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ALFA O BETA, HE ALLÍ LA CUESTIÓN

José Antonio Blasco Colina

SI ALGÚN GÉNERO ARTÍSTICO me parece “duro de roer” es la comedia, quizá porque después de los clásicos griegos (padres de la “criatura”) y el espinoso humor británico, lo demás –con muy honrosas excepciones– suena trillado. Cargando esa verdad del tamaño de una catedral me tropiezo con Machos alfa (Netflix), y como en mí siempre puede más la disciplina en temas laborales, le dediqué un rato tras leer la descripción de esta serie: “Pedro, Luis, Raúl y Santi son cuatro amigos que se sienten perdidos en la nueva era de empoderamiento femenino y que luchan por adaptarse, cada uno a su propia —y caótica— manera”.

Debo confesar, también, que desconfío de la palabra “empoderamiento” (¿se puede creer en ella a semejantes alturas de uso manido hasta el hartazgo?), y en nuestros días tal invento siempre viene anexado a la idea de lo femenino. En fin, lo cierto es que este producto español solo cuenta con una temporada y que la masculinidad en crisis sea motivo de risa, de entrada, ya resulta bastante penoso. Los fulanos cuates tienen realidades muy diferentes en todos los ámbitos, desde lo socioeconómico hasta lo familiar, pero se acompañan en las desgracias propias de quienes no saben cómo ubicarse frente a una liberada y audaz feminidad, dispuesta a no callarse las verdades ni a disimular sus deseos (por más “indecorosos” que suenen) y sí, el caos es una constante entre ellos –igual que los lugares comunes–, desesperados si las mujeres ganan más dinero o porque la hija de uno igual romancea sin pensar en el género de quien lleva a la cama, aburridos incluso cuando intentan irse “de marcha” (o rumbear, como se dice en el Caribe), asustados por un testículo hinchado o la necesidad de tener un amigo gay para que les explique algo de su propia naturaleza. A ratos logran contadas sonrisas gracias a su mayor logro: es un cuarteto que puede servir de triste retrato mundial.

Preferí entregarme a Elinfiltrado ( TheNightManager, Prime Video), miniserie que ha pasado muy injustamente por debajo de la mesa a pesar de los premios que mereció ella misma y Tom Hiddleston, su protagonista. ¿Es perfecta? No, pero Hiddleston logra nadar con gracia en su papel de agente británico con distinguida elegancia heredada de James Bond (casi nadie sabe que –en la vida real– el actor es egresado de Eton, el muy selecto cole donde estudiaron los hijos del novísimo rey Carlos III de Gran Bretaña) y capítulo a capítulo conquista a hombres y mujeres con medidas palabras, mucha altura (casi 1.90 cm de nívea piel), cuerpo atlético (si dudan de sus condiciones corporales, Youtube ofrece ejemplos de estas aptitudes) y esa rara capacidad de resolver situaciones peligrosísimas con o sin puños, con o sin armas, con o sin dinero o suaves pestañeos. Además, Elinfiltrado me enseña visos de una realidad asquerosa, la venta de armas que convierte a las guerras en el gran negocio del momento, dejándome claro por qué Bush o Putin tiemblan de gozo ante la posibilidad de un conflicto para hacer estallar sus juguetitos mortales.

Si algún macho alfa –“Hombre dominante, con éxito y capacidad de liderazgo”, reza la web como explicación del concepto– brilla en las pantallas es más cercano a lo que Tom Hiddleston logra que cualquiera de los crispados amigotes madrileños. La fantástica Olivia Colman remata con poderoso histrionismo la interpretación femenina en los seis episodios sin necesidad de ser guapa o sexy, sino simplemente grandiosa, como beta, ese indicador importante del análisis cuantitativo. — José Antonio Blasco Colina

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2023-03-01T08:00:00.0000000Z

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