

¡Salud! –agregó, tomando un poco de licor. –¿Es en serio lo que me estás diciendo? –preguntó Lupe, dejando la copa a un lado.

–Tan en serio que quiero que mañana me traigas todas tus pinturas, y vamos a subir su valor.

–¡No lo puedo creer! –dijo emocionada.

–Y aún hay más... el señor Newman que es un empresario importante de la ciudad, no sólo se llevó una de tus pinturas, sino que quiere hablar contigo. Toma –agregó, entregándole una tarjeta–, ahí está su dirección. Dice que te espera a las seis de la tarde en su departamento.

–¿Sabes para qué? –preguntó intrigada.

–Los hombres como él no dan explicaciones. Sólo me dijo que vayas.

Y a las seis en punto estuvo frente a un edificio elegante en Manhattan, nerviosa y pensando qué querría de ella. Se presentó ante el conserje y él en tono serio le dijo:

–El señor Newman la está esperando.

Alisó su blazer mientras subía al ascensor, observando su apariencia en los espejos del interior. Su cabello estaba desordenado, pero su rostro era el marco perfecto para sus negros ojos que brillaban por la inquietud de no saber lo que pasaría.

–Debo estar tranquila –murmuró, pero cuando las puertas del ascensor se abrieron, no estuvo preparada para encontrarse con el hombre al que aventó la fina bebida que Mildred ofrecía a sus clientes. –¿Usted? –exclamó asustada.

–El mundo es un pañuelo –dijo Dominic, disfrutando su desconcierto.

Lupe respiró hondo consciente de que esta vez no tenía escapatoria.

–No lo culpo si tiene la peor opinión sobre mí, señor Newman. Me asusté y hui –confesó arrepentida–. La verdad no podía correr con los gastos de un traje como el suyo.

–Jamás me pasó por la cabeza hacer eso –respondió, reparando en el brillo de sus ojos que profundizaban su mirada.

–Pero ahora que compró mi cuadro las cosas han cambiado, puedo...

–Olvídate de eso, quería verte por otro motivo –la interrumpió, haciéndole una seña para que pasara al salón–. Siéntate.

Lupe obedeció sin saber en qué terminaría esa incómoda conversación.

–Primero quiero felicitarte, me gusta tu estilo. Transmites mucho, hay armonía en tus trazos y en el color. Tienes mucho talento, Guadalupe.

–Gracias –respondió sorprendida de que la llamara por su nombre completo, ya que hacía mucho que sólo le decían Lupe.

–Tengo una hija de seis años que está de vacaciones en casa de sus abuelos, y quiero darle una gran sorpresa cuando regrese –agregó, creando expectativa en ella.

–¿Y dónde entro yo?

–Sé que empezaste haciendo murales, y quiero saber si puedes pintar uno en la habitación de Brenda.

–Claro que sí –respondió sin pensarlo, animada ante el proyecto que le ofrecía.

–Sólo tenemos tres semanas, ¿podrás terminarlo en ese tiempo?

–¿Qué quiere que haga? –preguntó. desde ese momento planearon cómo sería el mural basándose en el mundo de Barbie, que a la pequeña Brenda le encantaba.

Lupe se entusiasmó y no puso límites a su imaginación cuando hizo el bosquejo que al día siguiente le presentó a Dominic.

–Perfecto –dijo él, sonriendo complacido–, ahora es momento de empezar.

Lupe bajó los ojos al no resistir la mirada, era de un azul intenso que estremeció su corazón, y que la dejó pensando que era una locura mirar tan alto. Pero cómo dejar de emocionarse, si era imposible no sentirse una tonta a su lado.

Llevó sus materiales y todo lo necesario para comenzar a trabajar. Se puso unos shorts y una blusa de tirantes. Era verano, y entre el calor y la humedad la sensación de bochorno aumentaba.

Empezaba a armar un andamio cuando Dominic apareció, apreciando en silencio sus piernas largas y torneadas.

–Déjame ayudarte... –le dijo, agarrando unas cuantas varillas del suelo.

–Puedo sola.

–Lo sé, pero entre dos será más rápido.

Y en silencio armaron la pequeña plataforma que la ayudaría en su trabajo.

–Gracias –dijo, evitando mirarlo.

