Una descomunal provocación

Ron Mueck, el escultor que explora las grietas del alma en tamaño XXL, regresó al espacio de la Fundación Cartier de París con obra nueva y su icónica instalación Mass

POR ANA TRASOBARES

2023-09-01T07:00:00.0000000Z

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Editorial Televisa

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Aperitivo_ Arte

ENCONTRARSE DE FRENTE con lo más profundo y obvio de nuestro ser a escala distorsionada, formato coloso, siguiendo el movimiento artístico figurativo del hiperrealismo provoca perplejidad, turbación y shock. Y también un diálogo inmediato tan variado como los ojos que lo miran. Esto es lo que produce Ron Mueck (Melbourne, Australia, 1958) con su escultura descomunal, provocativa y filosófica, con la que regresa a la Fundación Cartier de París para el Arte Contemporáneo. Lo hace con una exposición que exhibe por primera vez en Francia y hasta el 5 de noviembre, las piezas icónicas de su carrera: la monumental instalación de calaveras XXL titulada Mass (2017). Junto a ellas, el australiano presenta obra nueva creada especialmente para la ocasión: un grupo de perros gigantes. Completa la muestra la famosa pieza Dead Weight (2021), un cráneo de hierro fundido que pesa casi dos toneladas. ¿No te parece suficiente excusa para volver a la Ciudad de la Luz? REPELE Y ATRAE A LA VEZ “El cráneo humano es un objeto complejo. Es un potente icono gráfico que todos reconocemos inmediatamente. Nos resulta familiar y exótico, repele y atrae a la vez. Exige nuestra atención. Es imposible ignorarlo”, dice con razón el artista. Esta es la primera vez que Mass viaja fuera de Australia. Consta de 100 cráneos realizados a mano con materiales como la fibra de vidrio, la silicona y los acrílicos. Frente a ellos, uno se siente muy pequeño, pues el autor juega con unas dimensiones perturbadoras: cada pieza mide un metro y medio de altura y la instalación en su conjunto pesa 5,5 toneladas. LA BREVEDAD DE LA VIDA Mass fue un encargo para la Trienal Internacional de la National Gallery of Victoria (Australia), en 2017, y marcó un antes y un después en la obra del excesivo Mueck. Su actual puesta en escena, en las estancias acristaladas de la Fundación Cartier de París –obra del arquitecto Jean Nouvel, el mismo que diseñó la ampliación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid–, podría parecer fruto de la improvisación. Obviamente, no es así. Cada cráneo ocupa su espacio con la intención de estimular no solo el asombro ante lo descomunal, sino también ese memento mori al que todos tendremos que enfrentarnos. La instalación es toda una experiencia física y psicológica. Pasearse entre esas montañas de “cabezas muertas” da qué pensar. Y no solo en el fin de los días: también en ese milagro que significa nacer, pertenecer, subsistir, procrear, sucumbir y toda la extensión que engloba la palabra mass. Lo que aquí hace Mueck es pura filosofía sobre la brevedad de la vida, a mano. “Nunca hice figuras de tamaño natural porque nunca me ha parecido interesante. Todos los días vemos gente a tamaño natural. Por eso nunca trabajo con modelos vivos. Utilizo fotografías o referencias que veo en los libros, tomo mis propias fotografías o miro en mi interior”, dice sobre su obra y su método de trabajo. La exposición Ron Mueck de la Fundación Cartier no solo es una retrospectiva. Junto a Mass y Dead Weight se revela una nueva colección de esculturas inéditas de un grupo de perros a gran escala que resulta, como poco, amenazador. Lleva años trabajando en este proyecto, que se gestó durante los preparativos de la segunda muestra que organizó en este mismo espacio, en 2013. UNA OBRA COLOSAL Como contrapunto a su obra más reciente, con la que se aleja de su práctica anterior de replicar la piel, el cabello o la ropa del ser humano, la muestra también acoge sus obras más famosas: Baby (2000), una diminuta escultura de un bebé inspirada en una imagen de un libro de texto médico; Man in a Boat (2002), donde un hombre cubre su cuerpo desnudo con sus brazos mientras se sienta en la proa de una barca, y A Girl (2006), un gigantesco recién nacido con restos de sangre y el cordón umbilical intacto. Muchos guardamos en la memoria estas imágenes tan reales como oníricas que a primera vista representan lo cotidiano, lo común, pero que albergan en su interior todo un abanico de estados de ánimo que interpelan al espectador. Esa es su mayor virtud: dotar a la materia inerte de sentimiento, reflexión y vulnerabilidad con una amplificación que abruma. Por eso su obra también es colosal.

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