–Estaré aquí avanzando con algunos pendientes, lo que necesites me avisas.

Dominic salió dejando en el ambiente la suave fragancia de su perfume que Lupe aspiró en medio de un suspiro. Para qué negarlo, pensó, si era el primer hombre que en muchos años la atraía y que había despertado en ella las ganas de un beso.

–¿Por qué con él? –murmuró mientras preparaba la pintura, sin saber que Dominic tampoco podía concentrarse del todo sabiendo que ella a estaba tan sólo a unos metros de distancia.

Le atraía su simplicidad, y esa forma que tenía de mover las manos mientras hablaba. En realidad Lupe no era consciente de que era un paisaje hermoso que él admiraba, el cual inquietaba a cada célula de su cuerpo.

–Hora de almorzar –dijo Dominic, apareciendo en la habitación cuando Lupe abría un papel de aluminio en donde guardaba un pedazo de pizza–. Nada de comida chatarra, jovencita, hay una mesa servida para ti.

–No tiene que hacer eso, señor Newman... –dijo un poco incómoda.

–Mientras trabajes aquí eres mi responsabilidad, y por favor déjate de tanta formalidad, sabes mi nombre, y vamos a estar juntos por algunas semanas.

Era muy amable que tratara de acercarse a ella, pero estaba consciente de que venían de dos mundos que iban en direcciones opuestas. Cuando terminara su trabajo se marcharía detrás de sus sueños, y él continuaría escalando su posición dentro del mundo de los negocios. Ya lo había googleado, y sabía que era el presidente de una enorme corporación dedicada a la tecnología.

–Vino o cerveza –le preguntó, mientras ella veía la fuente de pollo en salsa de champiñones que él había preparado para Lupe.

–Un poco de cerveza –respondió, sorprendida por sus dotes culinarios.

–Me encanta cocinar –agregó, leyendo sus pensamientos–, es algo que disfruto hacer cuando estoy en casa. Ahora espera a que pruebes mis espaguetis, te van a encantar.

Y desde ese momento se dejó envolver en una conversación en donde el arte fue el tema principal, para luego terminar hablando de Brenda y la responsabilidad que tenía desde que su esposa murió.

–¿Hace cuánto ocurrió eso señor Newman? –le preguntó con cierto recelo.

–Fue hace cinco años –respondió, dándole la impresión de que era un tema del que ya podía hablar sin sentirse afectado.

Lupe volvió a su trabajo, y a las cinco guardó todo para llegar a tiempo a la pizzería de su amigo. –Regreso mañana –le dijo, parándose frente a él. –Pensé que te quedarías más tiempo...

–El deber llama. Trabajo en una pizzería, y debo llegar antes de las siete.

–¿Y si pides permiso por estas semanas?, por supuesto que yo cubriría el dinero que dejarías de ganar. Necesito que toda tu atención esté en el mural. –Por supuesto, hablaré con Edu –respondió, dejándolo pensativo.

La quería para él, desde que la vio en YouTube hablando con pasión sobre sus cuadros, se sintió atraído por ella, y sentía que no tenía mucho tiempo para tratar de conquistarla.

Lupe siguió avanzando con el mural en medio de un ambiente cálido que Dominic se esmeraba en crear, y que ella, sin duda, disfrutaba olvidándose del mundo y sus diferencias, hasta que Katty la regresó a la realidad.

–Corta con ese acercamiento, ¿no te das cuenta? ¡Te estás enamorando!

Demasiado tarde, pensó, Dominic había entrado en su corazón, y el tiempo que aún le quedaba a su lado, lo disfrutaría con intensidad, aunque luego llorara su recuerdo.

Una noche salió de la habitación de Brenda y lo encontró en el salón.

–No te vayas... –le dijo, alargando la mano para tomar la suya–. Quiero más tiempo para mirarte.

–¿A qué está jugando señor Newman? –le preguntó Lupe a la defensiva.

–Mírame, Guadalupe, ¿realmente crees que estoy jugando?

Ella respiraba agitada mientras él la atraía hacia su cuerpo para besarla despacio, despertando un deseo que empezó a quemar su sangre.

–Quiero hacerte el amor –susurró él, cuando sus ojos se encontraron.

Ella no respondió, pero fue quitando uno a uno los botones de su camisa mientras Dominic la llevaba a su habitación, entre besos desesperados que abrieron el umbral de la pasión. Le quitó la blusa, y ella la camisa mientras caían sobre la cama.

Dominic la miraba fijamente, y Lupe se sorprendió al ver tanta emoción en sus ojos que la llevó a imaginar que la amaba.

–Eres preciosa –susurró él, tomando su rostro entre sus manos–, y la mujer que tanto he soñado.

Lo que siguió después, fue poesía escrita con caricias que les erizaba la piel de tanta pasión que había entre ellos dos. Del fuego que derretía sus intensos besos en donde el amor brotaba sin que ninguno estuviera consciente de ello. Sólo se entregaban sin límites y sin dejar de mirarse mientras se amaban.

Lupe salió de madrugada dejando a Dominic durmiendo plácidamente, tenía muchas interrogantes a las que no encontraba respuestas. Ella le entregó su alma en cada movimiento, y él... ¡Dios!, podía jurar que también le ofreció algo más que caricias inventadas en el momento.

–Te estás mintiendo –le dijo Katty–, él sólo es un buen amante que se preocupó en complacerte. ¡No puede tomarte en serio!

–¿Por qué? –preguntó a punto de llorar. –Porque tú eres una pintora soñadora, y él un empresario que tiene los pies sobre la tierra, y que además puede tener a las mujeres más elegantes y hermosas a su lado.

Regresó deprimida y dispuesta a tomar distancia, tenía que darle los últimos retoques al mural antes de terminar su trabajo.

–Buenos días –lo saludó en el salón.

–Espera... –dijo, al ver que ella seguía de largo–, quiero enseñarte algo.

Dominic prendió su laptop y le mostró el video donde ella hablaba de sus pinturas.

–Lo encontré por casualidad mientras buscaba información sobre la pintora Cecily Brown –comentó–. Desde entonces me gustaste y ahora que te conozco me enamoré de ti.

–No puedo creerte...

–¿Por qué?

–Porque entre tú y yo hay muchas diferencias. Mírate... –exclamó, levantando la voz–, usas ropa fina, y yo lo que encuentro en tiendas baratas o de segunda mano. Te gusta el vino y yo adoro la cerveza. Vives en Manhattan y yo en el Bronx. ¿Quieres que siga con la lista? Dominic rodeó su cintura y la miró.

–Los detalles no importan, Guadalupe.

–No me vuelvas a llamar Guadalupe– agregó, alejándose de él–, soy Lupe García, hija de inmigrantes mexicanos.

Se hizo un silencio que ella aprovechó para encerrarse en el cuarto de Brenda, pero él apareció dispuesto a defender sus sentimientos. –Imagino que tu familia pasó por mucho para vivir en este país, y por eso los respeto, y me encantaría conocerlos porque te amo; sólo importa lo que me haces sentir en este momento.

Lupe no sabía que lloraba hasta que Dominic limpió sus lágrimas con ternura.

–Dame una oportunidad para demostrarte que a pesar de las diferencias hay algo grande que nos une, y es amor. Porque tú me amas, Lupe.

–Es verdad –confesó entre sollozos–, me enamoré sin darme cuenta, y cuando hicimos el amor supe que había nacido para ti, aunque entre tú y yo...

–Shhh –susurró, poniendo el índice sobre sus labios–, deja de poner un abismo y sólo ámame. –Tu hija pronto llegará, ¿qué le dirás?

–Que conocí a una soñadora que me hechizó, y cuando vea lo que hiciste en su habitación empezará a quererte.

–Tengo miedo –susurró.

–Sólo mírame, Lupe, y verás que no hay por qué temer –le dijo antes de besarla con delicadeza, queriendo transmitirle la seguridad que él sentía al apostar por un sentimiento lleno de ilusión.

–Soy afortunado al tener tu amor.

Ella lo miró a través de sus propias lágrimas y descubrió que él tenía razón: bastaba mirarlo para saber que en sus corazones sólo importaban los sentimientos y los sueños que empezaban entre los dos.

No era una historia de película, era un amor verdadero que apenas comenzaba, y que ambos se encargarían de que nunca tuviera un final.

LA NOVELA

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2023-03-01T08:00:00.0000000Z

2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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